por Herbert Mujica Rojas
6-5-2008
El Establo fantasma
¿Ha leído alguna vez, en los escasos programas político partidarios de
cualquier agrupación, reformas radicales sobre el Establo, sus
precarios integrantes y las leyes ociosas que dictan ante la
indiferencia de toda la nación? ¿a quién importa lo que diga el
Congreso? Si su respuesta es la que suponemos, entonces, no le causará
sorpresa que lo que NO diga el Parlamento, tampoco le produzca la más
mínima reacción, es más, es lo aguardado en un país en que se enseña,
generación tras generación, que "así es la política". Como si ésta
fuera patrimonio o coto de caza de tarados o fronterizos.
Anunció, pocas horas atrás, el senador chileno Jorge Pizarro, que su
cámara legislativa, estaría por aprobar el ACE, Acuerdo de
Complementación Económica, con Perú, es decir el Tratado de Libre
Comercio al que Diputados otorgó su aquiescencia, meses atrás. Como se
sabe, el nombre de ACE es el antifaz que usó el Ejecutivo para no
llamar al ACE, TLC, que eso es lo que es, para evitar su "discusión"
por el Congreso. En castellano mondo y lirondo, le alivió la
"pesadísima" agenda al Establo.
Si es cierto lo que Pizarro afirma, lo que indica a qué país favorece
–no al Perú- con subrayada orientación, entonces, hay que recordar a
los fantasmales que están en el Establo, algunas disposiciones
fundamentales e insalvables.
Dice el artículo 56 de la Constitución:
Los tratados deben ser aprobados por el Congreso antes de su
ratificación por el Presidente de la República, siempre que versen
sobre las siguientes materias:
1) Derechos Humanos.
2) Soberanía, dominio e integridad del Estado.
3) Defensa Nacional.
4) Obligaciones financieras del Estado.
¿Qué dice en el Capítulo VII, Trato Nacional, el así llamado Acuerdo
de Complementación Económica, ACE, en realidad, TLC con Chile?:
"Artículo 19.- Cada País Signatario otorgará en su territorio, trato
nacional a los productos del otro País Signatario de conformidad con
el Artículo III del GATT 1994, incluidas sus notas interpretativas. En
este sentido, dichos productos gozarán de un tratamiento no menos
favorable que el aplicable a los productos nacionales similares, en
materia de impuestos, tasas u otros gravámenes internos, así como
leyes, reglamentos y otras normas que afecten la venta, la compra, la
distribución y el uso de los mismos en el mercado interno."
La Constitución es muy clara, todo acuerdo que tenga implicación
financiera (exoneración de impuestos o pago de aranceles, es una de
ellas) debe ser aprobado por el Congreso. Que en el toledato se haya
querido desconocer esto por entreguismo es una cosa, que se haga ahora
para no complicarle la tarea al chileno Hugo Otero, embajador del Perú
allá, es otra. Pero, en ambas, Perú queda como republiqueta o país
bananero frente a Chile.
En el artículo 102, sobre Atribuciones del Congreso, se dice:
"3) Aprobar los tratados, de conformidad con la Constitución."
¿Qué pasa, si, como es lo normal, luego que Senadores, y antes
Diputados, de Chile, es decir, el Congreso de ese país, exige, para la
vigencia total, legal, bilateral, del acuerdo, la ratificación de su
par peruano que NO lo ha discutido ni en pelea de perros?
Técnicamente si Perú, vía su Congreso, no ratifica ese acuerdo, no
puede entrar en vigencia en ninguno de los dos países, dado su
carácter binacional y bilateral.
Sin embargo de lo dicho aquí los artistas de la trampa son capaces de
cualquier cosa, toda vez que ya hicieron de las suyas al excluir, con
la natural estupidez insípida, al Establo con todos sus integrantes,
de la discusión. Por tanto, la tesis del Congreso fantasmal adquiere
confirmación lamentable y rotunda como inapelable.
¿Preocupa esto a alguno de los 120 integrantes del Parlamento?
Pareciera que no. Tampoco reparan que entre el TLC con EEUU y el que
se pretende con Chile, hay líneas centrales similares con implicación
sobre aranceles, gravámenes, etc, que demandan, inobjetablemente,
supervisión y aprobación legiferante. El tratado con Gringolandia sí
lo vieron los chicos del Establo, pero el otro, les fue escamoteado.
Cuando un poder del Estado se inhibe de sus tareas, las mismas que
están inscritas por escrito en la Carta Magna, abdica y traiciona y
quienes en este acto incurren son pasibles de ser acusados a
posteriori.
En Perú los fantasmas también han perdido vigencia. Sólo el que mora
con su edificio en la Plaza Bolívar, le cuesta millones de soles cada
mes, al pueblo peruano, que todo lo sufraga, todo lo sufre y nada sabe
de cómo una taifa de irresponsables regalan y venden al mejor postor
el país.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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