La magia del tango
por Jorge
Smith Maguiña; kokosmithm@hotmail.com
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24-3-2021
A Pedro Flecha, tanguero.
“El tango
es una pena que canta”, solía decir Borges sobre el tango. Hay mucho de pena
sí, es cierto en sus textos, pero también hay momentos de entusiasmo generoso y
comunicativo, en su incomparable e inconfundible música, por muy melancólica
que a veces nos parezca. Como pocas músicas, bastan en el caso de él, unos
pocos acordes, para saber que estamos entrando a ese ritual musical llamado
tango y la magia se vuelve total cuando a la voz y a la música se suma la
escenificación del tango como baile. Su elegancia y su sofisticación tan
minimalista, hacen de ese baile algo único.
El tango
como baile se sostiene en sí, la música sí es imprescindible al margen de la
letra, que puede cambiar de un tango a otro. Un tango bailado en pocos minutos
nos puede transmitir lo que una obra de ballet nos transmite en una hora, algo así
como el bolero, que es un género tan sintético que en tres minutos nos brinda
una tragedia que una ópera necesita tres horas a veces para decirnos lo mismo.
Lo curioso es que el tango provenga de alguna manera de las alegres y
expresivas milongas, más festivas en todo sentido. El tango tiene un tono seco,
un ambiente nocturno. No es casualidad que cuando se quiere ilustrar a dos
personas bailando, haya en algún lado la presencia de un farol. La luz debe ser
tenue para escuchar un tango. De alguna manera podemos decir, que hay mucha
lucidez en el texto de los tangos, pero el tango es enemigo de la luz.
Hemos
citado a Borges, en este año que se cumple un centenario del nacimiento de
Astor Piazzola. Curiosamente ambos
colaboraron en un viejo long play en el cual Piazzola puso texto a tres
hermosos poemas de Borges. La poesía de Borges, perfecta desde cualquier
perspectiva, lamentablemente ha sido eclipsada por su maravillosa producción y
la desconcertante originalidad de sus textos en prosa. Lamentablemente estos
dos gigantes de la cultura argentina terminaron peleando, llegando incluso al
insulto. Borges como sabemos era un conservador en todo, pero casi a
regañadientes, se convirtió en un revolucionario en la literatura. No inventó
nuevas formas de escritura, pero sí nuevas formas de percibir las cosas.
Piazzola sí
fue un innovador y hasta revolucionario en música, desde el inicio. Nos brindó
nuevas lecturas de la música del tango, nuevas formas de expresión que se le
podía dar enriqueciendo su tejido instrumental. A Borges, no le gustaban, ni
interesaban las innovaciones instrumentales. Le gustaba escuchar los viejos
tangos con su estilo tan peculiar, sus textos y contextos, por donde se
paseaban la sombra de compadritos, los escenarios arrabaleros, sus putas y
coquetas arribistas, sus ricachones aburridos y toda esa serie de personajes
que a veces se lamentan de haber tenido demasiadas ilusiones y al igual que el
vals peruano, las equivalentes desventuras, para luego al final de la tarde a
la sombra de una lámpara o de un farol, reflexionar lo que fue esa vida.
En muchos
casos el tango, al igual que el vals peruano, es la historia de lo que pudo
haber sido y no fue. A Piazzola, poco le interesaba la contextualización
temática del tango. Muchos de sus tangos más innovadores no tienen texto. Le
interesaba las nuevas combinatorias rítmicas -por eso le fascinaba Stravinsky- y
la introducción de disonancias a veces desconcertantes para los oídos
conservadores. Que había creatividad e invención sonora en las obras de
Piazzola, claro que la había, pero para los puristas en relación al tango, eso
era una herejía. Por eso quizás en un momento tildó Borges a Piazzola, de
“ignorante y vanidoso” y se cerró la puerta por siempre de una colaboración
entre estos dos gigantes.
En
realidad, ya con la perspectiva que da el tiempo para evaluar su obra, podemos
decir que Piazzola, es un gran compositor, que también componía tangos, pero
que no se le puede encajonar bajo el epíteto restrictivo de “compositor de
tangos”. Lo curioso es que Piazzola, cuando apenas tenía trece años en 1934 y
vivía con su padre en New York, por insistencia de él fue a visitar a Carlos
Gardel, que había ido a la gran ciudad, a hacer unas grabaciones y arreglos
para una nueva película. Piazzola que hablaba inglés, le sirvió como asistente
a Gardel en sus compras y varias cosas que tenía que hacer al margen de sus
ocupaciones profesionales. A Gardel le impresionó el talentoso adolescente,
pero le desconcertó un poco que Piazzola le dijese que no lograba comprender
qué buscaba significar el tango. Las palabras que le dijo Gardel, transmitidas
años después por el mismo Piazzola fueron: “Cuando lo comprenda y le guste el
tango, ya nunca podrá salir de él.” Curiosamente ese mismo mensaje fue el que
después de darle muchas clases de composición en París, la gran Nadia
Boulanger, la célebre maestra de música que en algún momento de sus vidas había
tenido como sus alumnos nada menos que a Yehudi Menuhin, Leonard Bernstein,
Daniel Barenboin y otros, en los años 50, ella le dijo a Piazzola, hacia quien
había desarrollado un especial afecto: “Cíñase al tango, el tango es lo suyo.”
