Monday, December 28, 2015

De izquierda porque somos antimperialistas

De izquierda porque somos antimperialistas
por Jesús Guzmán Gallardo; jeguzga@hotmail.com

29-12-2015

Cuando Haya de la Torre recibía nuestras preocupaciones juveniles en torno al imperialismo, sobre todo porque en la universidad pontificaban los autocalificados izquierdistas exclusivistas, él apostrofó siempre: “Hay quienes afirman que son antimperialistas porque son de izquierda, pero nosotros oponemos a ese concepto simplista: “somos de izquierda porque somos antimperialistas”, era de esta forma como definía nuestra posición en el espectro ideológico político y razón de ser; denunciando así, de manera científica, la presencia del imperialismo en nuestra región y cómo afectaba éste a Indoamérica. Hay que notar que en expresiones como la referida, se anunciaba una ideología novedosa libre de cualquier influencia extranjera.

Este fenómeno, fundamentalmente económico, deviene en político y social, cuando se alía con las dictaduras y oligarquías nativas para solventar sus intereses imperiales, distorsionando nuestras débiles economías y oprimiendo, con el concurso de los gobiernos títeres y serviles, a los trabajadores manuales e intelectuales.

En consecuencia la posición social del APRA -no el alanismo- está en y con el pueblo explotado y sojuzgado por el imperialismo y sus adláteres. No es, por lo tanto, una actitud política electorera u oportunista, sino lógica y justa.

Empero, esto no es todo, y es bueno que al afirmar la irrenunciable ubicación antimperialista consideremos lo que Víctor Raúl adjuntaba siempre para complementar su enseñanza, la adhesión a la construcción de un Estado Antimperialista que tenga la virtud de ser detentado por las clases explotadas y al servicio de las mismas en búsqueda de su destino propio y de su redención final. Este Estado debe ser soberano, de defensa y contralor de las riquezas de cada uno de los países de nuestro gran y hermoso continente. Es la razón por la cual rechazamos y luchamos contra las posiciones de carácter entreguista y de espaldas al pueblo, de la derecha reaccionaria y primitiva.

Surge inmediatamente el planteamiento de erigir la unidad política y económica de Indoamérica, no para resistir líricamente al imperialismo sino para adoptar una confrontación constructiva y realista que distinga su ambivalencia. Vale decir aprovechar el lado positivo que significa la tecnología y el adelanto que coadyuva al desarrollo de nuestros pueblos y enfrentar el lado que trae opresión y sometimiento a dictados ajenos a nuestra realidad que distorsionan la economía y la pone a su servicio. Sólo así el antimperialismo tiene sentido a la par que se hace realidad el sueño de los próceres como Bolívar, Miranda, Belgrano y el de Haya de la Torre su principal impulsor en el siglo XX, sueño que tiene el élan auténtico y revolucionario de una nueva y vital segunda independencia donde la libertad, la paz y la justicia social sean estandartes y consignas de transformación de las estructuras dominantes y opresivas.

De allí que es necesario, también, adjuntar la prédica de Haya sobre el tipo de democracia a la cual aspiramos los verdaderos revolucionarios y que él definía con precisión como una nueva Democracia Funcional, basada en las categorías del trabajo, no la importada y presente que cohonesta tantas tiranías, autoritarismo y dictaduras.

La democracia es un concepto tan venido a menos del cual muy pocos hablan y muchos trafican con miopía gigantesca que santifica niveles de explotación muy parecidos a los que teníamos a comienzos de siglo XX.

Nuestro concepto de democracia repara en quienes crean la riqueza de los pueblos y debe estar dirigida a los marginados, a los más necesitados, sin lugar a  populismos ni asistencialismos de una caridad cucufata mal entendida. Democracia en la cual se observe una real y efectiva participación del pueblo, que los gobernantes actuales toman solo como un número en los procesos electorales, que jamás es consultado ni tomado en cuenta para nada y en la cual los ciudadanos se sientan parte efectiva de la toma de decisiones trascendentales para sus propias vidas, a través  de las organizaciones sociales y laborales que ahora llaman la sociedad civil, con plenitud representativa, opuesta a la que hoy en día es pésima, rapaz, incapaz y cómplice de la corrupción, la inacción y el narcotráfico, como en cualquier república bananera. La democracia actual es de opereta.

Y para que se cumpla la realización de la nueva democracia social es importante y necesario e impostergable la creación del Congreso Económico, que tendrá la virtud de sentar en una misma mesa al Estado, al Capital y al Trabajo. Vieja propuesta y novedosa demanda, a la vez, habida cuenta que ningún gobierno ha tenido la sabiduría de resolver sendos problemas políticos, sociales y económicos que los han sumido en estruendosos fracasos.

Ignorancia, ceguera o miopía y han sido las constantes de quienes nos han llevado al atraso y al desgobierno, frutos de la improvisación y el desconocimiento absoluto de la ciencia política moderna. A pesar de los retrógrados, el Congreso Económico Nacional se hace imprescindible en su cristalización ya que hará de la consulta obligada una condición sine qua non para estudiar, planificar democráticamente y resolver la demanda de los pueblos.

Es por todo esto y mucho más, los argumentos racionales por los cuales nuestra posición no es otra que la izquierda democrática sustentada en la inabdicable lucha por los ideales, derechos y demandas de los trabajadores manuales e intelectuales.

Aquellos que aluden a una posición de centro que ideológicamente no existe, son cómplices de una confesión de ignorancia supina o del oportunismo de quienes no adoptan una posición clara porque nunca la han tenido o por temor a los poderosos que siempre han manejado el país. Estos últimos no son más que una panda de arribistas que aspiran a una migaja de poder que les arrojan desde la mesa de los grandes intereses económicos o de la plutocracia peruana renovada o desde los núcleos internacionales del poder real que maneja el mundo.

Culmino este apunte, ratificando el viejo sueño de Haya de la Torre, en el sentido que llegará la hora de “Gran Transformación” cuando estos postulados de apliquen con valentía, sin complejos y firme decisión.

Arriba los corazones que el futuro es de la nueva izquierda democrática que estudia, se prepara y sueña con el advenimiento del nuevo Ayacucho, norte de los inolvidables e invalorables mártires y luchadores sociales que nos abrieron trocha.


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