por Herbert Mujica Rojas
21-2-2008
¡Traficantes de cadáveres!
Nada puede justificar la muerte de cuatro hombres del pueblo en
diferentes partes del país y como consecuencia de violencias
policiales que deben investigarse exhaustivamente y castigarse con
nombre y apellido, en ocasión de las protestas del paro agrario. Pero,
la perversión política cuasi natural en Perú, invierte los valores y
hace parecer estas lamentables defunciones como parte indispensable,
insumo cínico, condimento sine que non, de la algazara política en la
que sólo reclutas son las víctimas, carne de cañón, mientras los
generales de escritorio, los mariscales de cuatro paredes, tiran la
piedra y se esconden bajo montañas de publicaciones, dólares
simpáticos y un reaccionarismo que no tiene justificación alguna.
¿Puede tildarse de éxito, cuanto más víctimas y así se culpa al
gobierno torpe, carente de fanales nacionalistas, citadino y
claudicante? O, ¿nunca nos fuimos de la patibularia costumbre de creer
que hay "mártires" de primera, segunda o tercera clase?
Una primera, casi única condición, que tienen que garantizar, merced a
la organización, disciplina, principios, los que impelen a las
marchas, es que ¡todos los que salgan, retornen, sanos y salvos a sus
casas! O que los equipos legales funcionen y decanten las mañas
conocidas que hacen de los detenidos, pararrayos para todo objetivo,
con tal de mostrar "eficacia" en la represión. Tampoco, juego innoble,
satanicemos a la policía, mucho menos permitamos abusos o crímenes.
Tan culpable y homicida es aquél que dispara a la cabeza o al cuerpo,
con o sin uniforme, como aquellos que trafican con los cadáveres, dan
discursitos ¡pero no ganan, jamás, una sola elección!
En Perú hay grupetes minúsculos que se atribuyen capitanías populares
y liderazgos que sólo existen en sus imaginaciones onanistas. Cuando
son retados a pelear en la única expresión que conoce la democracia,
es decir, la competencia en las urnas, sus votaciones ¡son ridículas,
ínfimas, nada representativas! El pueblo es más sabio que todos los
sabios, y no los vota. Tiene que existir un conjunto de razones que
merece un estudio completo pero del cual se puede inferir una premisa
inequívoca: ¡estos autonombrados líderes, no concitan ni tienen atrás
de sí, la voluntad popular! Y las toneladas de papel, sólo fabrican
fantasía y maire, maire, cabellicos que se lleva el aire.
Las jornadas recientes son de luto absurdo. ¿Por causa de qué se
empleó tanta violencia represora? ¿cómo y de qué modo fueron tan
irresponsables, los que lanzan a la gente como carne de cañón (¿algún
mariscal de juguete está detenido?) y no mensuraron lo que debió ser
sólo marcha y vuelta a casa? Para los traficantes de cadáveres sí es
redituable que las balas asesinen campesinos, porque eso significa
insumo y exaltación de la sempiterna rabia protestante que no llega
con este gobierno sino desde la mismísima y mal llamada independencia
en 1821. Los que advinieron a semejante hecho, fueron los españoles
que se rebelaron contra sus tíos, primos y abuelos que llegaron de la
península con sus curas, porquerizos y espejitos para extasiar a los
regnícolas. ¡Nada más!
La estupidez represora y el mercenarismo violentista son parte, ambas,
de la disolución nacional. A ella contribuyen los extremistas de
cualquier signo. A la postre ¿qué diferencia a un rábano caviar
chilenófilo y pro-yanqui de un derechista momio y conservador a
ultranza? ¡Todos viven de los dólares que roban bajo edificios legales
y a través de las organizaciones de nuevos gángsteres para la
confección de paliativos que prolongan en el tiempo porque generan
(pretextan) más recursos! ¿Y el pueblo?: convidado de piedra eterno,
proveedor de víctimas, presente en los velorios, receptor de
discursitos, diplomas póstumos o ascensos cuando ya no pueden gozar de
tales reconocimientos. ¿Y los "líderes"?: detrás de sus escritorios,
cobrando cheques en bancos, peleando "revolucionariamente" desde sus
proletarias casas de playa a las que viajan en sus humildes 4 x 4,
planeando cuánto menos paga a esa pléyade de profesionales
desempleados que sufre el virreynato abusivo y violador de sus
derechos humanos y laborales, de directores de proyectos que son
poderosos en lo que llaman "sociedad civil".
Midamos con la misma vara a tirios y troyanos. Y no caigamos en la
vulgaridad fácil de echar la culpa sólo a algunos. Yo estoy cierto que
mucho más asesinos son aquellos que organizan hordas y mandan a la
muerte a gente humilde que, a veces pasa, ni siquiera entiende del
todo, la compleja realidad de lo que impugna.
¿Y los partidos políticos? En Perú no existen partidos. Sólo hay
clubes electorales o cofradías que han perdido la brújula de
navegación democrática. Y han abandonado, absolutamente, el anhelo
revolucionario de construir una nación, libre, justa y culta. ¡Qué
verguenza!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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