La tragedia del 79; Alfonso Bouroncle Carreón, Studium, Lima
30-1-2008
23 Piérola dictador
Piérola, después del cuartelazo que lo llevó al poder, hace primar en
su actuar, el antagonismo político en contra de los que consideró sus
enemigos: en primer lugar a los civilistas a quienes no perdonó ni
tampoco les creía lo que decían y desconfió permanentemente de ellos.
Ese comportamiento lo llevó por encima de la aflictiva situación del
país en plena guerra y después de haber perdido su capacidad naval y
que Tarapacá estuviera ocupada y el ejército del sur amagado por el
enemigo. Vivió siempre enceguecido por su egolatría y pensó y creyó
que su carisma estaba por encima de la verdad y la realidad; junto a
su megalomanía, mostró el odio a todo aquel que pensó se le oponía y
resultó ser casi todo el Perú.
El Jefe Supremo se dedicó con todo empeño a tres tareas: reestructurar
la maquinaria del Estado, desorganizar al ejército y perpetuarse en el
poder.
En lo administrativo y, para el dictador, primera prioridad, por
decreto del 23 de diciembre nomina su gabinete con siete secretarios;
declara abolida la Constitución de 1860 que reemplaza por un Estatuto
Provisorio que había redactado y consta de doce artículos y junto con
ese documento se desató un carnaval burocrático con pretensiones de
redimir al hombre peruano, la sociedad y cultura que compone. El
dictador pretende que surja un ser puro e inmaculado y se llene de
felicidad quemándole incienso. Desató un torrente de decretos por
demás inútiles o baladíes; surgiendo circulares que poco interesan y
reglamentos inaplicables. Hizo frondosa la estructura burocrática,
como la creación del Consejo de Estado que, una vez creado, se
olvidaron para qué servía, por eso no se volvió a reunir y, para
completar el sainete en vísperas de la tragedia, Piérola se entretuvo
pronunciando discursos ditirámbicos con exhibicionismo de uniformes y
entorchados que eran su delirio. En oportunidades y sin buscarlo dice
la verdad como en el discurso a comienzos de 1880 al inaugurar
justamente el Consejo de Estado: (54).
"Destruida nuestra flota, destrozado nuestro ejército y desarmados, no
por el empuje y el poder del enemigo, sino por nuestros propios
conductores, que nos dejaban al mismo tiempo sin tesoro, ni crédito,
pero rodeados de todo género de problemas interiores y exteriores".
La estructura del estado, su arquitectura que reposa en la
constitución y las leyes son desaparecidos de un plumazo;
desmanteladas, cuando no arrasadas, dejando en cambio un Estatuto que
era más de presentación efectista que necesario y de real cambio,
desde que, en sus doce artículos, consagra nuevamente lo que de básico
tenía la Constitución abolida, pero no dice nada positivo frente a la
realidad desesperada de la guerra.
Se dedicó a remover personal de los cargos administrativos para
nombrar en ellos a sus adictos, amigos y serviles servidores y que el
olor del incienso llene la casa de gobierno y sólo quedó un tremendo
desorden, desasosiego y descomposición en lo poco de la estructura del
estado que aún quedó en pie.
El ejército de línea, de por sí bastante vapuleado y reducido a su
mínima expresión, con menos de cuatro mil hombres acantonados en Tacna
y Arica son los que reciben el peor trato en la desorganización
general que Piérola introduce. Desconfiado por naturaleza, dispone
cambios de oficiales y jefes en pleno conflicto, estando muchos de
ellos al frente del enemigo y, no sólo efectúa esos cambios, sino que
reestructura al ejército en cuatro agrupaciones, dos de ellas en el
sur, otro en el centro y el último en el norte. Igualmente la reserva
es dividida en movilizable y sedentaria. Tal absurdo estructural, en
especial la división del ejército del sur en dos, sin vínculo de mando
ni tampoco geográfico entre ellos, determina la airada y justificada
protesta de Montero a quien se encargó la jefatura del Primer ejército
del sur, dirigiéndose al Ministro de Guerra: (54a).
