Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
14-9-2023
Ociosidad, madre de todos los vicios
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La ociosidad, madre de
todos los vicios, ha venido a instalarse en el colectivo social peruano que ya
no investiga, o lo hace epidérmicamente y no ha aprendido a indagar con ojos de
duda para premunirse de verdades sólidas e imbatibles.
Siempre me he preguntado
¿cuáles las virtudes de esos intelectuales de quiosco que premunidos de una
pantalla gigante y una computadora pequeña, repiten mecánicamente cuanto se ve
reflejado en el ecran?
No pocas veces los
relatores son tartamudos, tienen pésima dicción y del castellano no entienden
gran cosa. Sólo pretenden leer cuanto refleja el haz de luz en la superficie
blanca. Estos idiotas modernos usan facilismos retrógrados que envilecen el
lenguaje a cacofonías gestuales de las cuales les es imposible apartarse.
Si acaso un corte de luz o
interrupción subitánea de su “presentación”, entonces, acaece la desgracia y el
fracaso. Incapaces de improvisar, su disco duro no admite semejante
alternativa, hemos llegado al nivel en que apenas superamos a los loros y la
escala zoológica no nos favorece si nos comparamos con estos pajarracos.
Dirán los adictos a este
método: “hoy es así, más rápido”; “las pantallas ayudan”. Es posible que así
sea, pero eso nos confirma que, también, es más rentable leer y repetir sin
creación alguna y sin comprobación que el auditorio entendió algo. Siquiera
algo. Y por cierto: cobrar por tanto “esfuerzo”.
¿Pongo en duda la eficacia
del negocio fácil? ¡Enhorabuena!
Algo parecido sucede con
Internet. Los escolares de hoy y los universitarios de estos días, han perdido
el buen y constructor hábito de la lectura. Todo se reduce al cut and paste y
como original sólo pueden reclamar que ponen su firma a textos que no revisan,
que asimilan acríticamente y que transcriben bajo el supuesto que por estar en
la red son datos exactos e impolutos.
Un estudio privado en
temas comunicacionales de larguísima experiencia y trayectoria determina que
sólo minúsculas porciones escuchan los programas políticos y que más escasos
aún son los que aprehenden algo.
No poco de lo antedicho,
débese al lenguaje primario, casi simiesco de nuestros políticos, absolutamente
primarios, huérfanos de cultura elemental y moderna y lastrados por arquetipos
anclados en 30 ó 40 años atrás.
Si unimos ambas
circunstancias de comunicación insuficiente, mecánica acrítica, entre quienes
se suponen son los instructores y el público llano, podemos explicarnos la
aberrante pobreza del lenguaje de nuestras juventudes que renuncian del
castellano para usar interjecciones en cada frase o sentencia o de la falta de
lógica que los hombres y mujeres públicos denotan a cada instante.
No es tan desencaminada la
idea de volver a los cánones antiguos en que la energía y habilidad del ponente
motivaban en el auditorio la comprensión merced al buen manejo del lenguaje, a
la precisión expositiva y, sobre todo, al esfuerzo mayúsculo que demandaba entablar
empatía con el público tan acostumbrado, hoy por hoy, a las pantallas y a esos
idiotas que repiten como autómatas y que no acometen ¡esfuerzo alguno!
¿No será hora de
licenciar, aunque sea por horas, a esos idiotas modernos que abusan de facilismos
retrógrados? Lo que llega fácil, fácil se va. Las imágenes también se olvidan
y, en todo caso, afincan por algún tiempo hasta que advienen otras más
impactantes.
Los conceptos también
tienen que aterrizar, como era antes, por la deseable vigorosidad intelectual
del expositor y porque, además, tienen el reto fundamental de confrontar la
inteligencia del oyente que así practica y razona. Y no repite sumisamente
cuanto hay en textos que otros preparan.
Trasládese lo antedicho al
cuadro general de un país que pretende ser moderno pero que no puede, a pesar
de cañones y pantallas, borrar de sus calles tanta mendicidad, pulverizar taras
delincuenciales y el accionar de pandillas vinculadas al narcotráfico que hacen
ajuste de cuentas, todos los días.
Y no hablemos de esas
otras cáfilas de vendepatrias que regalan el país merced a contratos con
dedicatoria y concesiones sine die de término con pingues ganancias. Pero la
nación se desprende de su patrimonio con el silencio cómplice de las múltiples
castas que gobiernan regularmente el Perú.
¡Atentos a la historia,
las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el
gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame
y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará
al Perú!