Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
7-10-2023
Fiscales del pueblo
https://senaldealerta.pe/fiscales-del-pueblo/
La conducta o
irresponsabilidad de los gobernantes y los parlamentarios o todos los cargos de
elección, requieren con urgencia de un trato desde y para el pueblo. Los
electores vienen comprobando, año tras año, década tras década, desde el inicio
mismo de la República, cómo ímprobos han burlado el encargo popular.
La fiscalización, al
centímetro, del comportamiento de sus figuras o ¡de manera directa y ad hoc! de
la del próximo jefe de Estado, requiere que las masas y desde sus organizaciones tengan el imperativo histórico de
convertirse en los fiscales del pueblo.
No bastan los reglamentos
–con fuerza de ley- y sus sanciones, no pocas veces endebles, mañosas y
acomodadas a conveniencia del fautor. La muelle moral que impera en la cosa
pública peruana, permite que los forajidos se salten a la garrocha, todos los
castigos.
No hay la menor duda que
la corrupción institucional del Perú tiene en el Congreso una de sus instancias
preferidas. Basta con llegar al Establo para ser atenazado entre brigadas de
secretarias, batallones de asesores, y sueldos fijos, abultados e injustos,
amén que posibilidades de figuración mediática.
También invitaciones
sociales y la fantasía de ser lo que jamás serían por mérito propio, es decir,
un accidente trocado en liderazgo por la fábrica de los miedos de comunicación
que manipulan y estupidizan virtualmente a los legiferantes.
Las tentaciones para hacer
leyes con dedicatoria, merced a robustas coimas, es casi una constante que
jamás deja huellas porque no hay recibos ni contratos. Esta es una rara forma
en que la “palabra empeñada” sí tiene vigencia. Por desgracia para incurrir en
actos corruptos.
Otro tanto ocurre cuando
alguien gana el solio presidencial. Como es natural se rodea de amigos. Y
también de amigotes. La sensación engañosa de estar en el “poder” sensualiza y
obnubila a nuevos o repitentes.
Entonces los cogollos
familiares y partidarios se afilan las uñas y las demostraciones públicas son
hasta grotescas. ¿Acaso no hemos visto, aquí y acullá, cómo se preparan muy
mucho para volver o estrenarse en cargos del Ejecutivo a integrantes de los
principales grupos? Quien diga que no, incurre en miopía. O imbecilidad a
secas.
Con risa piadosa hay que
comprender las elucubraciones de quienes creen que tienen alguna posibilidad de
concitar el voto popular. Un grupo en especial. A sus militantes les motejan
como rateros, aprovechadores de dos gobiernos, pícaros impunes que no rinden
cuentas y que han repartido sus millones como adelanto de herencia.
Entonces ¿cómo pueden
actuar los fiscales del pueblo? ¡De ese modo!: ¡fiscalizando a sus legisladores
y a su presidente! Interesa poco de qué partido o movimiento sea el sospechoso.
Si ha metido las uñas, es importantísimo que se demuestre el rosario de sus
fechorías.
Y el rigor debe constituir
deber ciudadano dentro de lo que permite el ordenamiento jurídico del país que
prevé la iniciativa legislativa. Es decir, que miles de personas firmen una
petición o demanda que nace y se genera del pueblo mismo y que va al Congreso.
¿Y qué ocurre si el
Establo se colude con el presidente y, en aberrante espíritu de cuerpo, como ha
ocurrido tantas e innumerables veces, no da curso o torpedea la iniciativa
legislativa? ¿No son acaso las más representativas y numerosas colectividades
populares capaces de llevar 400 ó 500 mil personas a rodear el Congreso el día
en que se discuta dicha iniciativa para alertar a los legiferantes que la
paciencia se acabó?
No se infringe las leyes,
se ejercita la democracia que defiende sus iniciativas para que los grandes
vivos o los que crean que pueden hacer cuanto les venga en gana ¡se han
equivocado!
Censurar por las calles a los
malos e inmorales funcionarios que se arrimen al bando de los delincuentes, fiscalizar
al presidente de la República, impedirá que éste consume voluntarismos
estúpidos, redivivos pero igual de infecciosos.
¿Locura, idiotez? No estoy
tan seguro que lo sea. Cuando el pueblo se toma la atribución ínsita de ejercer
la custodia de su gobierno y la de sus representantes ¡hace todo lo contrario!
¡Ejerce la ley, practica la democracia y también puede instalar de facto y de
derecho, la repulsa y el paredón moral para castigar a los malhechores!
Y no haría nada mal al
Perú escupir y señalar por las calles a los monreros y rateros que están o
puedan llegar a la cosa pública, como tampoco harían mal los partidos populares
en demostrar su asco e indignación cuando se pretenda torcer su designio de
construir un Perú libre, justo, digno y culto!
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