La tragedia del 79
Alfonso Bouroncle, Carreón, Studium, Lima
20 Chile
En Chile, los orígenes de la guerra de 1879 se encuentran en la acción
política y de gobierno desarrollado por Diego Portales, periodista,
ultra-conservador y político que orientó su actuar en luchar contra el
liberalismo de su país y como señala el historiador Mariano Felipe Paz
Soldán, quien escribe: (39)
"Derrocado el poder español en el Perú, continuó éste con Chile las
buenas relaciones que los ligaban, a pesar del conocido desafecto que
tenían al Perú los primeros hombres de aquel estado, por causas que
luego explicaremos. "Una vez establecido el orden interno, el gobierno
del Perú pensó en fomentar el comercio exterior; pero los decretos que
dictó con este sano propósito, disgustaron y alarmaron a Chile, y en
particular a don Diego Portales, en cuyo corazón se reconcentraba el
odio y la envidia al Perú, en pago al dinero que adquirió, y de la
hospitalidad que recibió.
Aprovechó la ocasión para predicar la guerra contra éste; la época le
fue propicia, porque muchos peruanos se encontraban asilados en Chile
(de 1833 a 1836) perseguidos a consecuencia de la guerra civil; y
deseaban derribar a Orbegoso y Santa Cruz, lo cual ofrecía a Chile un
buen contingente de militares y políticos. Establecida la
Confederación Perú Boliviana, bajo la protección de Santa Cruz, se
sublevó los ánimos en el Perú, e inclinó la opinión de una manera
decisiva en contra de ese orden de cosas, presentando a aquella nación
la mejor oportunidad de dar salida a sus mal reprimidas prevenciones.
"La guerra fue declarada a la Confederación en 1837; pero el tiempo
que todo lo descubre, ha dado a conocer que la verdadera causa fue
esencialmente mercantil, y que uno de los objetos que se propuso
Portales fue la desmembración del Perú para debilitarlo, plan que se
extinguió con la muerte de éste, pero dejó sembrada la idea".
Durante su dictadura y para oponerse al ejército, reestructuró la
guardia civil o nacional. Dio de baja, después de la batalla de
Lircay, último combate de la guerra civil, a todos los oficiales y
jefes del ejército opositor de Freire. Reestableció la Academia
Militar de Chile destinada a la preparación técnica de la futura
oficialidad, seleccionada en el medio aristocrático y adicto al
régimen.
La derrota de la Confederación por acción del ejército chileno
determinó que en Europa y Estados Unidos se comenzara a mirar a Chile
como un país fuerte en la costa del Pacífico, además, que el puerto de
Valparaíso, por las medidas comerciales muy favorables que tenía, lo
colocaron como el de mayor actividad en esta parte del Continente.
Al producirse el descubrimiento de depósitos de guano en Atacama, en
1842, el presidente chileno Bulnes sancionó una ley declarando que los
depósitos meridionales al paralelo 23 de latitud sur eran de propiedad
nacional y por lo tanto sujetos a decomisos e impuestos.
1863, por reclamaciones de Bolivia, la flota chilena ocupó el puerto
de Mejillones en el territorio boliviano de Antofagasta.
1866, 10 de agosto, durante el gobierno de Melgarejo se suscribió un
Tratado que dispuso dejar en forma dudosa los límites entre los dos
países, además que entre los paralelos 23 y 25 de latitud sur, los
yacimientos que se descubrieran y explotaran en determinadas áreas
serían considerados de propiedad de ambas naciones.
1868, en Londres celebra un convenio Chile, para que el gobierno
inglés les permitiera retirar dos barcos de guerra, recogiendo las
corbetas "Chacabuco" y "O'Higgins" de 1670 toneladas, sin embargo, sus
diplomáticos en la misma época trataron de evitar que el Perú retirara
el "Atahualpa" y "Manco Cápac" de Estados Unidos.