"General en Jefe del Primer Ejército del Sur. Arica, 24 de febrero de
1880. Señor Secretario de Estado en el Despacho de Guerra — Solo el
día de ayer ha llegado a mis manos el apreciable oficio de Ud., fecha
31 del próximo pasado mes, por el cual se sirve transcribirme la
Suprema Resolución de la misma fecha, organizando el primer ejército
del sur, cuyo mando se me ha confiado. Sin que sea negarse mi ánimo a
cumplir las supremas disposiciones a las que debo atribuir el mas
detenido y concienzudo estudio, voy sin embargo, a manifestar a Ud. mi
opinión sobre la naturaleza de la reforma que se intenta llevar a
cabo, comprometiendo gravemente la estabilidad del primer ejército del
Sur, y el porvenir de una situación tanto mas excepcional, cuanto
mayores han sido las vicisitudes porque viene pasando la República y
los obstáculos casi insuperables que hemos tenido que vencer para
construir este principal baluarte de la defensa nacional. El Decreto
de organización que Ud. me trascribe es tan funestamente peligroso
llevarlo hoy a cumplido efecto, que a la verdad agradecería a S.E. el
Jefe Supremo, que, en atención a mi desprendimiento militar, al
interés patriótico que me domina y a los servicios que vengo prestando
con no escasa resignación desde que se declaró la guerra, se me
librase de una responsabilidad tan inmensa ante el país y la
posteridad, que no serían bastantes las posteriores glorias y la vida
inmaculada del hombre que las adquiriese para reparar los males que
sobrevendrían a la República y a la alianza, si se reorganizase el
ejército de vanguardia alterando su personal, en momentos en que ya se
encuentra al frente del enemigo. Hay aun otra consideración que en
conclusión haré valer ante el Supremo Gobierno para que considere el
Decreto de 31 de enero. Muchos de los jefes que comandan cuerpos y
divisiones o que se hallan en otras colocaciones de más o menos
importancia han adquirido legítima y denodadamente esos puestos, unos
en los campos de batalla y otros en medio de los sinsabores y
privaciones del servicio de campaña. ¿Sería justo premio para esos
servidores de la Nación y noble ejemplo para el ejército que ahora se
les relevase de los mandos? ¿Puede ser legítimamente admisible que
batallones que han conquistado su nombre en gloriosas funciones de
armas, y ya como premio ya como estímulo se ha perpetuado el recuerdo
de la victoria, dándoles el nombre del lugar donde la obtuvieron,
pasen a ser refundidos en cuerpos nuevamente creados y sin tradición?
Pues bien, señor Secretario, esto sucederá con el nuevo plan de
reorganización, porque muchos de los cuerpos existentes perderán su
nombre en la refundición que se intenta efectuar. Y si a este cúmulo
de circunstancias, a cual mas atendible y seria, se agrega la
confusión que va a producir la variedad de armamentos que resultará de
los nuevos cuerpos, al formar uno, de dos o tres que tienen distinto
sistema de rifle y su peculiar enseñanza. Si a todo esto, por último,
se agregan las consiguientes dificultades con que tropezará
indudablemente para que el soldado conozca a sus nuevos jefes y estos
a sus subordinados, o lo que es lo mismo para armonizar las
costumbres, los caracteres y los lazos de unión y respetuosa confianza
que deben reinar entre unos y otros, entonces. Sr. Secretario, el
desquiciamiento general del ejército no podrá evitarlo poder ni
influencia alguna, por más que las ventajas de la reorganización hayan
halagado las esperanzas del Supremo Gobierno. En guarda, pues, del
porvenir, de la situación del ejército de vanguardia y de mi
responsabilidad ante el país y el Supremo Gobierno, reitero a U.S. el
convencimiento de cuanto dejo expuesto, esperando que en mis
observaciones no se vea otra cosa que el justo pedido de la
reconsideración de un Decreto que entraña la mas tremenda
responsabilidad, así como para quien lo dicto como para quien por
desgracia llegara a ejecutarlo.— Montero".
La suerte del ejército del sur o primer ejército, estaba echada al no
reconsiderarse el Decreto, sino que igualmente se mantuvo la actitud
de no mandar refuerzos de ninguna clase, pese a que Lima contaba con
una guarnición de más de 17,000 nombres y suficientes suministros.
