Wednesday, October 03, 2007

¡Perú necesita una revolución moral!

Modesto aporte a la sugerencia que hace hoy, 3-10-2007, el director de
La Primera, César Lévano, acerca de la necesidad de una revolución,
entre otras, moral.

Leamos lo escrito tiempo atrás.

Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
17-11-2000 (Liberación)*

¡Perú necesita una revolución moral!

El intríngulis borrascoso del Perú de nuestros días es, qué duda cabe,
moral y no político. No hay país que pueda impulsar una velocidad de
crucero en su devenir como colectivo social si carece de líderes y
ejemplos. Hoy tenemos un jefe de Estado ilegítimo, prófugo y
delincuente. Socio de hampones como Vladimiro Montesinos y en
connivencia con rufianes de saco y corbata, uniforme y traje, en las
Fuerzas Armadas, en el Congreso, en las municipalidades, en la
administración pública. Organismo purulento, la administración
fujimorista arrasó con todos los límites posibles de una irrefrenable
carrera suicida hacia los fondos más tenebrosos. Desde el palaciego
impostado por la engañifa y fraude hasta el más humilde funcionario,
todos han hecho del robo un credo, un catecismo, una repugnante forma
de vida.

Desde 1930 cuando el país amaneció esperanzado ante la noticia del
derrumbe leguiísta y la epopeya social que aconteció después con la
incorporación del pueblo en la lucha por la conquista de sus ideales,
hemos venido discurriendo de tumbo en tumbo, de un lado a otro, en el
tránsito de los clásicos movimientos pendulares de las sociedades
latinoamericanas. Pero con una diferencia espectacular: el equipo
dirigente de entonces tenía personalidades excepcionales que lideraron
la lucha social hacia metas mediatas e inmediatas. Probablemente
muchas de sus propuestas doctrinarias no fueron entendidas del todo,
pero había garra, emotividad, pasión, entereza y, sobre todo,
moralidad a prueba de balas.

Han pasado 70 años, innumerables huelgas, levantamientos, crímenes,
alegrías y tristezas y el espectáculo no puede ser más despreciable:
dirigentes que venden sus honras por puestos parlamentarios y por
sueldos abultados, ministros bocatanes que ni siquiera saben por dónde
huye su jefe pandillero, gorilas de uniforme enlodados en la miasma de
complicidades evidentes e inequívocas, opositores profundamente
idiotas que no entienden al país y menos sueñan con una nación, medios
de comunicación aherrojados a sus profundas cobardías y autocensuras,
poderes públicos infestados de malandrines uno peor que el otro,
abogados dispuestos a poner al demonio de testigo con tal de ganar
juicios amañados, partidos políticos envilecidos que no dejan paso a
la eclosión y remozamiento de cuadros dirigentes. ¿Qué más? La lista
es interminable.

Mientras tanto, los llamados a unirse en una gran concertación
política con candidatos absolutamente calificados e inmáculos, se
dividen y atomizan. Resulta que la dictadura y su juego siniestro
alienta la formación de más y más candidaturas y ello promueve que el
fifí soplón Francisco Tudela, vergonzoso parlamentario que bailó en
las tarimas junto al delincuente Fujimori, gastándose la plata del
pueblo, aparezca como una opción electoral para el futuro cercanísimo.
¿Cómo puede ser posible esto? ¡Gracias a la inacción opositora, por
causa de esta maldición sempiterna de ser siempre una diáspora de
opciones y no una sola, fuerte, integrada y extraordinaria!

¡Hay que dignificar la política y su ejercicio serio y a cargo de
hombres y mujeres limpios! Los que han estado inmersos en los enjuages
de la mesa dialoguera, en el vergonzante Congreso que hoy se maquilla
en el rostro de Valentín Paniagua, todos los que han ocupado puestos,
deberían irse de la cosa pública y retirarse a sus negocios y permitir
que el relevo, a cargo de gente moral, sea una alternativa de
auténtica raigambre popular. Pero no. Allí estan, como perros
merodeando las migajas. Como cacos al acecho del viandante que no
barrunta siquiera su porvenir asaltable. Como hienas dispuestas a
carroñear los resabios de un país llamado Perú. ¡Esto es inmoral, a
todas luces!

El Perú necesita una revolución moral. Hombres y mujeres de todos los
partidos, de la multitud de colectivos, de las diferentes
congregaciones religiosas y laicas, de todas las edades, de todos los
confines, de todas las sangres, tienen el imperativo imperioso de
pelear por la unidad y presentar una faz depurada como sólida frente a
los fantasmones que quiere imponer la dictadura fujimorista. ¡Basta de
candidaturas presidenciales! ¡Hagamos una sola que garantice el éxito!
¡Paremos a los esquiroles amantes de la figuración enfermiza! ¡Seamos
dignos de nuestra historia haciendo historia y no pesadilla diaria que
averguence a las próximas generaciones!

Si no entendemos que podemos empezar a levantar el edificio de la
revolución moral a través de la unidad política, estamos simplemente
en el despeñadero más suicida y estúpido que pueblo alguno pueda
padecer. Seamos el país que desciende de las culturas preíncas.
Renovemos el pacto justiciero de igualdad que alentaron los jefes
incas. Hagámonos portaestandartes de un país posible y juremos, hoy y
siempre, extirpar del país, a la basura convertida en seres humanos
que nos han llevado a donde estamos. ¿Es mucho pedir que cuidemos el
futuro de nuestros hijos? ¿O que el Perú sea madre y no madrastra de
sus hijos por voluntad integérrima y libre de sus habitantes?
……………………
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*Liberación, dirigido por César Hildebrandt.