Friday, February 01, 2008

La batalla de Arica. La traición de Belaunde

Historia, madre y maestra
1-2-2008

La tragedia del 79, Alfonso Bouroncle Carreón, Studium, Lima

Anexo 28 La batalla de Arica. La traición de Belaunde

Sin embargo, últimamente se ha reaccionado en nuestra patria en el
sentido de no permitir que nuestra historia continúe siendo objeto de
adulteraciones de parte de ciertas personas que han tomado a su cargo
tan ingrata tarea, "contribuyendo con esta conducta torpe y criminal,
a embrutecer al pueblo en todas sus condiciones sociales y a mantener
corrido el velo que cubre las traiciones, fraudes, crímenes y
cobardías de los hombres responsables de nuestra ruina y humillación,
conquista y desprestigio".

Así se expresaba El Abate Faria (don Manuel Romero) en una carta
abierta al director de "El Tiempo" de Lima, señor Pedro Ruiz Bravo (*)
a propósito de un editorial que este periodista publicó llamando la
atención sobre la necesidad de escribir la verdadera historia del
Perú, y manifestando que "tiene razón El Tiempo al lamentarse de que
las generaciones pasadas hayan sido engañadas y que las presentes y
futuras, a sabiendas, también lo sean".

Y agregaba en su patriótico empeño de que la verdad resplandezca al
escribirse nuestra historia:

"En el Perú el que ha sufrido y sufre terriblemente la inconciencia de
algunos escritores e historiadores que, desde las redacciones de los
periódicos y de sus gabinetes de trabajo, han cometido la ruin tarea
de embrutecer a tres generaciones de peruanos' .

'"Puedo garantizar a Ud., señor, que hasta hoy no se ha escrito la
verdadera historia del Perú y que casi todos los textos que en
escuelas y colegios se estudian, son amplias narraciones vulgares, sin
ningún valor histórico, escritas casi en su totalidad por hombres sin
valor moral o incapaces, semianalfabetos, plagiadores y copiadores de
historiadores que yacen en la tumba y no pueden protestar".

Nosotros creemos también como El Abate Faria y con el director de "El
Tiempo", que no se ha escrito aún la verdadera historia nacional, cual
lo ha sido ya en Chile por el infatigable Barros Arana, y en otros
países de Hispano-América.

En un artículo histórico que el que esto escribe publicó ha pocos años
en "El Comercio" de esta capital, nos dolíamos también de esta omisión
propia de nuestra psicología.

Nota discordante en el Consejo de guerra.— El jefe del "Cazadores de
Piérola" deserta en presencia del enemigo.— Cobardía de dos jefes
chilenos.— Un historiador de la misma nacionalidad los estigmatiza.

Como sucedió en las filas sitiadoras, también hubo nota discordante en
las nuestras, es decir, en la junta de guerra que acabamos de
historiar; pero nosotros, siguiendo consejo de un militar amigo y
codepartamentano, hemos estado a punto de no consignarla en estas
páginas, para no amenguar la solemnidad y trascendencia del acuerdo
que adoptó la junta precitada, en la que, como antes hemos visto,
todos opinaron como el coronel Bolognesi, menos uno, acaso, por
ignorancia, falta de patriotismo o porque el miedo se adueñó de su
ser, ya que se trataba de un jefe improvisado elevado a la categoría
de tal, como mando de cuerpo, por el favoritismo político. Nos
resistimos a estampar su nombre, pero nos manda imperativamente
hacerlo nuestro deber de escritores verídicos y el hecho de que
tampoco faltaron jefes cobardes en las filas chilenas, dos de los
cuales se resistieron a asaltar las baterías peruanas. Estos militares
chilenos fueron don Ricardo Castro y don Luis José Ortiz.

El jefe peruano que discrepó de la opinión de sus compañeros de armas,
fue el coronel de guardias nacionales Agustín Belaunde, jefe del
batallón "Cazadores de Piérola", formado casi en su totalidad de gente
colecticia tacneña. En el consejo de guerra este individuo fundó su
voto en favor de la capitulación, alegando que, habiéndose perdido
toda esperanza de auxilio, sea de Leyva, o de Montero, era pueril
creer que las escasas tropas de que se disponía, fueran capaces de
contener el empuje de las orgullosas legiones invasoras; que no era
acción de cobardes capitular ante enemigo tres o cuatro veces superior
en número, haciendo antes "tabla rasa" de Arica y sus fortificaciones;
finalmente que no hacerlo así, era sacrificar, a sabiendas, tanta
juventud en flor; era llevarla al matadero (textual).