Peor aún, no sólo se le dejó en el desamparo, sino que recibió órdenes
que lo imposibilitaban a tomar decisiones en cuanto a emplazamientos o
lugares donde mejor se pudiera enfrentar al enemigo, como la de
permanecer en la ciudad de Tacna y defenderla en el mismo lugar.
Igualmente se hicieron gestiones diplomáticas para que Campero, que
recién se había hecho cargo de la presidencia de Bolivia, se
constituyera en Tacna. ¿Por qué? Había un acuerdo entre los
presidentes de la Alianza y era que cualquiera de ellos que estuviera
presente en un teatro de operaciones, asumía el mando supremo. En ese
caso, lo que parece que buscaba Piérola, era que la presencia de
Campero anulara el mando de Montero, colocando al contralmirante
peruano como segundo, sin poder de decisión.
Los prefectos también recibieron indicaciones precisas del Dictador de
no hacer caso a Montero o cualquier otro comandante de armas, por muy
premiosa que fuera la situación, pues sólo debían obedecer lo que
Piérola dispusiera. En ese sentido Carlos Gonzales Orbegozo cumplió al
pie de la letra el no ayudar en lo absoluto al primer ejército de
Tacna, hasta que fue destruido completamente. Se tuvo que llegar hasta
la inmolación de Bolognesi en el Morro para que este nefasto personaje
fuera removido del cargo de prefecto de Arequipa, aunque el divorcio
entre prefectos y comandantes persistió.
El último dislate del dictador Nicolás de Piérola fue considerarse
único e insustituible, por lo cual, considerando que era un ser mortal
y perecible, desea establecer, si no la monarquía hereditaria, por lo
menos el derecho de sucesión, por lo cual, el 22 de marzo de 1880,
decreta: (55).
"Nicolás de Piérola. . , Considerando: 1. Que mientras la República se
da las instituciones que definitivamente han de regirla, y pudiendo
ocurrir que por diversas causas me halle impedido temporal o
absolutamente para atender a la administración y gobierno del Estado,
es indispensable proveer a tal situación; 2. . . Decreto: Art. 1. Si a
causa de las exigencias de la guerra actual, o por cualquier otro
motivo, me hallase temporalmente impedido, se encargará del Poder
Ejecutivo Nacional, y con esta denominación, el ciudadano que yo
designare. . ."
Después de sesenta años de república, Piérola trató de imponer su
sucesión. ¿Primer amago para establecer su dinastía? o, adelantándose
a posteriores dictadores en otros países ¿pensó hacerse nombrar o él
mismo autonominarse presidente vitalicio?
El asalto al poder por Piérola determinó que el crédito concertado
para la adquisición de nuevos barcos de guerra, fuera anulado, al
exponerse que la inestabilidad del gobierno peruano no permitía
realizar la operación crediticia.
Su mesianismo lo lleva a sancionar sin juzgamiento: A Prado,
acertadamente, por decreto de 22 de mayo de 1880 lo privó de los
derechos de "ciudadano del Perú". Atacó duramente al general La Puerta
y lo mismo al general La Cotera, ex ministro de Guerra, acusándolo
cínicamente de los sucesos del 20 de diciembre, justamente lo que él
causó. No reparó que el enemigo estaba asolando el país y que su
avance se hacía cada día más profundo. A Piérola no le preocuparon los
chilenos; primero quiso sancionar a todo aquél que se hubiera cruzado
en su ambición y, en forma progresiva lo fue ejecutando, sin reparar
en el daño que pudiera irrogar a la patria tales medidas. A su ego lo
situó por encima de los intereses nacionales, a pesar de la guerra que
iba por mal camino.
A través de sus actos, parece que no se percató de la magnitud de los
problemas del Perú y cuál la conducta a seguir para confrontar cada
uno de ellos.
Basadre trascribe el comentario que sobre la situación peruana asumió
Piérola, expuesto en su "Historia de Chile", Vol. XVII, por el
historiador Francisco A. Encina: (56).
"La situación que Piérola se echó sobre sus hombros era desesperada.
