Presidente Vizcarra propone punto final al odio y
confrontación
por Guillermo Olivera Díaz; godgod_1@hotmail.com
24-3-2018
Tenemos que estar de
acuerdo, sin duda en larva, con ponerle punto final al llamado "odio" y a la vil "confrontación" entre
peruanos. Esta última, tiene que ser solo la confrontación insulsa, la estéril
e injusta, tal como lo propone, con buena fe y sin tiquismiquis, el presidente Martín
Vizcarra Cornejo.
A su vez, él se comprometió
en su mensaje con una "lucha frontal contra la
corrupción", por ende, reprobar o desaprobar siempre a los
corruptos y que los órganos competentes establezcan, con su autonomía sin
mella alguna, responsabilidades penales, por ejemplo, las de Pedro Pablo
Kuczynski, a quien no mencionó ni una sola vez.
En mi calidad de aficionado
al campo penal, por más de 47 años de abogado, profesor universitario de las
materias que lo integran, repruebo el grave delito, la corrupción pasiva y la
activa, a los inveterados y frecuentes corruptos les endilgo sus responsabilidades,
por eso en ciertos casos los denuncio y comento sus sinuosidades. No podría
denunciarlos sin tener la firme convicción de sus fechorías que han saqueado el
país, al regalar con traición 4,2 trillones de pies cúbicos del gas de Camisea
(Cusco) o el costoso trasvase e irrigación de Olmos (Lambayeque).
Lo malo, vivo y astuto de
esta reprobación, es que el corrupto, por zafarse de las garras de la justicia,
nos moteja que actuamos por "odio", "venganza" o roles
afines. Tal es la ciega y pertinaz "defensa" que el corrupto enarbola.
Preña las redes.
El Derecho Penal que
cultivamos, el Derecho Procesal Penal, el Derecho de Ejecución Penal y Criminología,
que enseñé por décadas en las aulas universitarias, sirven de sustento a
nuestras imputaciones. Jamás encontré en los libros que leí que sus páginas
tengan por sustento el "odio" o la "venganza", sino que la
persecución penal es contraponer -confrontar- al delito cometido, la pena
merecida.
Confrontar a la corrupción
y a los corruptos, de toda laya, piel y pelo, no tiene ni debe tener un PUNTO FINAL, sino uno de partida.
A tal misión humana, señor
presidente, no le debemos poner nunca PUNTO
FINAL mientras exista. Nuestra Constitución Política y todas las leyes
penales se ocupan de tan necesaria y útil labor represora. Estoy para eso, a su
servicio, en defensa de la moral pública, en cuya excelsa tarea jamás transigí.
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