Otro
episodio curioso en relación al tango, es el encuentro que hubo entre Gardel y
Frank Sinatra el 14 de enero de 1934. En esos momentos el fogoso joven Sinatra
tenía solo 18 años y se las arregló para contactar a Gardel que se encontraba
en New York. Sinatra había quedado fascinado de escuchar cantar a Gardel quien
le llevaba casi 25 años mas de edad. A Gardel le impresionó el impetuoso joven
y no se sabe si lo pudo escuchar por lo menos “a capella”. Lo que sí se sabe es
que la traductora de Sinatra, le habló de los crecientes éxitos que ya estaba
teniendo Sinatra pese a su corta edad, pero también le agregó que Frank era una
persona algo problemática y solía tener malas juntas y frecuentes problemas con
la policía que podían dañar su carrera artística. Gardel que había vivido lo
mismo en su tumultuosa juventud acrecentó su interés y empatía hacia el joven.
Le sugirió que se inscribiese a un concurso que estaba organizando la radio que
lo había contratado en New York y que el mismo Gardel lo recomendaría al
jurado. Dicho y hecho, Sinatra se inscribió y ganó el concurso. Gardel como
sabemos, moriría el año siguiente en 1935, en un trágico accidente de avión en
Colombia. Eso explica que al visitar Argentina para dar unos conciertos en
1981, Sinatra fuese por propia iniciativa a visitar el barrio donde trascurrió
la infancia de Gardel y ante su estatua pronunció unas palabras de agradecimiento,
que en síntesis decían: “Gardel me salvó la vida”. –Son interesantes esos vasos
comunicantes que en algún momento se dan entre los gigantes de la canción
popular, pues por diferentes que sean los idiomas, a partir de un cierto nivel,
las sensibilidades convergen, ya no interesan las diferencias sino aquello que
es equivalente. El arte une a los pueblos.
Ese año que
murió Gardel en 1935 y el anterior fueron esenciales en la historia del tango
por la calidad de las emblemáticas composiciones que se escribieron sobre este
género. La muerte de Gardel dejó un vacío irreparable, pero las grandes
orquestas de tango de Argentina ya tenían enorme vigencia. El tango era la
música del momento. Felizmente la grabación tenía un dinamismo excepcional y
Gardel antes de morir, grabó todo lo que pudo grabar. A los pocos días o
semanas de secarse la tinta de una composición, ya estaban en la voz de un intérprete
como Gardel y si él las cantaba las disqueras se apresuraban a grabarlo. Poca
idea se tiene hoy de la popularidad que tenía alguien como Carlos Gardel.
Cuando murió Gardel, el otro gran cantante de tango Julio Sosa, nacido en
Uruguay en 1926, ni siquiera tenía 10 años de edad. Julio Sosa que tuvo una
trayectoria muy exitosa, ya cuando se estableció en Buenos Aires, aunque nunca
alcanzó la celebridad de Gardel, fue el otro intérprete emblemático del tango.
Felizmente tenemos la grabación de ambos de los mismos tangos y podemos
comparar sus formas tan diferentes de abordar los temas, sobre todo al cantar
emblemáticos tangos como “Cambalache”, que es una especie de segundo himno
nacional argentino, y otros tangos que todos conocemos como “La Cumparsita”
(con textos diferentes en el caso de Gardel y Julio Sosa) y “Volver”. Algo que
les duele a los argentinos, es que la música de “La Cumparsita”, tango que todo
argentino reconoce y puede tararear o cantar, fuera compuesta no por un
argentino, sino un uruguayo, Gerardo Matos, aunque los arreglos finales sí los
hizo, el argentino Roberto Firpo.
Es fácil
distinguir la diferencia de estilos que puede haber al cantar un tango: por un
lado la voz melodiosa de Gardel, por algo lo llamaban “el zorzal criollo”, el
toque aterciopelado y acariciante de su voz y, por otro lado, la voz recia, a
veces un poco dura, pero igualmente expresiva y comunicativa de Sosa. Lamentablemente
Julio Sosa murió a la corta edad de 38 años. Aficionado a los carros de lujo y
de velocidad terminó estrellándose en Buenos Aires en 1964. Penosa coincidencia
o sino trágico, que los dos más grandes cantantes de tango, hayan muerto en
accidentes, a una edad relativamente joven, en la cúspide de sus respectivas
famas.
Justamente
antes de morir, Gardel había logrado grabar el tango “Cambalache”, compuesto
poco antes que el cantor muriese por el gran compositor Enrique Santos
Discépolo. Como ninguna, esta obra representa la esencia misma del tango y es
quizás una de las obras que mayor universalidad le ha dado a este género.