El poder marítimo del Perú estaba aniquilado y que su extenso litoral
con los valles transversales que alimentaban al país, a merced del
enemigo. La "Unión" solo podía hacer riesgosas excursiones furtivas
para conducir algunos pertrechos. La traslación terrestre de tropas de
un valle a otro era muy lenta y exigía elementos de movilización que
el Perú no tenía. El ejercito del sur (Encina habla de la situación en
diciembre de 1879, antes de la campaña de Tacna y Arica) estaba
reducido a los 7,000 hombres mal armados y casi desnudos que Montero
logró reunir después de San Francisco y Tarapacá y a 3,500 bolivianos
enclavados en Tacna por carencia absoluta de elementos de transporte;
y su socorro y refuerzo eran imposibles. El ejercito de Arequipa no
pasaba de ser un núcleo de reclutas sin disciplina ni espíritu militar
cuya conjunción con Montero nunca llegó a efectuarse. El de Lima,
después de los combates entre Gonzales de La Cotera por un lado y
Arguedas, Iglesias y el propio Piérola, por el otro, quedo reducido a
unos cinco mil o seis mil hombres. Y estas diversas fuerzas estaban
fraccionadas en forma que su concentración en un núcleo eficaz de
resistencia era imposible. Problema no menos grave que el del aumento
y disciplina del ejercito era el de las armas. Las que trajeron el
"Talismán", el "Lima", la "Pilcomayo:' y otros transportes durante el
gobierno de Prado se habían distribuido casi totalmente en el ejército
del sur y mucha parte de ella se perdió" en la dispersión de San
Francisco y en la retirada de Tarapacá. Las que quedaron en Lima en
parte se dispersaron o destruyeron durante los combates del asalto al
poder. . . Piérola estaba inerme frente a un enemigo armado.
Pero tal vez el aspecto mas pavoroso era el económico financiero. El
servicio de la deuda externa estaba suspendido y el crédito del Perú
arruinado por la inmoralidad, el caos político y las derrotas. Su gran
fuente de recursos, el guano, se hallaba en poder del enemigo. La
exportación del azúcar había alcanzado en 1879 a 81,000 toneladas; mas
los destrozos de la expedición Lynch en los ingenios, los
ferrocarriles y los elementos de embarque, la iban a reducir a 62,000
en 1880. Las arcas fiscales estaban exhaustas, el billete se
depreciaba cada día y bajaba a 11 d., los empleados impagos, el
comercio paralizado, la agricultura desatendida, la miseria azotaba al
pueblo y a la clase media y la pobreza empezaba a golpear a las
puertas de los ricos de otros tiempos.
En lo moral, recibió un país derrotado en mar y en tierra; una
voluntad guerrera, sino aniquilada, herida; y un alma nacional
disuelta en cincuenta años de revoluciones y trastornos, que no habían
logrado cuajar en un estado orgánico.
Finalmente, el tiempo necesario para dominar tan graves problemas
dependía de la voluntad del enemigo. Si la obsesión de la política
boliviana no embarga, providencialmente para Piérola, los cerebros de
Pinto y de Santa María, Lima habría caído en febrero o en marzo de
1880; la defensa se habría desorganizado al nacer; y en vez de las
grandes batallas de Tacna, Arica, Chorrillos y Miraflores, la guerra
de habría reducido a las expediciones al interior que siguieron a la
ocupación de Lima".
24 Intolerancia de Piérola
El Dictador no toleró críticas y cuando éstas se produjeron en
relación a los reclamos de Dreyfus por el contrato suscrito con el
Crédito Industrial por los encargados Rosas y Goyeneche, que al decir
del primero, era lo mejor posible que se pudo lograr en vista de las
circunstancias.
Comentario favorable a dicho contrato publicó "El Comercio" el 10 de
enero de 1880, basándose en correspondencia procedente de París.
Editorialmente hizo notar que la casa Dreyfus había ofrecido en su
reclamación presentada un año atrás, una transacción en la cual hizo
una rebaja del sesenta por ciento. En el nuevo reclamo ignoró tal
posibilidad.
¡Que se pusiera en tela de juicio la honorabilidad de Dreyfus!, rebasó
cualquier tolerancia que Piérola pudiera tener, por lo cual, el 12 de
enero, en carta pública dirigida a su Secretario de Gobierno, expresó
que, la carta de París publicada fue fraguada en Lima y pide que se
constituya en el citado diario exigiendo el original de dicha carta.
En su escrito, expresa: (57).