1871. Contrata la construcción en astilleros ingleses de dos blindados
de 3600 toneladas cada uno, que fueron el "Blanco Encalada" y el
"Cochrane", además de la cañonera "Magallanes" y el transporte
"Toltén", barcos construidos con gran celeridad, en trabajo de tres
turnos que se rotaban día y noche incluidos feriados y domingos, para
lo cual fue necesaria la participación activa de 500 a 600 obreros.
1873. Reorganización total del servicio de arsenales de la marina. Se
incrementó la dotación naval para cubrir las plazas para los nuevos
buques, incluido con alumnos de la escuadra naval y los procedentes de
los barcos de guerra ingleses donde muchos oficiales chilenos
prestaban servicios en adiestramiento y perfeccionamiento de estudios,
además de todos aquellos otros que se encontraban en Europa en
diversas comisiones —se debe suponer que de perfeccionamiento de armas
y estrategias navales—.
Se contrataron en Inglaterra ingenieros, mecánicos, sargentos para las
brigadas de artillería de marina, se incrementó el salario de los
marinos y el del enganche de la marinería: los batallones de
artillería de marina fueron incrementados a 600 plazas. Para los
servicios de sanidad igualmente se contrataron cirujanos y personal
auxiliar.
La marina quedó constituida por los dos blindados; las dos corbetas
recogidas en Inglaterra en 1868; además de la "Magallanes" de 772 T. y
"Abtao" de 1051 T. siendo sus barcos más antiguos la "Esmeralda" de
854 T. y la "Covadonga" de 600 T. Contó con más de una docena de
transportes artillados, proporcionados por la Compañía Sudamericana de
Vapores, creada en 1872, y que, en caso de conflicto, debía brindar
sus embarcaciones al gobierno.
El ejército estuvo constituido por uno regular de línea sobrepasando
las 8,000 plazas, perfectamente armados y adiestrados, y algo más de
54,000 reservistas dentro de la guardia nacional, hombres que podían
estar o no en servicio activo, adecuadamente adiestrados. Para esos
hombres, Inglaterra había proporcionado ametralladoras, fusiles,
abundante munición y talleres para reparación, vestuario, telas para
uniformes y a su gestión las fábricas alemanas Krupp entregaron la
artillería que en ese momento era lo mejor del mundo y los
correspondientes artilleros.
El espionaje chileno en el Perú estuvo dirigido por sus cónsules y
contaba con la colaboración de ciudadanos mapochinos que desde hacía
muchos años, vivían en el país y los gastos que requerían eran
sufragados por la casa inglesa Gibbs de Lima y sus sucursales en
provincias.
A partir de 1872, la prensa chilena desató progresivamente una campaña
anti-peruana hasta llegar a declarar abiertamente que la meta de Chile
era geopolítica y su aspiración apoderarse del salitre de Tarapacá.
Esa propaganda fue alimentada desde el parlamento y el gobierno, lo
cual es comprensible si consideramos que muchos de los parlamentarios,
el presidente Pinto y algunos de sus ministros eran accionistas de las
empresas salitreras. Política desarrollada y alentada con cualquier
motivo y orientada especialmente a lograr la simpatía de Bolivia para,
conjuntamente, apoderarse del sur del Perú a cambio que el país
altiplánico cediera Antofagasta a Chile. Campaña de desprestigio
contra el Perú que fuera secundada por la prensa inglesa, en
planteamientos que seguían lo manifestado por el gobierno de Santiago.
Identificando su palabra a lo que deseara su socio en la aventura del
robo del guano y el salitre, que, desde el parlamento británico y su
cancillería se había concertado con Chile.
Carta del ex cónsul de Chile en Bolivia Justiniano Sotomayor dirigida
a su amigo el presidente de Bolivia Hilarión Daza el 8 de abril de
1879 desde Santiago: (40).