Curiosamente el texto de este tango, no tiene un contexto preciso, como suele
ser un barrio de los suburbios o un arrabal de Buenos Aires, ni te habla
tampoco de compadritos, ni putas, ni burdeles. Este tango es casi una
meditación filosófica sobre la vida, sobre la anomia en la que de tiempo en
tiempo caen las sociedades humanas. Es una requisitoria amarga sobre lo que la
gente piensa y no tiene palabras para expresar, pues tan traumatizada e
impotente está, frente a lo que acontece. Es el sentimiento de desasosiego de
que todo camina mal. Ese tango es universal e intemporal, compuesto y grabado
en el primer tercio del siglo pasado, pero parece una crónica de nuestros días.
Es una meditación dura y dolorosa con toques amargos que desnudan, por no decir
calatean lo que aconteció y sigue aconteciendo.
Con cinismo
podríamos decir que Santos Discépolo, más que un compositor de tangos
argentino, parece un cronista de la cotidianeidad peruana, con su pléyade de
políticos incapaces y corruptos, cínicos y mentirosos y que en la actualidad
como consecuencia ha generado en la población un rechazo visceral hacia lo
político, pues ya no se siente representada y por lo mismo camina a veces tan
despreocupada, como sonámbula al borde del abismo. Un mundo como el de hoy, es
el de una sociedad sin metas, objetivos ni consensos, donde cualquier hijo de
vecino se siente calificado para postular a ser presidente de la República. Es
el mundo reflejado a cuerpo entero en “Cambalache”.
La reciente
y excelente biografía de Enrique Santos Discépolo, este gran compositor y
poeta, escrita por Sergio Pujol, nos muestra la minuciosa pericia que tenía
Santos Discépolo para componer, ya que a diferencia de lo usual, él era el
autor de la letra y la música. Ya años antes de Cambalache, había compuesto
“Yira”, que es una obra de arte, una reflexión amarga de la decepción. Desde la
frase inicial, en cada párrafo el drama
comienza: así, en seco, en frío, sin calmantes ni vacunas:
“ Veras que
todo es mentira, veras que nada es amor, al mundo nada le importa Yira,Yira”.
Sin embargo
,“Cambalache” compuesto cinco años después, es sobre un tema menos personal y
con un horizonte, mucho más vasto y universal. En él, logra Santos Discépolo un
texto, equilibrado en el tono, de una denuncia sostenida. No nos extraña que
intelectuales tan eminentes como el francés Pierre Vidal-Naquet y el académico
español Camilo José Cela, lo considerasen como un poeta excepcional al margen
de sus dotes como compositor.
Transcribimos
los dos primeros párrafos y los dos últimos, de esa rabia contenida, hecha
poesía y convertida en tango:
“El mundo
siempre fue una porquería
ya
lo sé
en el quinientos seis
y en el dos mil también
Que siempre
ha habido chorros
maquiavelos
y estafaos
contentos y amargaos valores
y duble
Y los dos
últimos párrafos:
No pienses
más
sentate a
un lao
que a nadie importa si
naciste honrado
Es lo mismo
el que trabaja
noche y día como un buey
que el que vive de los otros
o
está fuera de la ley
Podemos
agregar una líneas de la estrofa intermedia del largo texto:
Siglo XX
CAMBALACHE, problemático y febril,
el que no llora no mama
y el que no afana es un gil
Signo de
plasticidad del tango era la elasticidad de sus textos, para contextualizarlos
a cualquier lugar. Cuando Julio Sosa vino a Lima, antes de su trágica muerte en
1964, sus letristas le compusieron un tango, que si bien recuerdo, reza así:
“Soy el
tango tan viajero,
que le
dicen extranjero de egoísta algún fulano.
Soy gagá
de Miraflores, chaveta de La Victoria, soy
el recuerdo y la historia, de aquellos tiempos mejores,
y aquí vengo a tangonear, por estas calles limeñas, cuyos
portales me enseñan de un pasado a recordar.”
Como baile,
el tango guarda su increíble belleza y originalidad. Lamentablemente en los
últimos años se le ha buscado imponer coreografías demasiado espectaculares y
acrobáticas, que son vistosas, pero le quitan su esencia pura. Un baile
popular, debe estar en la posibilidad de ser bailado por todos, esa es su razón
de ser justamente. Si como espectáculo se combina un tango de música y letra
del nivel de los tangos de Santos Discépolo, con buenos músicos, un buen
cantante y bailarines, tenemos en pequeña escala, un Gesamtkunstwerk, una obra
de arte total, como lo habían imaginado los antiguos griegos y en sus óperas lo
logró Wagner. Felizmente y al margen de todo, este hermoso
baile guarda su vigorosa personalidad, siempre y cuando guarde su nocturna y
casi fúnebre atmósfera, su elocuencia trágica y su a veces también insoportable
belleza.