De izquierda porque somos
antimperialistas
por Jesús Guzmán Gallardo; jeguzga@hotmail.com
29-12-2015
Cuando Haya de la Torre recibía nuestras preocupaciones juveniles
en torno al imperialismo, sobre todo porque en la universidad pontificaban los
autocalificados izquierdistas exclusivistas, él apostrofó siempre: “Hay quienes
afirman que son antimperialistas porque son de izquierda, pero nosotros
oponemos a ese concepto simplista: “somos de izquierda porque somos
antimperialistas”, era de esta forma como definía nuestra posición en el
espectro ideológico político y razón de ser; denunciando así, de manera
científica, la presencia del imperialismo en nuestra región y cómo afectaba éste
a Indoamérica. Hay que notar que en expresiones como la referida, se anunciaba
una ideología novedosa libre de cualquier influencia extranjera.
Este fenómeno, fundamentalmente económico, deviene en político y
social, cuando se alía con las dictaduras y oligarquías nativas para solventar
sus intereses imperiales, distorsionando nuestras débiles economías y
oprimiendo, con el concurso de los gobiernos títeres y serviles, a los
trabajadores manuales e intelectuales.
En consecuencia la posición social del APRA -no el alanismo- está
en y con el pueblo explotado y sojuzgado por el imperialismo y sus adláteres.
No es, por lo tanto, una actitud política electorera u oportunista, sino lógica
y justa.
Empero, esto no es todo, y es bueno que al afirmar la irrenunciable
ubicación antimperialista consideremos lo que Víctor Raúl adjuntaba siempre
para complementar su enseñanza, la adhesión a la construcción de un Estado
Antimperialista que tenga la virtud de ser detentado por las clases explotadas
y al servicio de las mismas en búsqueda de su destino propio y de su redención
final. Este Estado debe ser soberano, de defensa y contralor de las riquezas de
cada uno de los países de nuestro gran y hermoso continente. Es la razón por la
cual rechazamos y luchamos contra las posiciones de carácter entreguista y de
espaldas al pueblo, de la derecha reaccionaria y primitiva.
Surge inmediatamente el planteamiento de erigir la unidad política
y económica de Indoamérica, no para resistir líricamente al imperialismo sino
para adoptar una confrontación constructiva y realista que distinga su
ambivalencia. Vale decir aprovechar el lado positivo que significa la tecnología
y el adelanto que coadyuva al desarrollo de nuestros pueblos y enfrentar el
lado que trae opresión y sometimiento a dictados ajenos a nuestra realidad que
distorsionan la economía y la pone a su servicio. Sólo así el antimperialismo
tiene sentido a la par que se hace realidad el sueño de los próceres como Bolívar,
Miranda, Belgrano y el de Haya de la Torre su principal impulsor en el siglo
XX, sueño que tiene el élan auténtico y revolucionario de una nueva y vital segunda
independencia donde la libertad, la paz y la justicia social sean estandartes y
consignas de transformación de las estructuras dominantes y opresivas.
De allí que es necesario, también, adjuntar la prédica de Haya
sobre el tipo de democracia a la cual aspiramos los verdaderos revolucionarios
y que él definía con precisión como una nueva Democracia Funcional, basada en
las categorías del trabajo, no la importada y presente que cohonesta tantas
tiranías, autoritarismo y dictaduras.
La democracia es un concepto tan venido a menos del cual muy pocos
hablan y muchos trafican con miopía gigantesca que santifica niveles de
explotación muy parecidos a los que teníamos a comienzos de siglo XX.
Nuestro concepto de democracia repara en quienes crean la riqueza
de los pueblos y debe estar dirigida a los marginados, a los más necesitados,
sin lugar a populismos ni
asistencialismos de una caridad cucufata mal entendida. Democracia en la cual
se observe una real y efectiva participación del pueblo, que los gobernantes
actuales toman solo como un número en los procesos electorales, que jamás es
consultado ni tomado en cuenta para nada y en la cual los ciudadanos se sientan
parte efectiva de la toma de decisiones trascendentales para sus propias vidas,
a través de las organizaciones sociales
y laborales que ahora llaman la sociedad civil, con plenitud representativa,
opuesta a la que hoy en día es pésima, rapaz, incapaz y cómplice de la
corrupción, la inacción y el narcotráfico, como en cualquier república
bananera. La democracia actual es de opereta.
Y para que se cumpla la realización de la nueva democracia social
es importante y necesario e impostergable la creación del Congreso Económico,
que tendrá la virtud de sentar en una misma mesa al Estado, al Capital y al
Trabajo. Vieja propuesta y novedosa demanda, a la vez, habida cuenta que ningún
gobierno ha tenido la sabiduría de resolver sendos problemas políticos,
sociales y económicos que los han sumido en estruendosos fracasos.
Ignorancia, ceguera o miopía y han sido las constantes de quienes
nos han llevado al atraso y al desgobierno, frutos de la improvisación y el
desconocimiento absoluto de la ciencia política moderna. A pesar de los
retrógrados, el Congreso Económico Nacional se hace imprescindible en su
cristalización ya que hará de la consulta obligada una condición sine qua non
para estudiar, planificar democráticamente y resolver la demanda de los
pueblos.
Es por todo esto y mucho
más, los argumentos racionales por los cuales nuestra posición no es otra que
la izquierda democrática sustentada en la inabdicable lucha por los ideales,
derechos y demandas de los trabajadores manuales e intelectuales.
Aquellos que aluden a una posición de centro que ideológicamente
no existe, son cómplices de una confesión de ignorancia supina o del oportunismo
de quienes no adoptan una posición clara porque nunca la han tenido o por temor
a los poderosos que siempre han manejado el país. Estos últimos no son más que
una panda de arribistas que aspiran a una migaja de poder que les arrojan desde
la mesa de los grandes intereses económicos o de la plutocracia peruana
renovada o desde los núcleos internacionales del poder real que maneja el
mundo.
Culmino este apunte, ratificando el viejo sueño de Haya de la
Torre, en el sentido que llegará la hora de “Gran Transformación” cuando estos
postulados de apliquen con valentía, sin complejos y firme decisión.
Arriba los corazones que el futuro es de la nueva izquierda
democrática que estudia, se prepara y sueña con el advenimiento del nuevo
Ayacucho, norte de los inolvidables e invalorables mártires y luchadores
sociales que nos abrieron trocha.