Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
9-11-2025
¡A Haya le decían “Viejo” desde los 36 años!
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Fue
Manuel Seoane, en febrero de 1946, quien en el célebre discurso Recado del
corazón del pueblo, definió esta fraterna actitud hacia el líder trujillano:
“Todos le decimos “viejo” al referirnos
a él, pero viejo porque lo identificamos con esa capacidad de experiencia y de
bondad que a él le llegó tempranamente, dándose el lujo de ser “viejo” desde
los 40 años, cuando todos los de esa edad aproximada seguimos siendo
jóvenes”.
Recuérdese:
Haya fue candidato en 1931 y había anticipado que “quien pierda va contra la
pared”. La persecución de Sánchez Cerro y todas las fuerzas retardatarias fue
un suceso que pasó por fusilamientos, prisiones, deportaciones.
Viejo se le
decía porque veía más allá del horizonte pequeño o la ambición miope y
materialista. A sus “sucesores” incomoda recordar que cobró de sueldo, desde la
presidencia de la Asamblea Constituyente: S/ 1 (un sol) mensual.
Ciertamente
¡qué lejos de asaltos al presupuesto, con trucos en buenas pro y coimisiones
con las que se hicieron ricos, pobres diablos pata al suelo y que luego ya no
saludaban y caminaban con soberbia de patanes!
Hay, en estos
tiempos de la llamada elección interna para escoger a los candidatos del Apra a
diputados y senadores, una especie de conmiseración y piedad con los viejos.
Los hay pícaros y ladrones y todos saben quiénes son, pero también, los hay en
inmensa mayoría de gente que padeció encierro, destierro y al final entierro
por razón de sus ideales y devociones insobornables.
Han pasado 46
años desde que Haya de
Al margen de
opiniones, muy por encima de sesgos, Víctor Raúl fue un hombre decente, en un
país de política infecta y sucia y murió en casa fraterna pero ajena.
De ímpetus y andanadas
incontenibles, Víctor Raúl fue un maestro y un dínamo ambulante que agitaba
conciencias, retaba con fundamento y amaba al Perú con querencia de hombre
grande. Era esencialmente un hombre bueno. Y así lo entendieron las
muchedumbres que le siguieron en su epopeya durante décadas.
¿Cómo puede entenderse
sino, que al sólo conjuro de su voz o de su nombre, los héroes anónimos del
pueblo, arriesgaran el pellejo en la cita clandestina o en el debate que muchas
veces fue sellado con el balazo artero o el fusilamiento letal?
Como si fuera ayer,
recuerdo que aquel 2 de agosto de 1979, en el Aula Magna, un viejo aprista,
famoso por su rudeza, me dijo, vestido en insólito terno y embargado por
lágrimas, mirando los restos del león caído: ¡es al único que respeto!
Para muchos de nosotros,
muy jóvenes entonces, Víctor Raúl no fue sólo el legendario conductor de
multitudes o el jefe del Partido a quien pocos contestaban por una mal
entendida fraternidad que muchas veces era sumisión vasalla, fue también el
agitador y el docente que enseñaba con el ejemplo. Su única riqueza la
constituían sus libros, la arquitectura de un partido con mártires y líderes
caídos y el profundo amor a una causa de justicia.
Citado por Haya, llegué
una tarde fría a Villa Mercedes, donde por todo alimento, tomé una gaseosa que
Jorge Idiáquez me convidó no sin dejar de advertir: ¡que no se dé cuenta el
Jefe porque es suya!
¡Pero yo era un escolar
literalmente muerto de hambre! Víctor Raúl discurrió por regaños de un encargo
que no había podido cumplir y recomendaciones múltiples. Luego de algunas
horas, me preguntó cómo me iba en el colegio y si había almorzado porque me notaba
desfalleciente. Cuando le confesé que no, entonces, blasfemó de la “juventud
desnutrida”, “descuidada” y obtuve una charla sobre los trujillanos
adolescentes que habían combatido en Trujillo en 1932.
Otra vez, sin
proponérmelo, tuve el atrevimiento de preguntarle por causa de qué Rómulo
Betancourt sí había llegado al gobierno en Venezuela en los años 40 y él no.
Eso significó siete o más días de “proscripción disciplinaria” porque el
“Viejo” no quería hablar con un “bocón irrespetuoso”. Creo que fueron esas y
otras calaveradas las que me ganaron su afecto discreto y fraterno.
Las nuevas promociones,
apristas y no apristas, deben entender que la política no tiene que ser
necesariamente sucia o repugnante si quienes están en ella, ostentan, como lo
hiciera Haya de
Le llamaban “Viejo” porque
no fue un ladronzuelo vulgar que usaba a la gente para la cobertura de sus
trapacerías. Hasta un terreno en Trujillo que donó para su partido, fue
polémicamente vendido y se desconoce el real destino de fondos que debieron ser
varias veces la miseria en que fue rematado. Y muchos responsables, están vivos
y con dinero.
¿Qué puede haber ocurrido
como para que hoy gruesos sectores ciudadanos llamen rateros y ladrones a los
apristas? Bastaron dos períodos gubernamentales o más bien aventureros:
1985-1990 y 2006-2011 para que la imagen se deteriorara al punto que hoy el Apra
no existe en las ánforas, menos en las protestas y su sola mención provoca
gruesos denuestos.
Los que
compiten hoy en el viejo movimiento, debieran entender que el peligro de
disolución por el voto de castigo de sus propios afiliados, amenaza muy fuerte.
Y no es menor el riesgo en la competencia nacional que acaso, sea el pitazo
inicial de pompas fúnebres, sin pena ni gloria.
