por Herbert Mujica Rojas
25-6-2007
Prudencia, límites y patriotismo
Si algo aconseja la prudencia para el manejo de cualquier contencioso
de límites, marinos o terrestres, es el afinamiento patriótico, el
ensamble disciplinado de estrategias y la sinfonía jurídica que
permita, llegado el momento –y no antes- con el propósito
irrenunciable de entrar en la liza, ganar o ganar, para satisfacción
de los 26 millones de peruanos. Presentar imágenes parciales es
inocencia teñida de torpeza o candorosidad reprobable por boba. La
delicada frontera que hay entre el exabrupto informativo y la traición
es de apenas fracciones de milímetro, por tanto no hay que dar pie a
especulaciones de ese jaez ni de ningún otro, en ámbitos en que la
firmeza digna juega un papel fundamental.
La defensa de la soberanía nacional no es patrimonio sino de todos los
habitantes del Perú. La Constitución así lo preceptúa y el sentido del
deber también. Nadie puede abstraerse de ella ni declinar su misión y
apostolado. Los partidos políticos, las asociaciones civiles,
organizaciones de toda índole, las FFAA, la diplomacia, todos los
poderes del Estado tienen un cometido común y de disciplina militante.
El periodismo y su labor informativa asumen –o deben hacerlo, ya
mismo- un horizonte con el sentir nacional. Por tanto, las
expresiones, hace pocos días, del canciller José Antonio García
Belaunde de poner en blanco y negro su protesta ante Chile por el
confusionismo que ha hecho de los límites marítimos y terrestres, es
una acción de multánime e integral como invicto respaldo del Perú.
Quién o quiénes así no lo hagan están en cualquier otra vereda, pero
no en la del país.
Cancillería tiene la obligación de sopesar si nuestro embajador en La
Haya, Gilbert Chauny, reúne las cualidades jurídicas, de experiencia
litigante, continente intelectual, para ser el mejor personero de la
causa peruana en el específico caso de un contencioso de límites. Hay
un imperativo funcional por encima de gustos o aficiones frívolas a
realezas dieciochescas y trasnochadas y ésta se refiere a una lúcida
ejecutoria pasada, presente y futura al momento de la confrontación en
los tribunales internacionales. Si aquellas condiciones aludidas no se
dan en el episódico diplomático, entonces el camino del relevo es
¡urgente de toda urgencia!
Además, el embajador peruano podría hacer coetáneamente el papel de
agente como lo hace el representante nicaraguense y para un tema
similar contencioso de límites con Colombia. Entonces el escogido
tendrá una responsabilidad sumamente delicada para gestionar, defender
y pelear la causa del Perú, tema que, repetimos, no puede estar en
manos de inanes que no han demostrado jamás amor e identificación con
el país.
El canciller chileno, Alejandro Foxley, declaró ayer 24, que los
límites con Perú fueron establecidos en 1929, 1952 y 1954. Para Perú,
el Tratado y su Protocolo Complementario del 3 de junio de 1929,
contienen un artículo que señala el límite terrestre en Concordia y de
eso no se mueve. Lo acontecido, en forma tripartita (Ecuador incluido)
en 1952 y 1954 se refiere a convenios pesqueros y no limítrofes.
Entonces hay discrepancias. Señalando, además, que la interpretación
mañosa del Hito 1 y que cercena territorio al Perú, es un asunto
distinto de la pendiente delimitación marítima y que puede tener
solución en ámbitos separados y distintos porque son de naturaleza
disímil, también.
¡De ninguna manera un contencioso de límites es un evento deportivo a
cuyo pronóstico concurrimos estúpidamente señalando victorias o
derrotas! ¡No es así cómo se tratan los temas de Estado! Hay, pues,
que llamar al país en su totalidad, a ratificar la peruanidad de
nuestros reclamos y la procedencia de los mismos, pero con una
calibración de los tiempos correcta, escogiendo a los mejores
embajadores y diplomáticos así como juristas para encargarles la causa
nacional en los foros y, por supuesto, estando muy atentos para
señalar a los infaltables quintacolumnas pagados por dólares
abundantes. Todo lo que se diga puede ser argumento del contrario,
sobre todo, si se enuncia con ignorancia, esa tara, la peor de las
enemigas y que aquí abunda en prensa, en política y en todo accionar
del aparato burocrático.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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