Alan García o la cólera de Dios*
Ricardo Ramos Tremolada; rtremolada@gmail.com
20-3-2016
¿Cómo explicar los
últimos exabruptos de García? Esta semana no ha podido ocultar la enorme frustración
que padece. ¿Cómo interpretar esos arranques groseros y autoritarios? Su
campaña no levanta vuelo, cierto. A punto está de recibir los santos óleos
políticos. Sin embargo, creo que sus cóleras vienen de más lejos.
¿En qué momento
comenzó su naufragio? Acaso cuando abandonó su propio partido, al cual culpa
hoy de todas las desventuras de su candidatura. El domingo pasado recriminó severamente
a todos en asamblea nacional. Salvo él, nadie parece estar a la altura del
momento. ¡Se requiere ser caradura para pedirle eso a un partido que él mismo
se encargó de envilecer, destruir y prostituir!
García nunca supo
ni quiso administrar el enorme capital político que usurpó de Haya de la Torre.
Confiado en sus habilidades retóricas, pensó que le bastaba su afán
voluntarista. Su menosprecio por el partido siempre fue evidente. Ni lo
reestructuró ni lo modernizó. “El Apra soy yo”-decía. Como buen caudillo,
simplemente lo puso al servicio de sus intereses personales, exigiendo sumisión
y mansedumbre absolutas. Lo mismo que hizo luego con las instituciones públicas.
Por eso nuestra
democracia anda como alma en pena, por políticos como García. Y no solo por subordinar
las instituciones a los intereses personales: en lugar de asumir sus
responsabilidades y ponerse a derecho, García siempre optó por enfrentar a los
poderes del Estado y escamotear los procedimientos legales. Él prefiere un país
de caudillos, no de instituciones. Su canon político es el despotismo, esa
calamidad social que solo estimula servilismo, necedad y mediocridad. Por eso le
resulta más fácil tratarnos como ciegos sordomudos. Y si ejercemos nuestros
derechos ciudadanos, él y sus ayayeros replican como androides a voz en cuello.
¡Terrucos! ¡Golpistas! ¡Antiapristas! Seriedad cero.
¿Fue gratuita su
destrucción del Apra? Lo dudo. García sabía que así favorecía a los sectores
más cavernarios del país. Y así fue. A partir del 2008 abandonó las ideas de
Haya y le impuso al aprismo un perfil abiertamente neoliberal: el vacío que
había dejado la derecha lo ocupó él. ¿Pragmatismo ideológico? No. Interés
personal. Él requería del halago del establishment, dizque para ‘pasar a la
historia’. Y fue laureado con incienso y mirra (el oro se lo consiguió solo).
¡Incluso Vargas Llosa le dio su bendición! Sin embargo, luego también ellos le
dieron la espalda. García era un fantoche desechable para la derecha: lo usaron
y lo olvidaron. Así, desdeñado por el partido que destruyó y por la derecha a
la que sirvió, ahora solo patalea, rabioso.
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*http://www.radioexitosa.pe/impresa/expl78204-opinion--ricardo-ramos-tremolada-analiza-el-polemico-caracter-de-alan-garcia