"Apreciado amigo: Me encuentro aquí desde hace un mes, y Ud. no tendrá
necesidad de que le diga por qué me he venido. La ruptura de
relaciones entre Bolivia y Chile me ha sido muy dolorosa, porque
siempre he sido de opinión que no debería haber en América del Sur
países que cultivasen más estrechas relaciones de amistad. El Perú por
el contrario, es el peor enemigo de Bolivia, es el que la agobia bajo
el peso de sus trabas aduaneras, el cancerbero de la libertad
comercial, industrial y hasta cierto punto política de Bolivia. . .
Chile es el único país que puede librar a Bolivia del pesado yugo con
que el Perú la oprime. Chile es también la única nación que, aliada a
Bolivia, puede darle lo que le falta para ser una gran nación, es
decir, puertos propios y vías expeditas de comunicación. ¿Puede
pensarse seriamente en Bolivia en buscar por Cobija y demás puertos de
su litoral una salida para su comercio? Profundo error. Los únicos
puertos naturales de Bolivia son Arica, Ilo y Mollendo o Islay. . .
"Una cosa he notado aquí desde mi llegada. No hay odio alguna contra
Bolivia, se han respetado los bienes y personal de los bolivianos. . .
Pero llegó el momento de declarar la guerra al Perú y el país se
levantó en masa. . . "Al Perú le haremos la guerra a muerte, a Bolivia
no podemos odiarla.. . Ahora o nunca debe pensar Bolivia en conquistar
su rango de nación, su verdadera independencia, que por cierto no está
en Antofagasta, sino en Arica. Después de esta guerra ya será tarde.
Chile vencedor no lo consentiría, a menos de tener a Bolivia de su
parte. ... El hombre que dé a Bolivia su independencia del Perú será
más grande que Bolívar y Sucre, porque aquellos le dieron solo
simulacro de libertad y éste se la daría real y verdadera. ¿Estaba
reservada a Ud. tan colosal empresa? Su afectísimo amigo y s.s.
Justiniano Sotomayor".
Carta enviada a Bolivia por encargo del Ministro de Relaciones
Exteriores de Chile Santa María, apreciándose no sólo la treta de
separar a Bolivia sino, halagarlo y retribuirle con territorios
peruanos, y no porque a Chile su generosidad así le impulsara para
impedir la mediterraneidad del país altiplánico, sino, para colocar un
intermedio entre sus fronteras y el Perú.
El diario "La Patria" de Valparaíso, el 13 de diciembre escribía: (41).
"Hay quienes se alarman con la palabra conquista lanzada por Chile en
la presente guerra. ¿Qué va a decir la América? ¿Qué va a hacer en
contra de Chile? Nada mas destituido de fundamento, nada mas
visionario ni mas ilusorio que esos temores, que carecen absolutamente
ante la filosofía y la historia de toda razón de ser. No podemos temer
a la murmuración ni a los juicios de la América haciendo y realizando
lo que todas las naciones que la componen han hecho siempre bajo el
influjo que las circunstancias en que hoy se encuentra Chile. No
podemos temer tampoco a la malevolencia de las fracciones de América
que se nos muestran hostiles, porque ya esa se ha mostrado hasta el
último grado. La creencia muy racional y muy sensata de que en el caso
de éxito en la lucha, a que se vio arrastrado Chile, rectificará sus
fronteras de la manera que mejor convenga a sus necesidades del
presente y a sus seguridades del porvenir, no fue jamás un misterio ni
para el país ni para el enemigo, ni para los neutrales. Este pueblo en
los comicios y reuniones populares que precedieron a la guerra, no
dejó jamás de saludar con sus aplausos los rasgos de franqueza de sus
tribunos, que en el lenguaje más claro y en el castellano mas castizo,
le decía con todas sus letras: VAMOS A TARAPACA, TARAPACA SERA
NUESTRO. . . diremos. . . que la nación que hace la guerra tiene el
derecho de la conquista, puesto que esta no es sino la consecuencia
lógica y precisa de la guerra".
La prensa chilena henchida de furia salvaje preconiza la destrucción
del Perú; igualmente en el mismo diario del 31 de enero de 1880,
escribe: (42).
