por Herbert Mujica Rojas
5-11-2008
Con Obama. O sin Obama
Fue el periplo electoral norteamericano que acaba de culminar, una
jornada intensa, plena en emociones, rica en contrastes, preñada de
giros y tendencias, todas en el marco del comportamiento institucional
de Estados Unidos ante el mundo y frente a su propio pueblo que ayer
mostró desde lágrimas de esperanza hasta ambición de un cambio para el
que se ideó un excelente lema: yes we can. No obstante, quien piense
que por ser negro, demócrata o joven, Barack Obama, posee una varita
mágica se equivoca con alevosía e incurre en estupidez inmediatista. Y
engañosa.
A nadie debe sorprender que Gringolandia no se aparte un milímetro de
cuanto ha avanzado la administración Bush y en torno al TLC con Perú.
Nuestro país con ubicación estratégica en Latinoamérica, asunto que
los estadounidenses tienen muy presente y que los 28 millones de
peruanos olvidan diariamente, debiera cumplir designios geopolíticos
de liderazgo indubitable y gracias a un juego hábil de sus riquezas
naturales de todo orden, poder demográfico y proyección de valor
agregado a múltiples industrias, con enriquecimiento moral, cultural y
digno de sus masas trabajadoras, recuperar un guión protagónico y de
interlocutor con Gringolandia.
¿Qué hará Obama frente a los nacientes imperios con fuerte peso
específico como China e India? ¿de qué modo lidiará con la Comunidad
Europea? ¿en cuánto de ese plano geopolítico, Latinoamérica y el Perú
en singular, tienen participación sustantiva y no como hasta hoy un
portaviones gigantesco para que los gringos hagan lo que les venga en
gana y con la complicidad de tecnócratas o nativos siempre dispuestos
a ser más papistas que el papa?
Con Obama o sin Obama, hay dinámicas inevitables con las que Perú y el
continente deben aprender a lidiar y negociar. O, como hasta hoy,
mendigos receptores de "donaciones" de la cooperación norteamericana o
socios con personería creadora y potenciadora de sus pueblos con gas,
petróleo, recursos diversos, campos ubérrimos, explanadas aún sin
explotar. ¿Qué camino escogemos? No hay soberanía nacional sin
soberanía popular, es decir si el pueblo no es dueño de sus destinos y
todo lo debe recibir como limosnas por decenas de miles de dólares,
entonces lo de profesional beggar nos cae como anillo al dedo. Y
siempre con la nota humillante y asqueante que aceptan los mercenarios
vendidos al servicio de la gran potencia mundial.
Un serio problema lo constituye la supina ignorancia en que se mueven
y retozan las castas políticas. Incapaces de determinar la diferencia
entre un celular y un piano de cola, estos ineptos navegan en océanos
de comisiones investigadoras que sólo producen monumentos vulgares que
diluyen los delitos. Cuando no están ocupados generando escándalos,
estos capitanes de chalupa, propician escandaletes y viven al pie de
la letra la doctrina Montesinos de audios y vídeos a los que atribuyen
valores per se y convierten en "referentes" que publicitan
delincuentes fabricados como íconos morales por una prensa acrítica,
boba y débil mental. No hay buenas ni malas masas. Sólo hay buenos o
malos dirigentes, axioma imbatible.
Si Obama quisiera ser original, en lugar de seguir fletando misiones
discutibles, secretas y torvas de sus organismos que dicen luchar
contra el narcotráfico ¿por causa de qué el gobierno de Estados Unidos
no compra la proyección de las cosechas de hoja de coca por los
próximos 50 años y resuelve en un tris tras el problema? Ocurre que
los primeros en oponerse, como de costumbre, serán todos los
oficinistas que viven de la existencia del narcotráfico y que sin él,
y los dólares que mueven, pierden sus comodidades, viajecitos al
imperio, tours de turismo y las abultadas billeteras que roban cada
mes bajo el título de sueldo. ¡Así de simple! ¿Podría el señor Barack
Obama atacar la fuente de dólares negros, sin mayor control, fuente
fétida de copiosos billetes para las empresas que no tienen cómo
acercarse a la legalidad?
Las escenas populares de negros, blancos, latinos, asiáticos y pueblo
llano, mezclado en la celebración del triunfo de Obama, no puede ser
sino una demostración de cómo los hombres y mujeres con esperanza son
iguales en todo el mundo. Sin embargo, ello no nos debe hacer olvidar
que hay maquinarias inmensas que gobiernan en el mundo: y para éstas
no hay color, edad, tamaño, idioma o carisma que valgan. Rendirse ante
la inegable simpatía de Obama pero atribuirle capacidades de las que
carece sería un ejercicio de la más noble imbecilidad sin atenuantes.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
Lea www.voltairenet.org/es
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Skype: hmujica
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