Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
6-7-2017
¡Corrupción y delito
son corrupción y delito, así de simple!
La carpeta que investigó en la Contraloría General de la
República, los pasaportes electrónicos, comprados en diciembre del 2015, por el
Ministerio de Relaciones Exteriores, con sobreprecio, medida patentada de
seguridad por una de las empresas favorecidas, con fallas de software y que ya
fue puesta ante la II Sala Corporativa de Delitos de Corrupción de Funcionarios
–los de la Cancillería- debe seguir su proceso que no es otro que la
formalización de la denuncia.
La Contraloría General de la República puso en manos de la
Fiscalía Anticorrupción el prolijo análisis que, a mérito de los exámenes
exhaustivos que realizó un grupo de auditores, configura delitos y presuntos
responsables de tales hechos. No hay cómo imaginar que se archivara el caso o,
como a veces ocurre en Perú, que las calendas griegas funcionen y el tema se
demore tanto, pero tanto, como para olvidar semejante estafa.
Por tanto, el Congreso que demostró tanta capacidad de
indignación con el caso indefendible del ex Contralor Edgar Alarcón, también
debiera exhibir actitud semejante frente a lo que a todas luces constituye una
estafa descarada a los fondos del Estado: ¡US$ 16 millones de sobreprecio para
400 mil pasaportes electrónicos en Cancillería!
Quien le roba al Estado, no importa la cuantía, estafa a
quien mantiene al Estado, al pueblo peruano que paga sus impuestos de los que
salen los sueldos de los burócratas que jamás pasan hambre ni penurias porque
siempre se les recompensa con y sin recesión; con y sin crisis.
Los que trabajan en Cancillería, el Congreso, Fiscalía
Anticorrupción y Contraloría son empleados del Estado y se deben al pueblo que
sufraga sus ingresos. Hay una correspondencia inevitable y constitucional de
servicio a la persona humana, es decir al ciudadano que puede exigir el mejor y
más honrado trabajo posible de quienes están en la burocracia.
A pocos días de cumplirse el primer año de la administración
Kuczynski, con tormentas borrascosas, líos políticos y enfrentamientos por
doquier, acaso la representación que se dice nacional en el Congreso, en el
Ejecutivo y en toda la burocracia pública, debiera comprender que no hay otra
forma de hacer y construir una patria que trabajando con decencia acrisolada e
imbatible. Cualquier otra cosa es robo y los que tienen esta fea costumbre son
rateros.
Esperemos que la Fiscalía Anticorrupción haga su trabajo con
lealtad y consecuencia.
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