Desde Andorra, con la
humildad de los Grandes y porque otros roban, yo no: AG
por AG
4-11-2018
Soy, y lo declaro con circunspecta egolatría, el único ser
sobre toda la faz de la Tierra que pasó de carecer de fortuna y renombre a
persona con enormes caudales. Y nunca he trabajado. Otros lo han hecho por y
para mí.
Imposible descartar la envidia que tienen mis enemigos. En
mi riqueza contable hay jueces, parlamentarios, periodistas, ediles, hombres y
mujeres de quienes sé, con abundante documentación, dónde y cuándo metieron las
uñas. Y en un tris se van a la cárcel. Un ex ministro puede contarles la
historia.
En mi primer desbarajuste impulsé la estatización de la
banca y el descalabro económico, hiperinflación galopante, caja fiscal quebrada
y reservas internacionales diezmadas fueron las maldades que los envidiosos
montaron. Los muchachos de la fuerza armada, cuando les pedí alguna ayuda, no
me hicieron caso y me enviaron a la porra.
Sí que fue sensacional la teatralidad de bronca con el
gobierno de Fujimori y que incluyó hasta un barril gigante para mi heroica
huida. Tuve que sacrificarme y salí del país hacia el norte y luego a Europa y
viví allá hasta que los delitos de que me acusaban prescribieron. Mis ahorros
alcanzaron para gozar, a cuerpo de rey, esos hermosos años sin preocupaciones. ¡Y
hasta me compré una casa en París!
Gracias a las prescripciones y a los amigos jueces volví
hacia los Andes y fui candidato y me di el lujo de recordar ante multitud,
hasta entonces con alguna ilusión y mucha desmemoria, a Calderón de la Barca: “¿Qué es la vida? Un frenesí; ¿Qué es la
vida? Una sombra, una ilusión, una sombra una ficción, y el mayor bien es
pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.
Y antes de retornar al timón di todo de mí, forrado de billetes
y de entusiasmo, para desestabilizar al auto-llamado Cholo Sagrado.
Contra el militar que formó la pareja conyugal repetí la
estrategia saboteadora y con muy buenos resultados. Contaba con ujieres que
tienen la costumbre vanidosa de hacerse llamar parlamentarios, lo único bueno
es que son siervos que cumplen las órdenes sin dudas ni murmuraciones.
El gobierno que nos tocó luego de haber ganado en mesa, fue
para las empresas decentes e hicimos de todo para facilitar su aporte al
desarrollo: bajos sueldos, services ladronas y miles de indultos a
narcotraficantes. Además los precios de las materias primas tenían una
excelente cotización. Y ¡no lo olviden! acuñamos esas nuevas categorías
sociológicas de peruanos de segunda y tercera. La historia nunca olvidará ese
aporte mío.
Pero, también, la ingratitud siempre me ha deparado muestras
indignas de envidia. No reconocen mi superioridad, no sólo en talla y
kilogramos, lengua y autoría de libros con más de 10 estilos diferentes. Y
apenas tengo un departamentito de casi US$ 1 millón de dólares que el generoso
préstamo que una universidad privada me dio, ayudó a comprar.
¡Golpe, hay que gritar golpe! Aunque el 7 de octubre nuestra
votación fue miserable y casi hemos desaparecido a lo que fuera un gran movimiento
político, es imprescindible anunciarlo ante las amenazas.
Hoy frente al avance de las investigaciones sobre aportes y
coimas de Odebrecht es importante decir de modo categórico que la justicia se
ha politizado. Eso que lo que se ha politizado es la corrupción lo dicen mis
enemigos.
Como años atrás no falta nada para que empiece una
persecución y entonces pediré asilo porque ¿a qué país no le gustaría tener a
AG como refugiado? ¡Ni lo duden!
Estos
párrafos pertenecen a mis memorias que entrarán en prensa en pocas semanas más.
El Sindicato de los narco-indultados ha puesto los fondos suficientes para una
edición en papel couché, con tapa dura y con un extraordinario tiraje de 100
mil ejemplares. Y si es necesario vengo a firmar dedicatorias (a solo US$ 10
cada una) durante una semana entera. AG.
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