Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
24-8-2023
Gracias a la vida
https://senaldealerta.pe/gracias-a-la-vida/
Hoy que arribo a una nueva cumbre en el reto que nos plantea
Nuestra Señora la Vida, es grato evocar felicidades, olvidar incordios u
ofensas, deslealtades muchas y con humildad, mirar hacia el horizonte
prometedor de nuevos triunfos.
En estas horas de júbilo que comenzaron varias décadas atrás
en Bellavista, Callao, desfilan ante mi memoria, imágenes de sucesos que
habrían de marcar un destino redactor y denunciante.
En el molde de un texto de tres años atrás, lo rescato y
amplío, con el riesgo –que ojalá el lector perdone con benevolencia-, de
robarles algunos minutos.
Cuando los años adolescentes, tan o más voraces en
intensidad lectora que hoy de ojos miopes aunque imbatibles, asaltaba
literalmente la biblioteca familiar. Mi padre, fino y recio bruñidor de la curiosidad
de sus hijos, poseía y tiene colecciones como aquella famosa que sacaba la
argentina Tor a principios de los años 60.
Sin exageración, puedo afirmar que ninguno de los grandes de
la literatura universal, salvó de caer bajo mis inspecciones escrupulosas que
entendían muy poco, por mi corta edad. Hoy no es mucho mejor el panorama (dicho
sea de paso).
Sentía particular predilección por los títulos franceses Los
tres mosqueteros; las obras de Miguel Zevaco, Los Pardaillan, La Torre de
Nesle, Los 3 Enriques y las tramas caballerescas, guerreras y de intrigas que
se ventilaban en la Francia borrascosa que anticipó al primer rey borbón cuyo
trágico fin, no desluciría nunca la admiración que concitó para la posteridad
el que fuera Enrique IV.
Precisamente y a propósito de lo acontecido un 24 de agosto
de 1572, me enteraba en esas páginas nutridas sobre la matanza de los hugonotes
(protestantes-calvinistas), primero en París y luego en toda Francia, en lo que
se denominó la Noche de San Bartolomé.
Miles fueron ultimados por la intolerancia católica y ni
siquiera el acto en pro de una paz fragilísima, Enrique III de Navarra
contrayendo matrimonio con Margarita de Valois ese mismo año sangriento, amainó
la tragedia. Tal parece que las pasiones desbordadas de acérrimo odio anegaron
a todo el país.
Esos recuerdos no fueron nunca olvidados. Cuando escolar se
me ocurrió mencionar algo de esas lecturas en una visita que solía hacer con
mucha regularidad a Víctor Raúl Haya de la Torre.
Más bien extrañado el Viejo León me inquirió por la razón de
mis curiosidades y luego, como muchos otros, esa y otras noches, nos quedamos
escuchando la oceánica destreza con que Haya relataba pasajes, historias,
anécdotas y habilidad en el dominio del galo de que era dueño. Hasta me corrigió
cómo pronunciar Henri (aguda) y IV (kat) y decía que dicho soberano era muy
travieso pues había tenido más de 15 hijos por todos lados.
Con más años a cuestas, visité en Pont Neuf, la estatua que
París tributa a Henri IV de quien hay consenso en retratar como un magnífico
soberano muy preocupado de su pueblo y capaz de liderarle en instantes aciagos.
Mano criminal acabó con su vida en 1610 y aunque fue el primer borbón y su obra
fue la de un estadista, nada impidió el magnicidio.
Los tiempos se suceden tumultuosos, cataclísmicos y a pesar
de todo eso hay amoríos que reverdecen sus laureles, otros que colapsan por su
fanatismo y estupidez, cumbres que avizoran su promesa de fe indomable y tenaz
en los destinos que habremos de construir para los más y no para los menos.
Los lectores son testigos que suelo hacer de su conocimiento
diario informes, denuncias, imposturas de las ineficientes instituciones del
Estado y sucesivos gobiernos, con nombre y apellido, documentos y procesos en
que están incursos.
Las recompensas han sido, muy comunes en el ámbito en que me
muevo: denuncias, persecuciones, ingratitudes de clientes remisos y díscolos.
Casi nunca alguna palabrita de aliento y el periodismo, como el crimen de las
grandes sagas novelísticas: ¡no paga!
Algunas veces bromeando, he sugerido que si a alguien le
sobra un tanque, un lapicero o algún detalle que cada quien podrá mejor
definir, que lo traiga. En la lucha por un Perú justo, culto, digno y libre, no
hay herramienta que no sea útil hacia ese noble propósito.
A mi madre Aída y a mi padre Francisco, el agradecimiento
eterno que su amor consagró en una familia numerosa de la que fui el
primerísimo y el más travieso; al hogar fraterno de acerada consistencia y
brillantes y munificentes sorpresas cotidianas; a las esperanzas que no fueron
y otras que tendrán que ser con el paso de ese tiempo que configurará nueva
victoria como la que anunció González Prada que aún nos debe el porvenir.
Un día como hoy, hace 66 años, nací.
Son testigos…… la soledad, la lluvia, los caminos….
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