Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
20-8-2023
¡Líderes y atardeceres silenciados!
https://senaldealerta.pe/lideres-y-atardeceres-silenciados/
Nueve de cada diez
ciudadanos, preguntados acerca de su opinión en torno al Perú actual,
respondería sin mayores variaciones: “así es nuestro país”, “¿qué vamos a
hacer?”, “nos tocó esa mala suerte”. Pesar y desánimo, grisura y sin esperanza
o luz, al comienzo y al final del túnel.
Si agregamos que 95%
de los “líderes” actuales ostentan falencias e incapacidad en la exégesis,
absoluta orfandad de honradez, IQ deficitario con qué emprender el vuelo de los
grandes, pareciera que vamos, como en el tango: “cuesta abajo la rodada”.
Admitir realidades
es el primer paso para alentar y planear las indispensables correcciones para
transitar por las avenidas de vida y esperanza.
¿Qué diferencia al líder del adláter o seguidor común y corriente?
Tengo la viva impresión que el adalid siempre sonríe, piensa y mira al
horizonte. Hacer y organizar son columnas de su pensamiento y, sobre todo, es
un ser ético que NO roba dinero o
bienes ajenos y que tampoco estafa la fe del pueblo.
Los grandes capitanes, en el ámbito en que se desempeñen,
como dirigentes o gerentes, carecen del "derecho" al pesimismo. Donde
el ser común y silvestre identifica máculas, el dirigente ve estímulo y vigor,
alegría constructora e ingenio atrevido.
Dato histórico es que delincuentes en la cosa pública, por
generaciones, hayan forjado un Estado servil para con el mandato de los
poderosos y obsecuente con quienes pagan sus impuestos para mantenerlo. La gran
estafa contra la fe pública, es mostrada como "normal" por los miedos
de comunicación que embrutecen al lector, televidente u oyente, vía los ríos de
sangre que propagan durante las 24 horas del día y así en el decurso de meses y
años.
¡NO es necesario
ni condición ineluctable ROBAR para
hacer política ni caminar por los derroteros culposos de la coima ni el
conchabo que edifica asociaciones ilícitas para esquilmar al Estado!
Debe recordarse que aquél –el Estado- es una convención
ciudadana, una herramienta para cualquier gobierno y que su definición torna
fundamental para saber qué clase de Estado o Estado de qué clase queremos.
¿Es posible ser honrado en la cosa pública en Perú? ¿Qué
dirían las sentencias administrativas enderezadas contra funcionarios
burocráticos a lo largo y ancho del país? Pues, simple, ¡todo lo contrario!
Una simple revisión de las principales entidades estatales
nos daría un dictamen abominable. Encontrar funcionarios honestos es casi una
aventura porque o roban o dejan robar o se hacen de la vista gorda ante saqueos
que malgastan el dinero del pueblo. Más fácil -dicen- es dejar las cosas como
están porque ganan "alguito" y "nadie" dice algo o protesta.
En buena cuenta, ser ratero o ladrón sí es rentable, en cambio ser ético, es
contraproducente.
Al degradar la información, suministrarla a medias, con
claroscuros inexplicables, los miedos de comunicación cumplen con su parte en
el crimen masivo de propagar mentiras o verdades a medias que, a la postre, son
lo mismo.
El pueblo de manera formal abomina del famosísimo “roba pero
hace obra”, en público. Aunque consiente que eso es “necesario”. Hasta se
elogia a los rateros que incurren en el saqueo pero que dejaron en placas de
bronce, su nombre, fecha y organismo que hizo esta o aquella obra, etc. etc.
Y la monstruosidad del contrabando (robar=coimear) se aplica
a la política. ¿Qué han hecho los adefesios que se llaman políticos, en la
tribuna y luego en el mandato desde Palacio y el Congreso? ¡Todo lo contrario a
lo que prometieron! Con una diferencia sensible: ¡ahora están dentro del aparato!
La fe pública resulta víctima sempiterna y saqueada. En el
caso peruano desde el mismísimo 1821 de la independencia formal con medio país
ocupado por los españoles y desde que llegaran los ibéricos y estafaran a
Atahualpa en Cajamarca. El cuarto del rescate llenó sus confines, pero al rey
inca le aplicaron el garrote y con eso terminó su vida.
El liderazgo auténtico requiere el mantenimiento perenne de
conductas éticas tanto en la cosa pública, como partidaria o empresarial. La
sonrisa, el optimismo constructor, el entusiasmo edificante que amalgame
voluntades que griten al unísono por la conquista de sus ideales, una tarea
imprescindible y a la que no pueden renunciar quienes deben estar a la cabeza y
en la primera fila de la responsabilidad en la marcha por las calles, en el
micrófono de la tribuna parlamentaria o en el Ejecutivo en Palacio.
¿Será una trágica constante, al cabo de años de apostolado, de no evadir
los temas esenciales del drama, luciendo el coraje moral de estar contra los
mandarines, tener, sin prensa adicta, un
atardecer escéptico por el silenciamiento?