"La prensa de Lima en su mayoría y muy especialmente "El Comercio" ha
sido hasta hoy el principal cooperador del abuso político y
administrativo que hemos venido a destruir, de la tiranía y la
explotación pública de los últimos siete años, de la farsa y el engaño
sistemático que ha traído al país al punto en que le hallamos. Es
preciso que esto cese y cese inmediatamente. . . Yo no conozco delito
mas enorme que el tráfico de las ideas y la especulación hecha por la
prensa que le sirve de medio para difundirlas. Desgraciadamente la
nuestra, salvo honrosas excepciones, ha calumniado sin embozo, ni
correctivo y ha ayudado sin escrúpulo y por paga, de lo que tengo
pruebas recibidas, a los que sin conciencia, han especulado con los
tesoros y los mas caros intereses del país. La discusión libre de los
asuntos públicos, comenzando por los actos de gobierno, es y debe ser
nuestra más grande aspiración; pero no es aquella posible si
impunemente puede faltarse a la verdad y deliberadamente se emplea la
prensa en engañar".
En el mismo documento señaló que se tomaría "ejemplar represalia".
Pese a la autenticidad de las dos cartas provenientes del corresponsal
en París y violando en forma específica el artículo 7 de su propio
Estatuto que garantizó la libertad de prensa, por resolución del 16 de
enero de 1880 y suscrita por el Ministro de Gobierno y Policía,
Nemesio Orbegoso y él refrendó, dispuso la prohibición a "El Comercio"
de publicarse en lo sucesivo e igualmente de cualquier otro diario que
pudiera salir de la misma imprenta, señalando entre otros aspectos en
su parte considerativa: (58).
"Que lo acaecido con este diario no es sino una prueba del deliberando
y persistente propósito de continuar favorecido por la impunidad de
que ha gozado hasta hoy, empleando la prensa como medio de extraviar
el juicio público, forjando calumnias e imposturas con grave daño de
la moral, de los intereses generales del país y de la institución
misma de la prensa".
Tal como comenta Basadre, la medida adoptada por Piérola fue (59)
"violenta y arbitraria, y por lo tanto, resulta condenable",
seguidamente puntualiza que por muchos poderes que se irrogara, no
podía ser juez y parte e invadir la competencia del Poder Judicial y
por ello, sin previo juicio, imponer sanción de tal drasticidad,
colocándose a la altura de cualquier tiranuelo que no tolera crítica
alguna y por voluntad propia resuelve por encima dé la competencia de
otros poderes.
"El Comercio" permaneció cerrado durante la dictadura y ocupación
chilena hasta el Tratado de Ancón, saliendo nuevamente a la
circulación el 22 de octubre de 1883.
En el país, durante sus años republicanos, ese atropello fue repetido
múltiples veces, pero en ese caso particular, resultó sugerente que
Piérola no procedió con serenidad y de acuerdo a la ley, sino, se dejó
dominar por sus pasiones: de ira, cólera u odio, indicativos de lo
anormal de su proceder. Lo arbitrario de su conducta quedó corroborado
al enviar a prisión al ex ministro de Hacienda del gobierno anterior
José María Químper, cuyo único delito fue haber cumplido con su deber,
tan es así que la Corte Suprema mandó sobreseer la causa.
25 Piérola y Dreyfus
Un capítulo especial en la gestión de Piérola que cobra particular
importancia al convertirse en el eje de toda la gestión de guerra, fue
la obtención de créditos extranjeros que permitieran salir al país de
la grave situación en que se encontró por la carencia de dinero y
solvencia para adquirir barcos, armamentos y demás elementos
necesarios para proseguir el conflicto e iniciar la recuperación
nacional al término de aquél.
La desastrosa gestión hacendaría de los últimos diez años sumada a
profunda deshonestidad administrativa y agravada por la deficiente
gestión gubernamental, había conducido al país a deudas cuantiosas y a
la pérdida de la confianza económica, por el impago de los intereses a
los bonistas de la deuda. Incluso, en 1876, la incompetente gestión
económica del gobierno de Manuel Pardo llevó a la bancarrota al país.
