Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
3-8-2004
Víctor
Raúl: político decente
Han pasado 25 años desde que Haya de la Torre se fuera un 2 de
agosto hacia la historia. Para entonces su liderazgo superaba medio siglo de
lucha fragorosa, de pugna a muerte contra la antipatria y no pocos fueron los
que cayeron en el intento de hacer del Perú madre y no madrastra de sus hijos.
Al margen de opiniones, muy por encima de sesgos, Víctor Raúl fue un hombre
decente, en un país de política infecta y sucia y murió en casa fraterna pero
ajena.
De ímpetus y andanadas incontenibles, Víctor
Raúl fue un maestro y un dínamo ambulante que agitaba conciencias, retaba con
fundamento y amaba al Perú con querencia de hombre grande. Era esencialmente un
hombre bueno. Y así lo entendieron las muchedumbres que le siguieron en su
epopeya durante décadas.
¿Cómo puede entenderse sino, que al sólo
conjuro de su voz o de su nombre, los héroes anónimos del pueblo, arriesgaran
el pellejo en la cita clandestina o en el debate que muchas veces fue sellado
con el balazo artero o el fusilamiento letal? Como si fuera ayer, recuerdo que
aquel 2 de agosto en el Aula Magna, un viejo aprista, famoso por su rudeza, me
dijo, vestido en insólito terno y embargado por lágrimas, mirando los restos
del león caído: ¡es al único que respeto!
Para muchos de nosotros, muy jóvenes entonces,
Víctor Raúl no fue sólo el legendario conductor de multitudes o el jefe del
Partido a quien pocos contestaban por una mal entendida fraternidad que muchas
veces era sumisión vasalla, fue también el agitador y el docente que enseñaba
con el ejemplo. Su única riqueza la constituían sus libros, la arquitectura de
un partido con mártires y líderes caídos y el profundo amor a una causa de
justicia.
Citado por Haya, llegué una tarde fría a Villa
Mercedes, donde por todo alimento, tomé una gaseosa que Jorge Idiáquez me
convidó sin dejar de advertir: ¡que no se dé cuenta el Jefe porque es suya!
¡Pero yo era un escolar literalmente muerto de hambre! Víctor Raúl discurrió
por regaños de un encargo que no había podido cumplir y recomendaciones
múltiples. Luego de algunas horas, me preguntó cómo me iba en el colegio y si
había almorzado porque me notaba desfalleciente. Cuando le confesé que no,
entonces, blasfemó de la “juventud desnutrida”, “descuidada” y obtuve una
charla sobre los trujillanos adolescentes que habían combatido en Trujillo en
1932.
Otra vez, sin proponérmelo, tuve el
atrevimiento de preguntarle por causa de qué Rómulo Betancourt sí había llegado
al gobierno en Venezuela en los años 40 y él no. Eso significó siete o más días
de proscripción disciplinaria porque el “Viejo” no quería hablar con un “bocón
irrespetuoso”. Creo que fueron esas y otras calaveradas las que me ganaron su
afecto discreto y fraterno.
Las nuevas promociones, apristas y no
apristas, deben entender que la política no tiene que ser necesariamente sucia
o repugnante si quienes están en ella, ostentan, como lo hiciera Haya de la Torre , genuina devoción por
el Perú y su gente. Probablemente esa sea la lección inmarcesible y
paradigmática legada por este hombre de imborrable recuerdo.
Víctor Raúl: político decente.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden
lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene
cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a
media voz!
hcmujica.blogspot.com
Skype: hmujica
No comments:
Post a Comment