Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
31-7-2006
Alan García: en política no hay casualidades
No fue una ocurrencia o hecho fortuito que el presidente García, antes
de asistir a la liturgia evangélica, pasara por la Catedral católica.
Hay que leer la profundidad de los gestos y estar atentos a las
insinuaciones enérgicas que requieren respuestas de igual calibre de
quienes son los responsables de dar las leyes y corregir entuertos, el
Establo parlamentario y el gobierno central.
Felizmente, el cardenal Juan Luis Cipriani, autor mundial de la
encíclica "los derechos humanos son una cojudez" ha puesto su cuota
valiosa. Ha demostrado cómo se mal usa el púlpito para denostar de la
Comisión de la Verdad que a él no le gustó ni en sus conclusiones y
análisis, como ha acontecido con millones de peruanos que no tienen
voz ni posibilidad de dar su testimonio.
Todo señala que el jefe de Estado, de repente de modo inconciente, ha
impulsado el debate. ¿Por causa de qué el pueblo peruano tiene que
mantener a una pandilla de ociosos improductivos con sueldos enormes y
sin pago de impuestos de ninguna clase como ocurre con la jerarquía
católica? ¿Qué Congreso ha ratificado, siquiera discutido, el
Concordato, tratado internacional con el Estado Vaticano y que permite
la fuga copiosa de millones de millones de dólares para sufragar a
curas, obispos, cardenales, monaguillos, etc? ¿No está llegando la
hora de poner en blanco y negro la necesidad económica del Estado
peruano de librarse de esa imposición hecha por un régimen militar,
entre gallos y medianoche, para comprar silencios cómplices?
Sin rebozo o vergüenza alguna, ciertos pastores de la Iglesia
Evangélica, están expresando que sus confesiones deberían tener los
mismos "derechos" que la Católica. ¿A cuento de qué semejante
paparrucha? ¡De ninguna manera! El Estado peruano debería aprovechar
la oportunidad brillante y difuminar ¡de una vez por todas! cualquier
vínculo con todas las confesiones religiosas. La separación del Estado
con la religión debe constituir la piedra fundamental que emancipe al
pueblo peruano de tener la oprobiosa obligación de favorecer
parcialmente a grupos religiosos que pueden seguir funcionando ¡pero
con su dinero!
No sólo eso. Hasta hoy, desde que en 1979 se firmó el Concordato,
ningún partido político, asociación civil, club de madre, colectivo o
lo que fuere, se ha atrevido a impugnar y demandar la anulación
absoluta y vitalicia de ese tratado internacional que ningún Poder
Legislativo ha sancionado con sus votos, previa discusión exhaustiva y
toma de opiniones en todo el país. Debiérase, además, prever las
medidas tributarias que recauden todo lo que la Iglesia Católica deba
al Estado por la posesión de inmuebles, minas, riquezas, bienes de
todo orden, que tienen que pagar impuestos, como todo el resto de
peruanos.
¿Tanto miedo tienen los políticos de chocar con la Iglesia Católica?
Si estamos en tiempo de austeridad, uno de los derroches más
monstruosos en la vida republicana lo constituye el dispendio de
mantener planillas de panzones, no pocos padres de familia con sotana
y embusteros sempiternos durante centurias, so pretexto de una fe que
nadie discute pero que tiene que pagar impuestos.
Como en política no hay casualidades, la actitud del jefe de Estado
deviene en acicate importante para las colectividades políticas en el
Establo. Será interesante comprobar si toman al toro por los cuernos y
nos libran ¡de una buena vez! de gastos ociosos, poco rentables y
profundamente envilecedores.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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