por Herbert Mujica Rojas
13-11-2007
¿Mansos corderitos?
A no pocos, cuando el presidente García anunció la posibilidad de
inversiones venezolanas en Perú, se les pararon los pelos. Como el
país norteño tiene básicamente petróleo, es allí donde se podría
verificar esa chance. ¿Es tan malo o diabólico el tema como lo
insinúan algunos empleados –que se hacen pasar por empresarios- porque
aquello contendría algún contrabando ideológico? Ni tanto ni tan poco.
Vamos por partes y cucharadas.
Hay ciertos carteles comerciales que protegen sus áreas de influencia.
Por ejemplo San Dionisio Romero Seminario, el banquero de los
banqueros, tiene alianza, para varias decenas de grifos, con grupos
económicos chilenos y Primax está en buena parte del país. ¿Le molesta
a estas personas que el petróleo venezolano llegue con mejores precios
al mercado interno? ¿cómo, no es el mercado el regulador por
antonomasia y el comprador escoge lo que más le convenga? Entonces
¿hay que alarmar a la ciudadanía por el "satán" norteño y sus
discursos altisonantes? ¡qué idiotez extrema! ¿vendría, la carga
subrepticia muy bien disimulada al interior viscoso del combustible en
diesel o gasolinas?
Supongamos que, aun cuando las intenciones de Chávez no están
escondidas para nada y él es su mejor propagandista porque a nadie
oculta su anhelo de ser una especie de nuevo Fidel Castro, sin la
habilidad o mano de hierro del cubano, ¿hay que, si se importa o se
hacen negocios con Venezuela, sentarse en una silla y mirar cómo llega
la carne y el hueso, el producto y los millares de asesores
venezolanos a "imponer" su credo -¿cuál?- en Perú? Es decir, nuestras
autoridades burocráticas, políticas, municipales, gubernamentales,
diplomáticas, de toda índole, ¿estarían de brazos cruzados sin hacer
nada, ni siquiera ejerciendo la inercia mínima que manda a custodiar
los buenos procedimientos administrativos de importación-exportación y
que no contempla, para nada, la inundación de activistas?
De repente a no pocos asusta admitir que lo que sí aceptan para con lo
que llega del sur, es decir de Chile, se repita con lo probable del
norte. ¿Por causa de qué tanta concesión y maravillada expectativa
cuando de lo austral se trata y no es así por lo del septentrión? En
uno y otro caso hay carga ideológica, y en ambas situaciones hay
concesiones vergonzosas y claudicantes de verificarse tales
escenarios.
Aquí hay mucho más que las expresiones, siempre fácilmente predecibles
y pendulares de la funcional ministra de Comercio Exterior, Mercedes
Aráoz, que no dudaría en afirmar, si esto conviniera a sus
"negociaciones", que Júpiter es candidato a satélite de la Tierra y
que eso lo decidirían en fast track los marcianos de visita por el
gigante en misión de buena voluntad. Esta señorita es feraz cuando se
trata de elucubrar cualquier cosa.
Aquí no importa la verdad, interesa que quienes tienen el dominio del
mercado, no pierdan sus cuotas ganadas a precios ínfimos y con
explotación ubérrima del consumidor. Con un diesel más barato,
simplemente, el público deja de comprar a Primax y se va por lo más
económico que hasta puede ser de mejor calidad. ¿O no es así?
Entonces, la maquinaria mediática, engrasada de dólares, se mueve a
pasos redoblados para proteger a los patrones y a sus millones.
No veo por causa de qué en Perú debiéramos estar llenos de requilorios
frente a la posibilidad, hasta ahora es tan sólo eso, que Venezuela
haga negocios con nuestro país. Estamos sumamente avisados sobre los
propósitos propagandísticos e ideológicos que se cuecen en otras
latitudes. Allá ellos y sus preferencias. Aquí sólo puede imperar el
interés soberano del pueblo del Perú, sus tradiciones, su historia y
el coraje para defender los intereses de los consumidores. Cuando la
revolución rusa estalló en 1917, la violencia fue de tal magnitud que
empezaron a faltar los ingenieros y los administradores. Lenin dispuso
que al lado de los blancos supérstites del ancien regime, se ubicara
un comisario que vigilara celosamente qué se hacía y ante las faltas,
los pelotones de fusilamiento, fueron implacables. No siempre se hizo
lo correcto, pero he allí la determinación de proteger enérgicamente
el rumbo. Lo que ocurrió a posteriori es harina de otro costal.
Sabiendo aquello ¿hay que pasar, adrede, como idiotas e inocentes,
sabiendo de qué se trata el asunto? ¿a cuento de qué tanto miedo? ¿o,
comenzó, como todo en la historia republicana del Perú, el baile de
antifaces para enmascarar la farsa institucional que es este país? ¡y
aquí no hay hermandades ni identidades que pasar por alto, al gracioso
se le expulsa! Y, además, todo esto no es más que una hipótesis frente
a la cual, muchos se desgañitan o desesperan. ¿Y qué tal si se
concreta? ¿se irán a Miami o a Santiago? Suena hueco el expediente.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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