Historia y farsa en
Perú
por Samuel Morales Chavarría; samuel_morales_ch@yahoo.com
23-9-2018
La situación actual de la política peruana –tildada con
espanto de confrontacional por el conservadorismo limeño- se parece como dos
gotas de agua a la escena que domingo a domingo se suscita en los penales
peruanos a la hora del término de visita: al transitar por las amplias veredas
camino a la salida, los que concurren por primera vez se verán de pronto
sorprendidos al hallarse en medio de una feroz pelea entre avezados
delincuentes que armados con picos de botella rotos y verduguillos fintean
ataques de unos contra otros gritando feroces y bárbaras imprecaciones y
procacidades. Rápidamente y a prudente distancia son acordonados por el público
visitante que expectante espera de un momento a otro un epílogo sangriento,
cuando de pronto y en lo que parece esta vez sí el choque brutal de los
contendientes, muchos cierran o cerramos los ojos para no ver la casi segura
degollina, y al segundo siguiente, lo que parecía un sangriento desenlace, se
troca en el mismo momento del impacto de estos abandonados de Dios, en un
abrazo feliz, para sorpresa y respiro de alivio de los espectadores. A renglón
seguido el visitante deberá hurgar en sus bolsillos, “una colaboración causita”
para recompensar a estos no tan improvisados actores del bajo mundo.
¿Qué de diferente tienen las confrontaciones entre el
keikismo (dueño monopólico del congreso) y un poder ejecutivo, que más que
liderar, acciona empujado por un amplio espectro popular que asqueado por la
corrupción reacciona frente a los aspectos más visibles de ella sin transcender
a los elementos centrales del modelo liberal que son los que lo condicionan y
alimentan?
Así, justo cuando se revela que el brazo largo del
Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) a través de quienes fueron sus altos
funcionarios, estaba metido de pico y patas en el lodazal de la corrupción, se
revela coincidentemente en una suerte de milagro sustitucionista, otro foco de
corrupción que nucleaba altos personajes. Y estaba claro que entre golpear a
unos cuantos vetustos personajes de la administración de justicia o golpear a
la crema y nata del think thank liberal, la opción estaba cantada.
Por el momento el think thank liberal respira aliviado,
tanto así, que uno de sus más connotados personajes trasladado hoy a uno de los
más importantes organismos del estado (la Contraloría General: ¿cómo llegó
ahí?), el mismo que durante más de 20 años no vio ni escuchó nada de lo que
ocurría a su alrededor, teniendo los audífonos y telescopios más potentes que
le brindaba en control del SIAF, sistema integral de administración
financiera, remunera con sueldos de
escándalo y en plena austeridad a sus más conspicuos funcionarios.
De esta suerte, un acto político de cierta trascendencia
(forzar la aceptación del congreso de un conjunto de medidas propuestas por el
ejecutivo, a través de la figura de “cuestión de confianza”) adquiere
connotaciones casi míticas a partir de las posiciones vocingleras de nuestros
mass media.
Y era de ver a los congresistas del keikismo-fujimorismo. El
que menos y sin tener un mínimo de conocimiento sobre la revolución francesa se
sentía ya un personaje del Juego de la Pelota y poco faltaba para que
declarasen estar dispuestos a inmolarse.
Y del otro lado, los hubo quienes aseguraban esta vez sí, el
fuego napoleónico, si es que el congreso no aceptaba los términos del
ejecutivo. ¿Y cuál fue el epílogo de esta confrontación casi cósmica? Por el
momento nada de nada: El congreso declaró que daba confianza al gabinete y el
ejecutivo celebró a tambor batiente el triunfo logrado. Recién y luego de 24
horas se descubrió que el asunto de las fechas –que era lo sustantivo- había
sido omitido.
Bien decía Marx en el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte
que la historia se repite dos veces: la primera como tragedia, la segunda como
farsa. ¿Estaría pensando en el Perú?
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