¡Traficantes de la historia!
por Jesús Guzmán Gallardo; jeguzga@hotmail.com
30-7-2015
El mejor homenaje a Víctor Raúl es seguir desenmascarando a una
recua de traidores al ideal supremo de luchar por los desposeídos y a la vez,
evitar que sigan engañando impunemente, haciendo uso de la valentía, que ellos
no tienen, con toda determinación y resolución que nos da el saber que estamos
con la verdad.
Escribir sobre la historia de los acontecimientos más importantes
es una tarea de enorme responsabilidad, que exige rigurosidad en la
señalización de las fuentes usadas. Más aún, cuando el objetivo o razón última
es la lección o el mensaje que puede
extraerse con espíritu crítico, o serio por decirlo de forma sencilla. Sólo así
se logra que el hecho trascienda.
Hacer lo contrario es conseguir sumirse en la nebulosa de la
vulgaridad o en el de la mentira descarada.
La farsa histórica en nuestro país es muy conocida y frecuente,
cuando en la actividad política se ha vuelto un lugar común para crear, o mejor
dicho, fabricar biografías que ensalcen el ego o el culto a la personalidad de
un candidato con pretensiones electorales.
Es el caso específico de quienes urdieron la patraña de la
relación de Alan García Pérez con Haya de la Torre. Le inventaron, entre muchas
cosas, el carácter de discípulo del patricio y para ello montaron tremenda
parafernalia destinada a crear un pasado que nunca existió.
Se financiaron revistas que nadie leía por lo malas que eran, y se trucaron fotografías que
jamás existieron. La gente poco informada se suele tragar sapos con mucha
facilidad y así sucedió con los libelos que fabricaron con el sello de la
impunidad propia de los que trafican con la historia al compás del dinero.
Quien escribe estas líneas, no sólo vivió con intensidad dichos
momentos sino que fue testigo de excepción por el cargo de secretario general
colegiado del Partido Aprista que ostentaba y que puedo exhibir por más de una
década, como miembro del Comité Ejecutivo Nacional de manera ininterrumpida,
amén de una militancia continua desde que ingresé al Club Infantil 23 de mayo
(la CHAP auténtica) cuando frisaba los once años. En suma, asistí al
fallecimiento de Víctor Raúl Haya de la Torre y los prolegómenos de ese
acontecimiento histórico.
Víctor Raúl al ser elegido presidente de la Asamblea Constituyente
en 1978, inició su último periplo en medio del agravamiento de su enfermedad
que prefirió mantener oculta. El jefe del Partido, al confrontar a sus médicos,
reunió a la Comisión Política que se constituía de esa manera cuando la
presidía Luis Alberto Sánchez; en ella nos comunicó que sabía de lo que sufre y solicitó que el hecho permaneciera
como una cuestión de Estado, habida cuenta de la necesidad de fortalecer
primero la organización partidaria para enfrentar la elección del Secretario
General y por ende del candidato a la presidencia de la República por nuestra
organización. Preocupado, pues, por la unidad del partido nos pidió guardar
absoluto secreto y discreción sobre su enfermedad y el correlato inevitable. La
tensión de ese momento se vio coronada por un juramento que incluía el nombre
del candidato que era Armando Villanueva del Campo.
El anti-Haya, es decir Alan García Pérez, era entonces secretario
nacional de organización por lo cual NO participaba, a pesar de su protagonismo
personalista, de dichas reuniones. No existió ninguna referencia al personaje
de marras y menos conjetura alguna sobre algún encargo específico fuera de los
miembros de la mencionada Comisión Política. En ella se diseñó la organización
de convenciones regionales y que serían presididos por sus integrantes; el
objetivo, que ya se mencionó, era la consolidación del Partido.
Sucedió que en algunas de dichas reuniones se cometió deslealtad e
infidencia sobre la salud de Haya, lo cual motivó una reunión de emergencia
donde el jefe del Partido expresó su decisión de no permitir el ingreso a su
casa de los inconsecuentes entre los que estaba García Pérez. Ya había perdido
toda consideración de Víctor Raúl y ciertamente de cualquier protagonismo.
Cuando se agravó la salud de Víctor Raúl se restringieron las
visitas al jefe. En consecuencia el anti-Haya, con mayor razón, nunca pudo
visitarlo.
Lo puedo atestiguar por el hecho de estar muy cerca de ese proceso
al extremo que por mi condición del cargo y responsabilidad tuve el privilegio
y honor de despedirme de Víctor Raúl la noche del 31 de julio de 1979, ya que
viajaba al día siguiente a Cusco y le expresé mi compromiso de informar de la
situación del Partido en dicha ciudad a mi regreso. Haya no podía hablar y sólo
atiné a tomarle la mano que sí pudo levantar levemente en señal de saludo y
adiós. Confieso que sentí que no pude pasar saliva de la impresión y me retiré
inmediatamente de su dormitorio convertida en improvisada clínica. Esta escena
se grabó en mi memoria de forma indeleble y hasta hoy la recuerdo con mucha
emoción.
Recibí la noticia de su fallecimiento en el Cusco e inmediatamente
inicié las gestiones para regresar a Lima y lo pude hacer después de muchos
intentos para conseguir el pasaje en avión, gracias a la generosidad del
prefecto de dicho departamento que militaba en Acción Popular.
A mi llegada a Lima fui inmediatamente al local de Alfonso Ugarte
y me incorporé a la reunión de la secretaría general colegiada que se había
declarado en sesión permanente para organizar los funerales de Haya de la
Torre. Es de esta manera que se tuvo a bien designarme, junto con Luis
Negreiros, para hacer uso de la palabra en el Parque Universitario a nombre de
la juventud del Partido Aprista.
Alan García Pérez NO habló en ningún lugar.
Escribo este testimonio por primera vez, sin ápice de vanidad, con
la intención manifiesta de echar por tierra tantos ídolos con pies de barro que
pontifican sobre un protagonismo que nunca tuvieron, ni siquiera de cerca, en
dichos acontecimientos, porque carecieron, antes y ahora, de la relevancia como
para hablar de algo que encierra tanto cuidado pero que sus afanes e intereses
personales y mezquinos los hacen mentir para un auditorio de intonsos e
ignorantes.
En conclusión, el anti-Haya jamás fue un discípulo de Víctor Raúl
tal como algunos quieren creer o hacer creer y no estuvo jamás en el lecho de
muerte de quien en vida tuvo una conducta totalmente opuesta a la que él exhibe
ahora. Los discípulos superan a su maestro en cualidades y virtudes, García no
le llega ni a los talones. Este político de sainete no se aproxima en lo más
mínimo a quien construyó un Partido con valores y principios que desechaba a
los traidores, al igual que esa cáfila de seguidores, que aún tiene, y que son
los responsables de la destrucción de lo que se construyó con sacrificio, honestidad,
lealtad a la doctrina y coraje; cosas que los miserables condottieros no
poseen.
Alguien que se entrega a los brazos de la derecha para cuidar su
fortuna mal habida, no puede ser jamás considerado seguidor de Haya, cuando a
ello hay que agregar la condición de hipócritas, farsantes, demagogos y
genocidas, que no tienen miramientos para ordenar el asesinato de humildes
pobladores como lo fue el baguazo, llegando al extremo de criminalizar la
protesta social.
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