Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
14-11-2023
Nunca podrá tener pensamientos altos
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El señor César Acuña siempre sorprende al país. Esta vez no
hesitó en colocar una estatua con su efigie y de color áureo. Nadie puede saber
a ciencia cierta si los destellos provienen de oro legítimo o es una fantasía
de exquisita megalomanía.
¿Es un pensador? Lo disimula muy mucho si tiene esa
pretensión. Nadie le conoce esquema o propuesta de esa naturaleza. Sí posee
muchos recursos y algunos provienen de manera copiosa de su universidad que
está en un terreno que parece, todo así lo indica, fue comprada a precio de
remate.
Si Víctor Raúl Haya de la Torre hubiera previsto que el
terreno que él donó, habría de ser tan maltratado, de seguro condenaría a los
réprobos.
Sí se sabe que don César obtuvo algún grado académico en
España y que cuando éste fuera puesto en tela de juicio, defendió su producción
con todo. Además tiene a un amigo valioso que abogó por él, Mario Vargas Llosa.
¿Es un político? En los cánones en que se define al político
en Perú, don César calza con cierta perfección, sabe lograr acuerdos y
neumáticas de silencio o curas de esa naturaleza cuando otros berrean a troche
y moche.
Sin embargo no es un dechado de virtudes intelectuales
porque no se expide con sabiduría en ninguna disciplina. Sin perjuicio de
aquello, logró desalojar vergonzosamente, a las autoridades apristas en La
Libertad de cualquier cargo. El electorado del otrora Sólido Norte ya no es de
ese partido.
¿Justifica o tiene, esta ultimísima muestra de egocentrismo
acendrado vía estatua, tal gesto de auto-bombo?
Una pregunta directa: ¿alguien habría mandado a colocar una
estatua en homenaje al señor Acuña? Con la excepción singularísima de él mismo,
nadie.
Cuando las oscuras y violentas épocas en que reinaba en la
ex URSS, el señor Stalin, las menciones, efigies, películas, cuentos,
literatura, en torno a aquel personaje, abundaban a la par que los campos de
concentración, gulag, los fusilamientos, las autoconfesiones y la mano de
hierro contra los enemigos.
Pero cosa distinta fue la ex URSS, y lo que se afianzó fue
un capitalismo de Estado, cuyos basamentos sólidos dejó plantados con la NEP
(Nueva Política Económica), Vladimir Ilich Ulianov.
En cualquier caso, la preservación de ese régimen tenía en
el culto a la personalidad, un hito insustituible. Y era la férula sobre
cientos de millones de personas en nombre de una ideología.
Hasta nuestros días, las estatuas y el culto a la
personalidad a los descendientes de Kim Il Sung en Corea de Norte, forman parte
de la política cotidiana de ese país y también como norma de conducta sobre
millones de personas.
Estoy seguro que don César Acuña leyó sobre el estalinismo,
Lenin y Stalin y sobre los Kim, de modo tal que no hesitó en imitar el ejemplo
que aquí tiene mucho de estrambótico.
Años atrás acompañé a un embajador liberteño y a un
periodista célebre a presentar un libro en el auditorio de la Universidad César
Vallejo. Luego del evento nos invitaron a la rectoría y la mesa del titular
(César Acuña) destacaba por lo menos 50 cms. del suelo y había un silla de
relleno especial. Me sorprendió la preocupación de querer parecer más alto.
Si uno tiene 1.50 mts. de altura o pasa el 1.80 mts. ¡no hay
nada que hacer! Hay que conformarse porque la naturaleza no puede gobernarse
con caprichos de toda laya y boberías a la carta.
En el primer caso ¡jamás! se podrá tener pensamientos altos.
Y en el segundo, en esas alturas el pensamiento se congela y entorpece (que lo
digan sino dos diplomáticos de cerebro más bien nulo).
¿Qué lección es la que está dando Acuña a la ciudadanía?
Difícil imaginar una respuesta magnánima porque el asunto no solo es una
demostración ramplona de megalomanía sino también de soberbia acendrada.
¿Creerá que eso impacta o hace más alta su figura de la cual
hay muchas interpretaciones?
Por estos lares los malos ejemplos cunden y lo hacen a
velocidad impresionante. ¿Se puede descartar que cualquier otro señorón sea
asaltado por un ataque de egolatría y mande a construir su estatua? No se puede
atajar lo que ya fue posible y que comentamos.
¿Es esa la tarea de un político dueño de una casa de
estudios sobre la que hay polémica en torno a la calidad de enseñanza que
imparte?
En Perú llueve para arriba, tesis de la cual no hay duda
posible. No obstante esas malhadadas ocurrencia, acaso debiera llegar el
momento de los personajes públicos de aprender que la frontera entre la
imbecilidad e ignorancia apenas si dista pocos milímetros.
¡Tomar a lo serio cosas del Perú, esto no es república sino
mojiganga! advertía con lenguaje flamígero don Manuel González Prada.
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