Friday, October 04, 2024

Gobernabilidad: ¡cuántos crímenes en tu nombre!

 

Informe

Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas

4-10-2024

 


Gobernabilidad: ¡cuántos crímenes en tu nombre!

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¡Oh libertad! ¡Cuántos crímenes se cometen en tu nombre!

Madame Roland, guillotinada el 8-11-1793, París, Francia

 

Gobernabilidad, nos remite a la capacidad del gobierno para procesar demandas de la sociedad y darle respuesta oportuna,

 

Hay términos que por el abuso que se hace de ellos, devienen fallidos, huecos, garabatos que nada representan. La gobernabilidad es uno de ellos, acaso el más popular. Desde la presidencia hacia abajo, todos invocan la palabreja y se le atribuye virtudes mágicas, políticas, socio-económicas hasta milagrosas.

 

Cuando un hombre público se refiere a la gobernabilidad la presenta como la piedra filosofal de la cual se obtendrán los remedios más eficaces contra las enfermedades que padecen las sociedades.

 

Entonces gobernabilidad para esto y lo otro; la anomia señalada que aqueja al Perú y que tiene decenios de vigencia desde mucho antes del 28 de julio de 1821, no se resuelve con palabrejas eufónicas, de sonido impactante e invocación oratoria en el discurso.

 

Fundamentalmente los gobiernos abusan del término; una simple contabilidad demostraría que la demagogia y sus mentiras tienen abundancia, en cambio la gobernabilidad brilla por su cuasi total ausencia.

 

Pruebas al canto. A diario las noticias en todos los miedos de comunicación refieren crímenes, violaciones, abusos, trasgresión de mil y un formas de los derechos elementales de los ciudadanos. Ergo, la gobernabilidad en esos ámbitos NO EXISTE.

 

La presencia del Estado es fantasmal, impele a que la justicia se distribuya por mano propia que no siempre se encuadra con lealtad y se usa para venganzas y rencores supérstites.

 

Los bancos imponen las tasas que les viene en gana y el cliente –el público- paga hasta por respirar en esas entidades financieras. Decenas de asaltos electrónicos, desaparecen fondos y reivindicarlos, constituye una lucha encarnizada con el banco que alega que siempre es culpa del usuario. Esto es violencia.

 

Entidades reconocidas por su pasado y presente en la corrupción, contratan estudios de abogángsteres para que judicialicen sus deudas y con la ambición de no pagar NUNCA los impuestos al Estado. ¿No vemos a diario que empresas internacionales usan estratagemas inmorales pero que los pillos de saco y corbata, convierten en procesos por lustros y lustros? Eso también es violencia, solapada pero consentida.

 

Volvamos a la fabla palurda que embrutece y no edifica a ninguna sociedad.

 

El vergonzoso y nada ejemplar empleo de los términos da “equivalencias” que muestran ignorancia plena y falta de autocrítica. En televisión, diarios y miedos de comunicación, para hablar de los barrios se dice “barruntos” y ni ¡siquiera hay conexión entre uno y otro. Barrunto es la aproximación o cercanía a algo.

 

Otro tanto parece ocurrir con la palabra central. Todos los políticos, cuando quieren denotar la evidente pobreza de su léxico, aluden a lo central de esto o aquello. Aunque parezca divertido, ellos se solazan en la pegada aparente que la palabra tiene y se sienten sabios y apotegmáticos conferenciantes de naderías mal impostadas.

 

Otro abuso es el uso de histórico. Se llama líder histórico a cualquier hampón que supere los 60 años, tenga cara de palo y se maneje como pez en el agua cuando incurre en sus hurtos y robos. ¿No los vemos con frecuencia declarando en la televisión?

 

Me contaron que un expositor brillante, de verbo galano y fraseo delicioso que no exageraba ni amenguaba la fortaleza documentada de su oración, fue Raúl Porras Barrenechea. Mito, tradición e historia del Perú, fue una exposición que, de cabo a rabo, se convirtió en libro y con respeto integral al discurso conferencia que pronunciara el ilustre peruano.

 

Por eso, cuando “habla” un político hay que esperar cualquier cosa, menos una definición interesante, creadora y desafiante para los retos contemporáneos de la asaz ultra complicada situación nacional.

 

La gobernabilidad en el Perú es torpedeada por la oposición y por el oficialismo que llama a colaborar a prontuariados con largo desempeño en las zonas oscuras de la administración pública.

 

Además, la gobernabilidad, entendiéndola como un sistema en que gobernados y gobernantes suscriben un pacto social con metas claras y designios nacionales por lustros o decenios, no es una invocación literaria o muletilla de malos discursos. Se la construye, se la fabrica desde la base a las cúpulas, y se la mantiene como un menú del cual no hay que salirse salvo que se quiera incurrir en el lento suicidio en que estamos hoy en día.

 

 

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