¡Mi vecino Vladimiro
Montesinos!
por Zully Pinchi Ramírez; zullyarlene39@gmail.com
23-8-2019
En 1997 vivía en la calle Tomasal cerca de la Embajada de
Inglaterra, en Surco, en una casa bastante grande, mis dos hermanos, Omar y
Negel, estudiaban sus respectivas carreras universitarias, en Los Ángeles y en
San Francisco, en Estados Unidos. Aquella casa era interminable, tenía cuatro
niveles llenos de lujo con una excelente distribución, sauna, piscina, bar,
mesa de billar, muchos salones, habían 5 dormitorios y 7 baños, unos acabados
impresionantes, la decoración diferente y estilosa, lámparas de cristal,
alfombras persas, pero también había mucha soledad, los sábados de fiesta y los
domingos de parrilladas poco a poco fueron disminuyendo.
En ese contexto un buen día, sin avisarme, mis padres
decidieron que debíamos mudarnos, ya que era importante mantenernos unidos y
que quizás un departamento cálido, pequeño y en una zona más céntrica como
Miraflores, sería un nuevo comienzo para todos.
Mi último verano en esa casa la había pasado en cama, con la
incertidumbre de no saber si volvería a caminar o no, por un trágico accidente
de auto, que me tuvo cuatro meses en rehabilitación.
Cuando llegue a mi nuevo hogar despertaba diariamente a eso
de las 6 de la mañana con la voz fuerte de los muchachos de las combis
diciendo: “Chorrillos, Huaylas, Metro, La Curva, Los Cedros”, mi dormitorio
tenía un espacio más reducido y al principio me sentía como en el aire, pero al
salir por el balcón me distraía al mirar la cantidad de personas que pasaban
por la Avenida Larco, extranjeros, comercios, buses, taxis y autos a cada
instante.
Un buen día vi a una mujer muy misteriosa, hermosa, bien
vestida con marcas costosas de diseñador, joven, alta, de figura voluptuosa,
ella siempre entraba al ascensor desde el estacionamiento del edificio, en todo
momento iba escoltada, con la mirada hacia abajo como escondiendo algo, en una
oportunidad descubrí que era mi vecina, pero lejos de hacernos amigas, nuestra
relación era bastante distante y formal que no pasaba de un frío y seco:
“Buenos días”.
Por aquel tiempo, yo cursaba mis estudios universitarios de
derecho y los fines de semana todos los estudiantes salíamos a celebrar el
popular “viernes jurídico”, a mí nunca me dejaban llegar después de las dos de
la madrugada y una noche en la puerta de mi casa, me encontré con un hombre
encapuchado que tenía una metralleta en la mano y fue imposible no dar un grito
al cielo y asustarme como si hubiera visto a un fantasma. Al identificarse me
comentó que era el guardaespaldas de un personaje muy importante de la política
peruana.
Mientras discutíamos, salió del 301, un varón de unos
cincuenta y cuatro años, sesenta y
tantos kilos, un metro setenta de estatura, con el rostro pálido y la sonrisa
nerviosa, un sujeto con una voz pausada, ofreciéndome disculpas por lo
sucedido, él no llamó mi atención como la pijama a media pierna con que lo vi:
era Vladimiro Montesinos, alias el Doc., que se encontraba frente a mí.
Una noche unos periodistas entraron al edificio donde yo
vivía y lograron convencer a alguien en mi casa para que los dejara grabar en
el interior con el fin de hacer acercamientos a la vivienda de la novia del
asesor de Alberto Fujimori, el presidente del partido Cambio 90, aquél que disolvió el Congreso y que en su
accidentada campaña política prometió: Honradez, Tecnología y Trabajo pero ya
había explotado al fin la bomba de corrupción.
Canal 5 y su programa Panorama, sacaron un reportaje
revelador con la exclusividad de haber logrado conocer a la señorita Beltrán
pareja sentimental de Montesinos, quien se encontraba casado con la señora
Becerra que por cierto, tiempo después, la justicia peruana también encontró
pruebas delictivas a las dos damas. La anécdota y sorpresa más grande fue
cuando anunciaban la primicia del rostro de doña Jacqueline enfocando uno de
mis retratos.
A la siguiente semana, pregunté: ¿dónde están mis vecinos?
Al ver cientos de efectivos policiales entrar y salir del lugar que albergó por
un largo período, a una de las mujeres más singulares del poder político
peruano.
Inmediatamente se supo de la moto acuática, de la casa de
playa, regalos, viajes y los famosos videos del asesor de inteligencia haciendo
gala de la devoción a su musa, a la que protegió en cielo, mar y tierra,
aquella que lo hizo perder la cabeza, un idilio clandestino donde solo ellos
saben si quedaron cenizas, después de un infierno que ardió tan ferozmente.