En ese estado de finanzas, el procurar dinero fue tarea urgente y éste
sólo podía provenir de los créditos que se lograran en el extranjero
con la garantía del guano y salitre. El primero había sido la base de
la economía nacional en casi treinta años y el segundo en la última
década. Riquezas que obnubilaron a los gobernantes, desinteresándose
de cualquier otro desarrollo económico, como no fuera la agricultura
costera en especial la azucarera que en parte estaba vinculada a la
riqueza guanera.
Los mayores antecedentes de la deuda estuvieron en los empréstitos en
bonos celebrados en 1870 y 1872, para proseguir la construcción de los
ferrocarriles, deuda que en 1880 fuera de 32 millones de libras
esterlinas.
Durante el gobierno de Prado, el Congreso, por ley, confiere plenos
poderes al ministro del Perú en Francia, Juan Goyeneche y al
presidente del Senado Francisco Rosas, para que suscribieren un
contrato sobre la base del guano y salitre que permitiera: garantizar
el pago de la deuda externa; lograr la adquisición de dos acorazados
superiores a los que tenía Chile y, llegar a un acuerdo sobre
problemas pendientes con los contratistas y consignatarios.
Los comisionados, pese a los obstáculos que la diplomacia chilena
organizó, de las intrigas de aprovechadores y oportunistas
inescrupulosos y carentes de documentación sobre los créditos que
reclamaban, a los cuales se unió la Peruvian Guano y, especialmente,
la casa Dreyfus Hermanos, estos últimos miraron recelosamente la
acción de los comisionados que determinaría el fin de la inicua
explotación que realizaban con la riqueza peruana.
Goyeneche y Rosas, superando dificultades y devolviendo la confianza a
los acreedores peruanos e incluso, a los gobiernos europeos, el 7 de
enero de 1880, suscribieron el contrato con la Sociedad Crédito
Industrial, pactándose entre otros aspectos: Que el Perú recibiría 2
libras esterlinas en dinero y otras dos en bonos por cada tonelada de
guano extraída y, con la diferencia sobre el precio de venta, se
efectuaría el pago de la deuda externa; anticipo de 800,000 libras
esterlinas por cláusula secreta para la adquisición de los dos
acorazados; y, el Crédito se comprometió a concertar arreglos con los
bonitas, consignatarios y contratistas sobre cuentas y otros aspectos
contenciosos que hubieren.
En esa misma fecha los comisionados rescindieron el contrato existente
con la Peruvian Guano Company o casa Thompson Bonard de ingrata
recordación, de la cual Mariano Felipe Paz Soldán manifestó: (60).
"A estos sórdidos manejos contribuyó también la casa Thompson Bonard
que, disfrazada con el nombre de "Peruvian Guano Company" consiguió
ser la casa consignataria del gobierno peruano. Viendo que su contrato
con el Perú debía terminar pronto, y sabiendo que no conseguiría
continuar como consignatario, por la mala fe y los fraudes con que
desempeñó su comisión, acordó un plan pérfido. Se puso de acuerdo con
el ministro de Chile en Londres, y le propuso (marzo de 1880) que
daría a Chile una libra por cada tonelada de guano que exportara; que
con los restos del producto pagaría a los tenedores de bonos del Perú
los intereses y el capital, después de deducir exorbitantes gastos y
comisiones.
El comercio honrado de Londres vio con asco y rubor a esos agentes y
apoderados del Perú, a esos indignos depositarios de su confianza, que
así lo traicionaban, haciendo causa común con su enemigo, poniendo en
manos de este la riqueza de su poderdante, y pactando su propia
deshonra; se entendían el judío con el ladrón".
Dreyfus por su parte, protestó y opuso al contrato, apoyado por los
diplomáticos chilenos en París y Londres. Piérola recibió las quejas
de su protector, posible financiador de sus golpes revolucionarios y
viejos amigos, los hermanos Augusto y León Dreyfus, disponiendo en
forma arbitraria y dictatorial y, por encima de la ley, la anulación
el día 23 de febrero de 1880, del contrato suscrito con el Crédito
Industrial, y lleno de rencor, dispuso en la misma fecha el
enjuiciamiento de los comisionados Goyeneche y Rosas y el embargo de
sus bienes.
Al respecto del contrato con los Dreyfus, José María Químper, ministro
de Hacienda en 1879, que sólo había mostrado honestidad, capacidad y
patriotismo, escribió: (61).
