Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
9-10-2023
¡Justicia de juguete!
https://senaldealerta.pe/justicia-de-juguete/
En Perú, diarios, revistas,
miedos de comunicación hablados, televisivos y radiales, “dictan sentencias” de
forma cotidiana. A veces, los fueros judiciales hacen su trabajo, a medias y
con sospechosas prisas o demoras, y cumplen.
Desopilantes encuestas
preguntan si se considera responsable (léase, culpable) a fulano o mengano,
dependiendo, eso sí, de las simpatías de quien promueve la así llamada
consulta. Entonces, antes que algún proceso haya comenzado, menudean los
términos: delincuentes, corruptos, etc.
Como nuestro país es también
célebre en la fábrica de absurdos, además que llueve para arriba, se pretende
que todos comulguemos con esta “administración de justicia” exclusiva para
quienes tienen el bolsillo robusto.
Una explicación insuficiente
podría ser que la gente descree, con no poca razón, de la administración de
justicia y odia, casi siempre, a jueces, fiscales, procuradores y demás
símbolos de esa arena movediza que es el Poder Judicial y dependencias.
Entonces el hombre común se
nutre (o infecta) de lo que lee, ve o escucha. Los irresponsables que
“determinan” la honorabilidad o actuación culposa, son casi siempre profanos
ignorantes del caso que comentan y repiten porque así se lo han ordenado.
La ignorancia no produce
ciencia, sino confusión, caos, estupidez masiva.
Examinemos
el tema de las tasas judiciales que hay que pagar o sumergirse en los
entresijos de una justicia para los más poderosos.
Como soy periodista pobre, en alguna oportunidad y
noticiado de una tasa de casi S/ 5 mil soles, simplemente no la pagué (por real
incapacidad crematística) y aguardé la justicia penal en uno de numerosos
casos-medallas con que he sido distinguido.
En Perú,
cualquier individuo o empresa que suponga difamado su nombre, accionar o
prestigio, plantea un juicio penal (querella) y pide como reparación económica
(demanda), la suma que se le antoja y le acorrala en medio de un intríngulis en
el que hay que tener, más que paciencia, dinero a raudales para apelar.
Si se
carece del vil metal para pagar las abultadas tasas judiciales, despídase de
cualquier aspiración justiciera, simplemente no la gozará ¡jamás! siendo que es
un derecho que debiera garantizar el Estado a todo ciudadano.
Entonces le
plantean juicio penal: no sólo el gerente general, también el jefe de
seguridad, el personal de la empresa, la empresa y el resultado es que acumula,
de un solo origen en sus derivaciones celulares, 3, 4, 5 ó más procesos. O sea,
bajo carteles distintos y un tronco único, todos se van contra uno para
amordazar su libertad de opinión y juicio con candados y reparaciones civiles
millonarias.
¿Quién pone
la aspiración con que debe honrarse el supuesto prestigio dañado por la
difamación?: obvio que el querellante. Los juzgados admiten las querellas y
frecuentemente, es decir siempre, sus desopilantes pretensiones.
Cuando
llega el momento de la sentencia, le premian con una reparación civil
desproporcionada, inalcanzable, estratosférica y preguntado por su parecer o
conformidad, el pararrayos (digo, el ciudadano) musita: Apelo.
Y comienza
otro calvario: hay que ceñirse a las proporciones que impone el monto requerido
por el querellante. Conozco un caso en que el monto de la tasa a pagar, único
requisito indispensable para interponer la apelación representa ¡3 sueldos
mínimos vitales! y no desdeñemos el plazo ¡apenas 10 días!
¿Cuántos
hombres o mujeres, periodistas, pintores, artistas o escritores, críticos,
terminaron con sus propiedades enajenadas, cuentas bloqueadas, proyectos de
vida frustrados, por causa de estas antojadizas formas de hacer justicia en
Perú? ¿cuántos hombres o mujeres del pueblo jamás podrán reivindicar ninguna
justicia por la simple razón de ser personas sin recursos o dinero para pagar
esas benditas tasas?
Y entonces,
¿qué cubren los impuestos de millones de peruanos?, ¿no debieran pagar los
querellantes, y sobre todo empresas, esas tasas realmente fuera de cualquier
concepto de igual reparto de la justicia?, ¿debiéramos considerar, entonces,
que la justicia tiene un valor en monedas y que quien más tiene, más consigue
de ese bien?
También
existe ese filón maravilloso de personas que no necesitan la señal de alerta y
concurren con maravillosa disposición a preguntar: ¿cuánto te falta?. Y
entonces la vida se hace más comprensible, deja de ser la unamuniana agonía
para trocar en esperanza, en aliento para volar con ilusión, en energía y elan
nutrientes del espíritu de persistir en el combate.
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