Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
31-7-2014
Andrés Townsend
Ezcurra: a 20 años de su partida
Un día como hoy, dos décadas atrás, se fue el maestro Andrés
Townsend Ezcurra. Político de altos quilates morales, ideología y credo
aprista, profesor universitario, autor de casi una veintena de libros, devoto
cultor del Parlamento Latinoamericano, hizo de su vida un ejercicio creativo y
advirtió temprana y tenazmente contra lo que veinte años después no es sino
palurdo y siniestro club de patibularios en busca de un puestito en la
administración pública. En eso ha terminado la ilustre creación cívica y
política que fundara Víctor Raúl Haya de la Torre.
"ATE está funcionando muy bien. Llegan cosas abundantes
en recortes de Montevideo y Buenos Aires. Tiene un dinamismo y un sentido de
responsabilidad que cada día me acercan más a él. Ojalá se mantenga así. Pero
hasta hoy es uno de los más eficientes y comprensivos portavoces de la nueva
camada aprista, si no el mejor. Sobre todo comprende la necesidad de una labor
incesante y hace labor aprista a firme y a fondo. Además, entiende lo que el
aprismo como obra continental y ha entrado firme en el apostolado. Hay que
alentarlo porque el tipo vale." Haya
de la Torre, Carta de marzo de 1937 a Luis Alberto Sánchez. Vol. I, pp. 302-303 de Correspondencia Haya
de la Torre-Luis A. Sánchez. Mosca Azul Editores, Lima 1982. (ATE era la forma
abreviada y usual del nombre de Andrés Townsend Ezcurra). Cita en 50 años de aprismo, 1era edición,
Lima 1989.
Las nuevas promociones apristas -en realidad alanistas- han
sido educadas, aunque el término es más bien impropio, en la ignorancia y en la
más versátil elusión histórica. A duras penas pueden reconocer etapas de una
forja que fue compendio de blood, sweat, soil and tears al que confundieron en
los 20 años que pasaron con "cómo es la mía" o en el vulgar
mercenarismo a cambio de pitanzas monetarias o pagadas con un puestito en
cualquiera de los desgobiernos 1985-1990; 2006-2011 en que campeó el amiguismo,
la compadrería, el utilitarismo, la monra, el robo y la estafa desde Palacio y
bajo la capitanía de quien se ha descubierto que no era doctor sino ladrón a
secas.
Este es un testimonio personal. No pido a nadie que lo
suscriba. Me unió a don Andrés una amistad prolongada y fraternal. Escuché sus
reflexiones, corregí no pocos de los textos que me encargó durante larguísimos
años de encendidas brasas en el combate político y, como modesto periodista,
algo aprendí. Debo confesar que fui uno de sus peores alumnos y eso sin
ambages. Otros, más generosos, me llamaban secretario.
Andrés Townsend Ezcurra se fue sin odio porque, tal como lo
comentamos con alguien cercano a él, éste ocupaba mucho lugar. Sus advertencias
de cómo el Partido Aprista iba llenándose de pillos so pretexto de posturas
ideológicas, típico cartabón que siempre arguyen los delincuentes, trocaron en
realidad trágica y este movimiento político se vio vinculado a
narcotraficantes, tahúres vulgares y albergó en sus filas a individuos que
luego fueron protagonistas de sonoros juicios y todos bajo una sola acusación:
¡inmoralidad y raterías!
Dueño de una prosa galana o, como decía Nico Mujica, de
buida pluma, don Andrés escribió artículos, ensayos y libros desde muy joven.
En esa pasión, hasta Domitila, su vieja Remington, algunas veces sufrió el
empeño benefactor y proveedor de fondos inmediatos hasta que llegaran los que
enviaba su padre desde Perú y entonces se producía el rescate de Domitila en
alegres e inolvidables días del primer destierro en Buenos Aires, Argentina.
En campaña interna y con mis simpatías jamás ocultas, un
aprista cusqueño me dio una razón extraña y campanuda sobre ATE: "el c.
Andrés nunca será presidente........ porque es ...... gringo". Cuando le
conté al propio Townsend esta versión estalló en carcajadas amplias, sonoras y
fraternas. Sólo comentó: "el Apra también es peruano, compañero Mujica".
Que otros olviden en la miseria de sus incomprensiones a don
Andrés, es cosa de ellos. No pocos ocultan su entonces muy útil cercanía con
él. Otros ni siquiera le llegaron a tratar aunque le apostrofan bobamente. Y
los más no leen su copiosa producción periodística e ideológica. A muchos les
escuecen sus latigazos éticos.
Tuve la suerte en mis días escolares de ser presentado a
Andrés Townsend Ezcurra por Víctor Raúl Haya de la Torre, entonces apenas si
pasaba los 16 años, pero pude ser testigo de cómo el acero de una fe y una
doctrina empezaban con una premisa fundamental: no hay que robar para ser político. En el caso de los antecitados,
no hay mácula, ni la más pequeña, que cuestione su entereza valiente y fe
inmarcesible.
En tiempos en que a los apristas se los confunde con rateros
y estafadores, es decir alanistas, consuela saber que protagonistas de la
epopeya del partido otrora esperanza y clarín de protesta y victoria del
pueblo, fueron honrados, limpios, insospechables de títulos o doctorados
fraudulentos.
A veinte años de la desaparición de un grande de la política
nacional, Andrés Townsend Ezcurra, izo mi bandera a media asta simbólica y como
fuera durante largos lustros hilo de comunicación cotidiana, reitero la cordial
jaculatoria: ¿Cómo le va compañero Townsend?.
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