Es de suponer la indignación que causaría a los presentes tales
declaraciones; todos protestaron de ellas, atribuyéndolas a cobardía.
Fue ésta, en efecto, nota triste, discordante, en momentos tan
solemnes, en que la imagen bendita de la patria flotaba en la amplia
sala, ensangrentada, envuelta en los pliegues vaporosos de nuestra
bicolor enseña, clamando venganza por las ofensas que el enemigo
acababa de inferirle en el Campo de la Alianza.

Pero Belaunde no paró ahí; al saber que, por razones de orden
disciplinario se había decretado su arresto, a bordo del monitor
"Manco Cápac", no esperó la notificación del caso: desertó de su
cuerpo en circunstancias que el enemigo asediaba a la plaza.

Cuando el oficial encargado de notificarle el arresto se constituyó en
el cuartel del "Piérola", Belaunde ya había consumado su acto indigno
y vil; hacía rato que se hallaba de fuga, camino de Arequipa, dándose
trazas para no caer en poder del enemigo, que a la sazón merodeaba por
los alrededores de Arica. Esto sucedía el lo. de junio.

No tardó en hacerse del dominio público la acción criminal de
Belaunde, tildándosele con los más acervos y merecidos calificativos.
Fue un cobarde desertor; su nombre será en todo tiempo execrado, como
lo es en Chile el del comandante Castro, jefe del 3o. de línea.

Belaunde a punto de ser pasado por las armas

Cuando aquél huía desatentado del teatro de su hazaña a esconder la
vergüenza de su acción, la justicia estuvo a punto de caer inexorable
sobre él. Sin pensarlo se encontró en el camino a Tarata con el
prefecto de Tacna, doctor Pedro Alejandrino del Solar, que se dirigía
a Arequipa, después de la derrota del Campo de la Alianza.

Belaunde no pudo disimular la contrariedad y el temor que experimentó
por tan inesperado encuentro. 1 como no pudiera justificar su
presencia en ese sitio, ni dar noticias concretas de la guarnición de
Arica, hizo sospechar que había desertado de las filas de Bolognesi;
por lo que el doctor del Solar lo redujo a prisión, salvando
milagrosamente de ser fusilado por no haberse encontrado en esos
momentos oficiales de alta graduación para formar consejo de guerra.

Las patriotas placeras tacneñas castigan al desertor.

Dos o tres años después de la ocupación de Tacna por las armas de
Chile, Belaunde regresaba de La Paz (Bolivia) a la primera de las
ciudades citadas. Un buen día se le antojó visitar la plaza del
mercado; pero nunca lamentará lo bastante la hora en que tal hiciera.
Lluvia de coles, cebollas, patatas, etc., arrojaron sobre él las
patriotas placeras tacneñas, la mayor parte de las cuales lloraba la
pérdida de un deudo o amigo suyo muerto en el combate de Arica.

Así castigaron la cobarde acción del que desertó de las filas que
comandaba, en circunstancias que el enemigo de la patria se hallaba al
alcance de los cañones del puerto.

Belaunde diputado a Congreso

El dictador Piérola pagó con creces a Belaunde— a quien estaba ligado
por los vínculos del compadrazgo— los servicios políticos que le
prestara en sus pasadas revoluciones.

Olvidó el agitado caudillo demócrata que este mal peruano llevaba en
su frente el 'Inri" infamante de cobarde y desertor; y haciendo
escarnio de la vindicta pública, que a gritos reclamaba el castigo del
réprobo, le prestó eficaz apoyo en su gobierno (1896), a efecto de que
fuera elegido —como lo fue— diputado a Congreso por la provincia de
Tayacaja no obstante haber protestado de ello los representantes
parlamentarios por Tacna libre, distinguiéndose entre éstos por la
vehemencia y calor con que trató el punto, el probo y patriota tacneño
señor Modesto Basadre.

Por habernos ocupado con más amplitud de la necesaria de tan
tristemente célebre personaje, nos abstenemos de comentar el error
político -por no calificarlo de capricho inconcebible- en que incurrió
el Sr. de Piérola, al apoyar la candidatura de este mal peruano;
atribuyéndolo a la desorganización política de la época, como
consecuencia de la revolución coalicionista que puso término a la
segunda administración del general Cáceres.

VARGAS HURTADO, Gerardo "La Batalla de Arica", Lima, Col. Documental,
1980, p. 62-5 y 70-1.

(*) "El Tiempo" de Lima, de 28 de setiembre de 1919.

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