"Dreyfus ha ganado una de las importantes fortunas de Europa gracias a
Piérola y a la blandura de los peruanos. Cuando instalaron su almacén
de telas y ropita barata en la calle del Correo ¿cuánto valían los
hermanos Dreyfus? Ni diez mil soles. Ahora valen cien millones de
libras esterlinas contantes y sonantes. Y el Perú, el dueño del guano,
sólo tiene deudas y ni siquiera buenos rifles para defenderse. . . ¿Se
acuerdan del escándalo por la diferencia entre el tonelaje de registro
y el tonelaje efectivo de los buques que cargaban guano? ¡Cuarenta y
dos por ciento! Desde 1841 sabemos que se han llevado doce y no siete
millones de toneladas como aparecen en los registros oficiales. Un
robo importante. . . Importa 60 millones de libras esterlinas.
Francamente asombroso. Y ahora, en plena guerra, el señor Piérola
regala los últimos cuatro millones que se puede ordeñar al país. Un
obsequio con facultades omnímodas a su viejo amigo Dreyfus".
Los Dreyfus que un año antes ofrecían reducir sus reclamaciones en
porcentaje apreciable, por (62).
"las criminales convivencias entre el conspirador de oficio y los que
habían abusado de su comisión como consignatarios. . . El gobierno de
Chile no habría procedido de mejor modo para echar por tierra el
crédito del Perú, y para arrancarle toda esperanza de salvación".
Recibieron de Piérola: el reconocimiento de un saldo de cuatro
millones de libras esterlinas que reclamaban; el monopolio en la venta
del guano hasta que la deuda sea cancelada; la entrega por
transferencia de los depósitos o stocks de guano que estuviera en
poder de la Peruvian Guano. Este increíble regalo lo efectuó Piérola a
cambio de la promesa que le hicieron los Dreyfus de prestarle un
millón de libras esterlinas para la adquisición de barcos, dinero del
que jamás entregaron un centavo, pero sí perpetraron el saqueo de las
últimas riquezas, y con ellas, las esperanzas del país que
desesperadamente necesitaba ese recurso económico, por eso Paz Soldán
escribe: (63).
"Este solo acto bastaría para que caiga sobre don Nicolás de Piérola
todo el peso de la responsabilidad por las desgracias que hoy abruman
al Perú".
Con ese increíble contrato se regaló a los Dreyfus las últimas
riquezas nacionales disponibles, con lo cual, selló el aciago destino
del Perú. En esa forma se consolidó otro eslabón en la tragedia del
79.
Piérola requirió de dinero en forma urgente y frente al caos
hacendario que encontró y él continuó, procuró agenciarse algunos
recursos. De la Iglesia obtuvo, en calidad de préstamo, joyas y
ornamentos valiosos del culto que fueron valorizados en trescientos
mil soles de plata.
Procuró poner coto a la emisión inorgánica de billetes fiscales que
los bancos podían hacer, acción dolosa que se cortó por decreto del 6
de marzo de 1880 disponiendo el recojo de los billetes y su pago en
monedas de plata. La comisión correspondiente fijó la responsabilidad
del Banco Nacional del Perú en 682,630,43 libras y la del banco del
Perú en 297,406,22 libras esterlinas. El 7 de mayo se mandó ejecutar a
dichos bancos por deudas al Estado, interviniéndolos.
Para formarse una idea de la devaluación monetaria, en 1880 un sol
billete se cotizó en 11 peniques. El 14 de enero por decreto se
estabilizó el cambio a 12 peniques o 3.75 soles billete por un sol
fuerte. En esa misma fecha, fijó al oro como elemento circulante
legal, y mientras se acuñaron los "incas" de oro, se debió utilizar
libras esterlinas.
El oro no llegó a ser acuñado y en su reemplazo se emitieron 3'600.000
"incas" de papel y, para captar dinero de los ahorros del público, se
dispuso la venta de tres millones de bonos del Tesoro.
Piérola, es acusado por algunos y otros lo defienden, que en el primer
año de la dictadura, de diciembre de 1879 al mismo mes de 1880 se
efectuaron ingentes gastos, útiles o necesarios, o también superfluos,
fluctuando las cifras de lo gastado entre 380 millones como acusa
Químper a 114 millones que contabiliza y justifica Basadre.
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