21-2-2008
La tragedia del 79, Alfonso Bouroncle Carreón, Studium, Lima
59 Operaciones militares
Pese a la acción de franco hostigamiento en contra de Cáceres
efectuada por Piérola y Montero por medio de las fuerzas o recursos a
su mando o influencia, la segunda campaña de La Breña se inició el 26
de febrero en Comas, cuando ese pueblo fue visitado por un
destacamento chileno, y durante cuatro días, se dedicaron a las
mayores tropelías contra la población, motivando repudio. Se organizó
el pueblo a órdenes de un joven lugareño Ambrosio Salazar y la
respuesta la dieron el 2 de marzo, cuando emboscaron en el cerro
Sierra Lumi a dicho destacamento que regresaba de haber depredado la
región, acarreando más de 600 reses y apreciables cantidades de
comestibles arrebatados a los lugareños. En el encuentro, sea por
bala, derrumbe de piedras o lucha cuerpo a cuerpo, murieron 15
enemigos y los demás huyeron dejando el botín que traían.
Esa primera acción señaló igualmente el inicio del actuar directo de
los pueblos en defensa de sus localidades y el país, no requiriendo de
líderes ni militares foráneos que los organicen y dirijan. Ellos de
acuerdo a sus recursos e iniciativas se lanzaron contra el invasor,
surgiendo, en esa forma, nueva faceta de la lucha contra Chile. No
sólo fueron los ejércitos de línea, que prácticamente habían
desaparecido o aquellos organizados por Cáceres y los oficiales del
antiguo ejército que seguían actuando en las serranías, en ese momento
era el pueblo que en forma espontánea se incorporó a la guerra. Era el
Perú profundo emergiendo para la defensa de su terruño. Eran los
eternamente olvidados e incluso despreciados por los gobiernos
centrales y el enemigo, que, surgiendo de sus comarcas se alistaron
espontáneamente en la cruzada nacional. Eran los "indios" despreciados
por Ricardo Palma o los "protegidos" por Piérola cuando se sintió cual
nuevo pontífice en la redención de esas almas, pero que nunca hizo
absolutamente nada por dicha protección. Quienes surgían al clamor de
la sangre y los vejámenes sufridos para defenderse y ejercitar
venganza por los atropellos y asesinatos que sufrían a manos del
enemigo. Y se dejaron sentir a la par que surgía nueva página en la
historia de la infausta tragedia y del país.
Después de Sierra Lumi, se produjeron acciones dispersas, tales como
las de Huarochirí y Tahualpuquio el 3 de abril. Ese mismo día, en
forma simultánea pero sin conexión entre ellos, en la región de Pazos,
casi al final sur del Mantaro, una columna chilena dedicada al saqueo
y exacciones fue atacada por un grupo guerrillero. Las acciones de
rechazo no sólo fueron armadas, también se produjo la negativa a pagar
los cupos impuestos como ocurrió en la zona de Jauja, lo cual fue
informado al comandante chileno por el alcalde de esa ciudad. En esos
días, también se produjo el hostigamiento a la columna del comandante
Barahona en el valle del Mantaro por fuerzas guerrilleras. Surgió, a
lo largo del río, una resistencia que se incrementó de continuo y los
chilenos comenzaron a dudar de su capacidad de dominio para el libre
atropello y saqueo.
En el pueblo de Chupaca, al enterarse de la proximidad del enemigo,
los pobladores se unieron a un grupo guerrillero y a órdenes de un
lugareño Jacinto Salvatierra y el gobernador Cuevas, se enfrentaron a
los chilenos, quienes frente a las bajas surgidas, se vieron obligados
a solicitar refuerzos para doblegar la resistencia y una vez lograda,
se dedicaron a la destrucción, saqueo e incendio de la población.
Acción vandálica que continuaron realizando los invasores en los
pueblos de la región, procediendo a la sistemática destrucción de
ellos, surgiendo nueva resistencia en Huaripampa, donde el párroco de
la localidad Buenaventura Mendoza fue quien comandó la resistencia,
muriendo en ella. Durante el 21 y 22 de mayo, las guerrillas de
Acostambo, Tongos y Pazos desarrollaron acción guerrillera contra una
columna de trescientos efectivos apoyados con artillería de montaña,
hostigándolos de continuo.
El ejército de Chile, que organizó en Huancayo su cuartel de
operaciones, sintió la continua presión ejercida en su contra. No
encontraron un ejército regular contra el cual combatir; pero la
guerrilla, si bien incapaz de definir situaciones, los desgastaba al
producirse bajas en forma continua, pese a las feroces represalias
ejercidas o el arrasamiento de poblaciones que no habían mostrado
acción hostil a su paso. Para el comandante Del Canto, la situación se
le tornó difícil y, sus acciones de aplastamiento, no produjeron el
efecto de atemorizar a las poblaciones, sometiéndolas por el terror.
