Wednesday, August 12, 2015

Péndulo y política

Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
25-11-2013

Péndulo y política

En los días adolescentes marchábamos por las calles protestando contra la dictadura militar y clamando por elecciones y entonces nuestro lema era: la revolución es el sufragio. No pocos hoy vigentes y reciclados militaban apoyando aquella administración entre 1968-1980.

La Asamblea Constituyente de 1978 representó una salida con votos, masas, protestas y, sobre todo, esperanzas. Haya de la Torre, en el único cargo público que ostentó en sus 84 años de vida, dijo al país que se procuraba una Constitución para el Siglo XXI.

El péndulo va de un lado a otro y pareciera ser que su dinámica también ha impregnado no poco del ADN social peruano. Queríamos elecciones, protestábamos por su realización, incurrimos en ella desde 1978 a la fecha y hoy por hoy, como ocurrió ayer domingo, una buena parte del pueblo peruano no cree en la democracia electoral porque la siente mediocre, falaz, hueca. Nos fuimos del amor y anhelo a la desaprensión decepcionada. El movimiento pendular hizo lo suyo.

Vale la pena preguntarse si son las urnas camino legítimo a un cambio radical y esperanzado en Perú. Sólo el compendio de alzamientos y protestas violentas a lo largo de la historia nacional parecieran sugerir que no es así.

Pruebas al canto: en elecciones depositamos la confianza a varios que hoy son ex presidentes y que gozan por todo prestigio de inmensos cúmulos de sospechas acerca de cómo obtuvieron sus patrimonios en millones de dólares y en la administración de fortunas vía testaferros a quienes no se les puede echar el guante y meterlos a la cárcel.

¿Quién explica dónde fueron a parar los miles de millones de dólares de las privatizaciones durante la dictadura de Kenya Fujimori? ¿no fue acaso su régimen la destrucción cultural del Perú convertido en guarismo y en coto de caza de banqueros desaforados?

Todos esos ex jefes de Estado advinieron a la administración de Palacio por la vía electoral.

El ilusionante poder del que dicen gozar una vez instalados en la presidencia no es más que una quimera. Preguntemos ¿cuánto manda realmente un jefe de Estado? Acaso musitar que ante cualquier arrebato insurgente, los bomberos transnacionales vía organismos internacionales ponen en vereda al más guapo, no sea atrevimiento. Y que se sepa no hay ninguno de ese jaez en los últimos 40 años.

Los partidos políticos son apenas anacrónicos clubes electorales al viejo estilo civilista. Es decir su único cometido es encaramar a sus esbirros en los puestos de la maquinaria estatal y asegurar, primero, el silencio ante cualquier desmán y, segundo, la prosecución de pingues negocios iniciados desde lustros atrás. Tomar a lo serio cosas del Perú, rezongaba Manuel González Prada.

Si la democracia electoral es insuficiente, hay otros entusiastas que elucubran sobre formas directas, no se sabe bien cómo ni con qué legitimidad y el péndulo vuelve a funcionar: entonces hay que apelar a las arcaicas formas violentas con botas, vetos y a rajatabla con tanques y tropas. Dicen corrillos que más de uno y una alientan quedarse en Palacio por los próximos 20 años.

La convocatoria a pensar y a hacerlo en términos críticos y auto-críticos no pareciera emocionar a nadie. En Perú NO se piensa, se actúa por inercia y porque -dicen- la política es sucia y entonces todo vale. Cierto que los primeros gonfaloneros de esta barbaridad son los Atilas que están listos a depredar el país otra vez con sus bárbaros hunos y sus potros salvajes.

La jornada electoral del domingo para reemplazar a los munícipes tuvo todos los ingredientes de una fecha para el olvido.


¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

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