"Lo que a Chile interesa, lo que este país industrioso exige y aguarda
es que, junto con aprovechar la superioridad incontestable de nuestros
elementos de mar y tierra, para asestar golpes mortales al Perú, se
adopten medidas, y emprendan operaciones dirigidas a destruir o
debilitar eficazmente los recursos de que esta nación pueda echar mano
en cualquier época futura, para hostilizar a Chile por tierra o por
mar, o a suscitarle enemigos en el continente. El estado peruano posee
en la costa ferrocarriles, almacenes, maquinarias; pues bien todo eso
debe ser reducido a polvo por los cañones de nuestra escuadra. El
estado peruano es dueño de valiosos depósitos de guano; pues bien, es
indispensable tomar cuanto antes posesión de estas riquezas y
explotarlas por cuenta exclusiva de Chile. El día en que las
propiedades fiscales peruanas comiencen a ser convertidas en
escombros, y el guano a salir por centenares de miles de toneladas,
ese día será el primero de buen sentido del Perú, y alumbrará la
terminación de la guerra, pongámonos en movimiento contra los centros
de riqueza del Perú. La que fue opulenta ciudad de los Reyes, y no es
hoy más que cueva de bandoleros, verá dentro de sus muros a los
soldados chilenos que semejantes a una avalancha devastadora
destruirán en minutos ese carcomido edificio de la ciudad".
Y el salvajismo preconizado se desató sobre el Perú. Como preludio de
lo que habría de acontecer en dos años de holocausto, saqueo,
depredación, violación, escarnio y pillaje, las bárbaras huestes de
Chile desataron su furia salvaje y brutal propia de caníbales.
Semejaron a los ingleses saqueando y destruyendo Pekín en la guerra
del opio. En la misma forma los chilenos mostraron de lo que fueron
capaces y para ello eligieron a Mollendo como su primera víctima.
La expedición chilena desembarcó el día 9 de marzo y después de ocupar
el puerto se abrieron expediciones a Islay y Mejía desatándose en cada
lugar el saqueo, incendio, destrucción y muerte sin que se respetara
nada ni a nadie, en medio de una orgía de sangre y alcohol de la
soldadesca chilena dirigida por sus oficiales que, con gran entusiasmo
apremiaban el saqueo y devastación. El capellán J. Eduardo Fabres,
chileno, que desembarcó el 10 de marzo, narra en "El Estandarte
Católico" de Santiago en marzo de 1880: (43).
"Serían como las doce de la noche del día 10 de marzo, cuando
desembarqué en el muelle, y me dirigí inmediatamente a mi alojamiento,
en donde encontré a la gente muy tranquila, pues no había habido nada
de lo que se había dicho del enemigo. El incendio estaba en su mayor
fuerza, la iglesia ardía completamente. Yo no me atreví a ir a ver el
fuego de cerca, pues se sentían tiros a cada momento. . . Al día
siguiente. . . El incendio aún no se había extinguido del todo. . .
Varias familias todas ellas de pobres, se habían refugiado en la
plaza, en donde lloraban y pedían misericordia, pues creían que todo
el pueblo iba a ser quemado, y que a ellas las iban a matar. Trabajo
inmenso me costaba sosegarlas, asegurándoles que nada les iba a
suceder. En lo mejor de mi perorata, un tremendo estallido que rompió
los vidrios de la casa delante de la cual estábamos, haciéndola
conmoverse como un terremoto.. .
La mayor parte de las casas habían sido saqueadas por los soldados del
3° de línea y. . , varios otros soldados de los otros cuerpos. . . El
jueves y viernes (11 y 12 de marzo) el incendio continuó y también la
destrucción de la estación. En ésta el gobierno peruano ha perdido de
cinco a seis millones de pesos, pues era una magnífica estación, muy
superior a la de Santiago y Valparaíso. El viernes se permitió saquear
la parte de la aduana que estaba sobre el muelle y que debía ser
quemada y que contenía muchísimas mercaderías y licores".