La respuesta fue diferente y, por el contrario, cada día encontraron
nuevos elementos de oposición. En esas circunstancias entró en
operación el ejército de Cáceres, al haber terminado la preparación de
aproximadamente tres mil guerrilleros.
La primera localidad que decidió atacar fue Marcavalle, efectuándolo
el 9 de julio al amanecer, con el batallón Tarapacá, apoyado por otras
fuerzas. Los chilenos se vieron obligados a retirarse a Pucará, donde
igualmente fueron derrotados y huyeron hacia Zapallanga, donde también
los obligaron a fugar precipitadamente hacia Huancayo. La falta de
tropas de apoyo y caballería impidió que la derrota fuera completa.
Los enemigos sufrieron alrededor de 200 bajas y dejaron en los campos
de batalla armamentos y municiones, víveres, bagajes, caballos e
incluso un estandarte y la caja del regimiento.
Ese 9 de julio resultó completamente adverso a los invasores, pues el
mismo día, el pueblo de la Concepción fue atacado por el coronel
Gastó, con un grupo de soldados y grupos guerrilleros de las
inmediaciones, quedando después del combate 76 cadáveres enemigos,
salvando la vida un solo efectivo, el joven Buenaventura Arenaza,
quien se quedó a vivir en la localidad. Al día siguiente, el grueso de
las tropas procedentes de Huancayo, arrasaron con el pueblo de
Concepción, pretendiendo hacerlo desaparecer de la faz de la tierra
con cargas de dinamita, pertrecho que siempre llevaron en abundancia
al realizar sus correrías. La población pagó un tributo de
aproximadamente 700 muertos, al ser asesinados incluso los enfermos
que encontraron en sus lechos, además de todo ser viviente que se
encontró por los alrededores. En ese baño de sangre efectuado
sádicamente, las primeras víctimas fueron sesenta y cuatro prisioneros
que llevaban, los cuales fueron, no fusilados, sino victimados con
ensañamiento. Para Chile no existió tratado ni convención
internacional ni de la cruz roja, que lo obligara a respetar la vida
de los prisioneros ni de los no beligerantes. Ese día en Concepción y
sus pueblos próximos, pagaron con sus vidas la vindicta que los
chilenos necesitaron saciar, no para vengar a sus muertos, sino la
revancha de haber sido derrotados en cuatro oportunidades el día
anterior, además, cumplían las órdenes de sus gobierno de desangrar al
Perú en la vida de sus pobladores y riquezas hasta que no quedara nada
que se moviera o pudiera llevarse. Esas fueron las órdenes, y Del
Canto, para cumplirla, puso de su parte todo el instinto primitivo que
llevaba, pero habiéndolo refinado al máximo del encarnizamiento, que
igualmente fue inculcado a sus oficiales y soldados. Los chilenos
convirtieron a Concepción y sus alrededores en un matadero.
Esas acciones motivaron que la segunda expedición al centro fracasara
y, Del Canto, no tuvo otra solución que abandonar, muy a su pesar, al
terminarse depredaciones y saqueos, el departamento de Junín que
resultó demasiado hostil a su contingente y replegarse a Lima. Medida
tomada después de haber perdido aproximadamente un veinte por ciento
de sus efectivos entre muertos y heridos, que para un contingente de
tres mil hombres, resultó pérdida altamente significativa, sin contar
las frecuentes deserciones que incrementaron de continuo y la moral de
los soldados se fue deprimiendo. Al mismo tiempo el nombre de Cáceres
entre sus enemigos, creció en respeto y comenzaron a rodearlo de un
aura de invencibilidad, pero los más comprendieron que era un ser
humano empeñado en una cruzada en defensa del país. Que no fue
bandolero ni guerrillero, como lo quisieron hacer aparecer para
victimarlo sin respeto, si lo tenían a mano, sino, un militar lleno de
entereza y patriotismo que luchaba tesoneramente contra propios y
extraños, contra los chilenos y las insidias de los peruanos, y sin
embargo, seguía combatiendo y perseverando en esa lucha, mientras el
invasor hollara el suelo patrio. Tesón que le fue ganando la
admiración y respeto de los adversarios, quienes al mismo tiempo,
propiciaron cuanta medida pudieron para hacerlo desaparecer, mediante
el crimen o traición. Al respecto, Lynch no reparó en medios para
lograrlo, dedicándole parte de su menester.
El Brujo de los Andes, con ese empeño en la resistencia, cambió los
designios chilenos sobre el país. De ocupación permanente, ya que la
riqueza nacional daba con creces para mantener el ejército de
ocupación, a una retirada con tratado de paz a la fuerza, que
comenzaron a buscar desesperadamente, obligándolos a dejar de lado
intrigas y designios que tenían para o con Bolivia, país al cual en
cualquier forma desearon colocar, en un tratado final, interpuesto
entre Perú y Chile, pero, el actuar de Cáceres frustró esos intentos.
No comments:
Post a Comment