Friday, August 26, 2022

Yenifer Paredes, víctima de su candidez

 


Yenifer Paredes, víctima de su candidez

por Joan Guimaray; joanguimaray@gmail.com

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26-8-2022

 

La joven Yenifer Noelia, es una víctima. Es una víctima del sistema “educativo”. Es una víctima del cristianismo mal entendido. Es una víctima de la ideología. Una víctima de la nesciencia y el cinismo del cuñado que hizo de padre, pero de muy mal padre, como algunos, como tantos y como muchos.

 

Es verdad que ha sido descubierta andando por los túrbidos vericuetos, pero, no cabe duda de que es víctima. Víctima por muchas razones.

 

Ella estudió su primaria en la escuela cuya naturaleza formadora, ejemplificadora y disciplinadora, ya había sido suprimida. Es decir, estudió en la escuela dedicada únicamente a instruir y ya no a educar. Asistió a aquella donde el profesor ya no tenía autoridad sobre sus alumnos. Acudió a ésa, en la que la amonestación por el incumplimiento de los deberes o por la desobediencia, ya no existía.

 

Pues, cuando de niña Yenifer empezó la primaria, los desjuiciados mercachifles que fungen de pedagogos, psicopedagogos y psicólogos, ya habían hecho de la escuela formadora, educadora y disciplinadora, una simple y mediana institución instructora.

 

Y, de esa escuela despojada de su tarea formadora, pasó al colegio secundario, al que el japonés había desmantelado retirándole varios cursos de estudio, entre ellos, Filosofía y Lógica, la única asignatura que enseñaba a amar la razón, apreciar la moral y a admirar la belleza. Por tanto, Yenifer Noelia, concluyó la educación básica, no solamente sin ser formada ni educada con algo de rigor y un poco de severidad, sino además, como millones de jóvenes, sin tener ninguna noción de la lógica, sin idea alguna de la ética y sin mínima novedad de la estética.

 

Asimismo, Yenifer Noelia, tampoco proviene del saber, sino del creer. No es de las jóvenes que saben, sino de las que creen. No procede de un hogar donde la familia aprecia la lectura, ama los libros y frecuenta las bibliotecas. Pues ella no viene de una familia que admira la sabiduría, aprecia el conocimiento y valora la agudeza, sino, de aquella que es tenazmente creyente y seguidora de esa hermandad que malentiende, malinterpreta y soslaya la auténtica esencia del cristianismo.

 

Precisamente por eso, ella asimiló el cristianismo únicamente por la fe, omitiendo el precepto que exige también la realización de obras de bien, como bien lo advierten San Juan y el apóstol Santiago. De manera que, si la congregación a la que pertenece, ni siquiera le predicó que las acciones de bien son inherentes a la fe cristiana, no cabe duda de que menos le iba a enseñar ese maravilloso precepto que el apóstol Pablo dijo refiriéndose a la justicia: “todo lo que el hombre sembrare, eso también cosechará”.

 

Pero también, esta joven ha sido contaminada por la ideología que desplaza la razón, la sensatez y el sano juicio. Los muy taimados de su propio entorno le han hecho creer que en la lucha política vale todo. Y, aprovechando de su candidez, le convencieron para que haga todo lo que ha venido haciendo hasta el día de su detención.

 

De modo que, la difícil situación que Yenifer Paredes afronta en estos momentos, no es sino, la consecuencia de la colapsada escuela que no le enseñó a pensar, la universidad despojada de “studium generale” que no pudo transmitirle el principio de la acción y reacción o la caución ética, la oscura congregación que sólo le adoctrinó a creer que el ser supremo “perdona todo”, la parda ideología que le nubló su precaria visión de los asuntos públicos, y un nesciente cuñado-padre que no supo protegerla como a una hija de verdad.

 

Ahora, Yenifer Noelia, la niña que desde sus dos años se crió bajo la tutela de su hermana mayor, la cándida muchacha que vivió en el campo sin tener idea de asuntos públicos, la joven de veintiséis años que acaba de licenciarse de administradora, está presa. Y está presa, víctima de todo. Víctima del colapsado sistema “educativo”, víctima de su creencia religiosa, víctima de la ideología que le salpicó, víctima de su entorno, víctima de su propio “padre”, pero sobre todo, víctima de su propia e inocultable candidez.