Sobre el mismo tema el periodista e historiador chileno Vicuña
Mackenna en publicación de "Los Tiempos" del 29 de enero de 1880
escribe además de los relatos similares a los del sacerdote, que: (44)
"Tal era el horrendo espectáculo que ofrecía la población, convertida
en devoradora pira, a los que a esas horas se encontraban en tierra. .
. mas o menos, todos los cuerpos de la expedición, se marcharon de
aquella orgía, iluminadas por las llamas de una universal destrucción,
porque la dinamita había hecho saltar la magnífica estación de
Mollendo, y todos los edificios públicos, al paso que su material de
explotación, saturado de petróleo, ardían en inextinguibles piras,
atizado el fuego por soldados de Chile, conforme a órdenes superiores
y a instrucciones exactas. . . por fin. . . logró reembarcarse la
expedición a la vista del amedrentado enemigo, y sin mas fruto que
aquella vergonzosa y tan horrible y mal aconsejada devastación. Tres o
cuatro millones destruidos, funestas escenas de inmoralidad para el
soldado y la carga de un camello de reclamaciones diplomáticas, he
allí en conjunto el fruto de la fatal expedición de Mollendo, que no
había tenido sino una compensación; la de alumbrar con la riqueza
acumulada de un pueblo los densos horizontes de una noche de horror.
Lindísimo espectáculo dicen que representaba en la noche del 10 al 11,
un área de terreno como de 18 leguas cuadradas, iluminando los cerros
y las ondas del océano del incendio que a la vez consumía a Mollendo,
Mejía e Islay.
"Los extranjeros, avalúan las pérdidas sufridas por los peruanos en la
destrucción de Mollendo, Islay y Mejía, muelles, estaciones, etc. en
ocho millones de pesos. . . No; la historia para ser tal, para merecer
su nombre y servir de enseñanza a los pueblos, tiene que ser
inexorable en su exposición, como en sus fallos*. Y concebida así la
expedición de Mollendo no fue sólo un grave error militar sino una
vergüenza para nuestras armas. Fue un Tarapacá moral . . .".
El jefe de la expedición coronel Barbosa salió en inspección y pillaje
a Mejía, continúa narrando Vicuña Mackenna: (45).
"Al llegar el coronel Barbosa a Mollendo se le presentó un espectáculo
de horror; la orgía de un ejército desbandado entre las llamas de un
incendio.. . A las dos y media de la tarde (del 11) comenzó el resto
de la expedición, pues ya el 2° de línea había marchado a Islay, a
desalojar sus cuarteles para incendiarlos, lo mismo que los demás
edificios públicos del pueblo. Fuera de los edificios destrozados e
incendiados se quemaron también unos cien carros del ferrocarril y se
destrozó la vía férrea, y parte del sólido muelle de fierro del puerto
que a causa de la premura del tiempo, y de la perfección del trabajo
solo pudo ser destruido en muy pequeña parte. Durante toda la tarde y
la noche del 11 se ocuparon las tropas en la obra de destrucción".
La vergüenza no sólo fue para Chile. El nuevo y joven Prefecto de
Arequipa, gran amigo de Piérola y de la vida social, que recién había
llegado a su sede y con pleno desconocimiento del sur del Perú y
también de su responsabilidad, don Carlos Gonzales Orbegozo, en su
primer actuar político y con una fuerza de 2500 hombres a sus órdenes,
conoció la noticia por telégrafo del desembarco de los chilenos en
Islay el día 9 a la una de la tarde, y a lo más que se atrevió, no se
sabe si prudencia o terror, fue dejar 10 batallones, los mejores en
Arequipa, y partir recién al día siguiente, avanzando con tal lentitud
que sólo pudo contemplar la desolación que los chilenos cometieron en
su retirada de Mejía. Lo increíble fue que avanzó en tren, en carros
que la misma tropa debía empujar.
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