Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
15-1-2025
¡Política sin moral es cualquier cosa!
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¿Cuántos bribones irán por la reelección en diputados o
senadores el 2026? Con excepciones honorables que no llegan a cinco personas,
los pillos aspiran a volver, si alguna vez se fueron, al tráfico de
influencias, a las leyes por encargo de grupos económicos poderosos y los
inmorales bailan al compás de quien les aprovisione de fondos.
El amor a nuestra gente, la ambición de convertir al Perú en
madre y no madrastra de sus hijos, vía la cautela dedicada de su niñez,
juventud y reserva social, NO interesa para nada a los que hacen política sin
moral.
Nada nuevo. La estafa, el engaño, el crimen llegó en las
alforjas de los ibéricos que timaron a Atahuallpa a quien mataron después de
recibir el metal precioso. Desde entonces la sucesión de embustes se
institucionalizó en Perú. Trocó en parte del defectuoso ADN social sempiterno,
de resultas que no –y puede ser dramático decirlo- se puede concebir al país,
disociado o lejano de toda clase de corrupción.
Musite un año, el que usted guste, averigue un poquito y el
rosario de escándalos e inmoralidades de entonces, será menú corriente en
cualquier etapa de nuestra malhadada historia.
Una simple revisión contemporánea de los buscones actuales,
nos daría la imagen de traficantes de tierras, operadores y amos poderosos de
la droga, gerentazos que trabajan para el Estado pero que sirven a las grandes
multinacionales con leyes y reglamentos cómplices, validos y títeres parlantes
de caciques provinciales que suelen considerarse emperadores, todos ellos
alborotados por llegar al tristemente célebre Congreso de cuyo desprestigio ¡no
hay ápice de duda!
La política sin moral perpetuó, desde siempre, la estructura
económica nacional, un país que exporta piedras o metales con escaso valor
agregado, paga mal a sus trabajadores, perenniza los bolsones de atroz
desigualdad e ignorancia, pero que sí convierte en multimillonarios a patotas
que en menos de diez años, engordaron obesamente sus recursos.
La política sin moral la practican todas las cúpulas
políticas que son las que deciden quiénes van y quienes deben seguir esperando
sentados. Estas minorías promueven su “cultura” con arquetipos indigestos: unos
nacieron para mandar y otros para ser mandados. Ellos, viejos crápulas, por
supuesto, atesoran las riendas directivas, el resto cabeza gacha.
Todos ven la enorme presencia en capitales, apoyos
dinerarios, infraestructuras, obsequios con que el narcotráfico premia a sus
operadores diseminados en la industria, el comercio, los poderes del Estado,
regiones enteras bajo su comando cívico-militar, pero nadie plantea una
discusión exhaustiva sobre los emporios de la droga, para aniquilarlos.
¿Puede el lector divorciar a las bandas armadas que “despejan”
los escenarios de sus fechorías e infunden miedo a raudales, del dinero sucio
que compra todo a su paso? ¿Por qué las municipalidades no inspeccionan esos
edificios que tienen más de diez o quince años como casco y que nadie reclama?
¿Tanto es el turismo en Perú que hay hoteles por docenas? ¿Y
qué decir de los casinos con escasa asistencia pero que mueven cientos de miles
de dólares en diversas cuentas, ninguna auditada o vigilada? En cualquier
momento podrían sorprendernos los amigos de la droga con un novísimo y muy al
día libro: Lavado de dinero, industria y comercio en el Perú. Y no
sorprenda que el tomo pudiera superar las 500 páginas y con fotos de alta
calidad.
La política sin moral es cualquier cosa porque es la
plataforma miserable de elementos ruines, malhechores a quienes su apuesta de
vida pasa por el abuso del prójimo; la desconsideración del cuerpo social de la
Patria y el irrespeto al designio de una nación de perfilar un país justo,
culto y digno.
La política sin moral es practicada de forma
multipartidaria, no es coto de caza de grupo singular. ¿Por qué cree que son
los mismos en las fiestas, en las conferencias magistrales, en las embajadas,
en los viajes? Sin renovación radical, cualquier pueblo yugula su anhelo de
esas victorias que debía el porvenir y que anunciara González Prada.
¿No es hora que las juventudes abigarradas, frescas,
entusiastas, limpias en cuerpo y alma, cesen a los corruptos que impulsan la
política sin moral? Cuando los días terminales de la profunda corruptela que
fue el gobierno de Kenya Fujimori, 25 años atrás, escribimos la analogía de los
mozos protestando con sus banderas y lemas, emulando las trompetas en el Jericó
bíblico.
La oportunidad para sentir, plantear y llevar a cabo la gran
regeneración moral del Perú, está servida. Un gobierno edificado sobre los
asesinados por balazo militar, un Parlamento envilecido por integrantes
mediocres e ignorantes, una administración pública hábil para robar pero rémora
para ir hacia adelante, son jalones de una lucha brillante y fogosa.
La política sin moral es la bandera negra de los que tienen
el alma muerta, pero viven todavía. a esos hay que conducirles al sepulcro
definitivo, al adiós sin retorno, al olvido piadoso que la sociedad debiera
dispensarles.
¡Política sin moral es cualquier cosa!
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