Haya y la politología criolla
por
Pedro Godoy; profe@cedech.cl
2-8-2015
“El
antimperialismo y el APRA” de Víctor Raúl Haya de la Torre es un clásico de
nuestra politología. Cuando digo “nuestra”, obvio, aludo a Iberoamérica
concebida como Patria Común. Constituye tal texto un desmentido rotundo a
quienes, ubicados en la barricada herodiana, proclaman que padecemos de
esterilidad doctrinaria. Tal denuncia la formulan para legitimar plagios
de teorías exóticas y trasplante de experiencias forasteras. Estas –a
veces- en las remotas patrias donde son engendradas, ya han sido superadas por
la bullente realidad. Otra carga negativa es que contribuyen a vulnerar
el ethos nativo acentuando un proceso desnacionalizador que
favorece la penetración imperialista.
La
obra brilla con luz propia pese a los virajes del autor y las volteretas
de quien hoy se proclama discípulo y fuera Presidente del Perú. Pocas veces un
volumen reducido en páginas contiene tan alto número de enfoques originales, de
interpretaciones lúcidas y anticipaciones atrevidas. Se publica en Santiago de
Chile en 1936. Hasta entonces la nación iberoamericana carecía de una
teoría orgánica de la unidad de la veintena de repúblicas provincianas. Estas
–como se sabe- la miopía de las oligarquías lugareñas y la codicia
metropolitana las precipitan al desmembramiento, la pobreza y la
desidentificación. El autor rescata el programa de los libertadores y
proporciona textura de militancia a las intuiciones de José Vasconcelos y a las
precursoras tesis de Manuel Ugarte así como a la insurgencia reformista de la
Universidad Nacional de Córdoba.
Hay
quienes juzgan añejo el texto. Estiman que 1936 es el paleolítico. Estiman
pasados de moda incluso a Laski, Popper y Marcuse. Habrá que extirparles el
snobismo manifestándoles que “La República” de Platón es del siglo V a C, Tomás
de Aquino teoriza en el XIII, Maquiavelo en el XVI, Smith en el XVIII. en el
XIX Marx igual que León XIII. Son los mismos que pese a proclamarse “tomistas”
o “neotomistas”, “nacionalistas”, “liberales”, "marxistas" o
“socialcristianos” estiman que Bolívar es sólo un militar. Como tal
incapaz de generar doctrina política. Posee dos factores adversos: uno, es
personaje del ayer y no "moderno". Eso se disculpa sólo a los
“clásicos” anotados porque son europeos y, por ende, inmortales. El otro,
es venezolano y la politología para los cipayos sólo florece en el
Viejo Mundo y será siempre, para el Nuevo, artículo importado.
“El
antimperialismo y el APRA” es vivero fecundo de ideas y actitudes desplazadas a
través de canales diversos. Es cierto que su autor animó la iniciativa de
constituir Partidos Apristas en cada república. En los 30 se organiza el APRA
cubano cuyo órgano de expresión es la revista “Atuey”, en Chile influye sobre
el PS a través de Eugenio Matte Hurtado y también se funda el APRA argentino.
Sin embargo, –por motivos que se ignoran- Haya y su entourage opta
por vigorizar sólo el Partido Aprista Peruano. Las tácticas para alcanzar
el poder van de la revolución popular al complot castrense pasando por
procesos electorales en que siempre la oligarquía le birla la victoria. Con Alan
García llega a Casa de Pizarro, pero ya es una caricatura. Un abismo separa a
Gorbachof de Lenín, a Chiang Kai Shek de Sun Yan Sen. Igual ocurre ente el I
Víctor Raúl y el Alan de hoy.
El
aprismo si bien en lo político institucional se repliega a lo exclusivamente
peruano, en lo ideológico influye poderosamente. Sin duda, sus tesis palpitan
en "el pequeño ejército loco" de Sandino, en la 3ª Posición que
Perón intenta cristalizar en el ABC y en los EEUU andinoplatenses, en el
arevalismo impulsor de la integración de Centroamérica, en los postulados
primigenios de la revolución que impulsa el MNR en Bolivia, en el elan
bolivarista del fidelismo de la hora prima, en la pugna de la Legión del Caribe
contra los déspotas locales, en el impulso dado por Eduardo Frei Montalva al
Pacto Andino antes que lo sedujera Kennedy y lo abrumara el vuelco de La Habana
a un marxismo extranjero, en las obras –entre otros- de Joaquín Edwards Bello y
Felipe Herrera...
Haya
siempre reivindica los afluentes nativos que generan sus textos perdurables y
su otrora pujante movimiento. Maneja una frase que cito de memoria: el APRA
posee como Padre: el México revolucionario; Madre, la Córdoba insurgente de
1918 y el Espíritu Santo fluye del solemne Cusco, corazón del Incanato. De
los dos primeras fuentes proviene la vocación bolivariana –Haya prefiere
manifestar “indoamericana”- y la alusión a lo incaico generaría la
utopía de un mundo con justicia social y vocación continentalizadora. De esto
derivan no pocos analistas una vertiente indigenista. Sin duda la hubo, pero
también se exalta lo afro, lo asiático y lo hispano. En lo racial, promociona
la mestizofilia.
En
lo sociológico se opone al monoclasismo que, como dogma, impone la
COMINTERN. Sostiene: “Los países nuestros son preindustriales. El
proletariado fabril a la europea, inexistente. Las muchedumbres campesinas
constituyen latente fuerza revolucionaria y en las capas medias se
reclutan líderes del proceso libertador. En consecuencia el APRA es tan
multirracial como policlasista”. Tempranamente Haya rechaza la tutoría
del Kremlin. Difunde la consigna “¡Ni Washington ni Moscú, sólo el APRA
salvará al Perú!”. Con ello se anticipa a Tito, Mao o Togliatti y, por
cierto, al tardío eurocomunismo de Berlinger, Marchais y Carrillo. Cosecha la acusación
de"socialfascista" con que también se etiqueta al PS de
Chile encabezado por el coronel Marmaduque Grove. Es el momento en que la
excomunión de los sovietólatras se expresa en el opúsculo “¿Qué es el ARPA?” (sic)
de Julio Antonio Mella.
Al
exaltar el Tahuantinsuyo los adversarios creen ver la misma inspiración de
Mussolini respecto a la Roma imperial. En la milicia aprista –apodados “búfalos”-
imaginan “camisas pardas”. En la estructura piramidal, verticalista y
compartimentada sostienen se esconde el totalitarismo. El mismo Jorge Abelardo
Ramos –no sin ocultar simpatía- aludía al stalinismo incaico que representara
el autor de “El antimperialismo y el APRA”. Este logra –algo poco frecuente-
ser, de modo simultáneo, ideólogo y conductor de masas. El deterioro de su
doctrina comienza con su deceso en 1979. No obstante, ya durante la II Guerra
Mundial se desplaza a una postura “aliadófila”argumentando la
urgencia de cooperar con la victoria de las democracias sobre el
nazifascismo. Luego se adscribe a la II Internacional y el PAP se hace
socialdemócrata. Alan García administra aquella "cuesta abajo la
rodada” .
Al
cumplirse el centenario del estallido de la Guerra, en 1979, CEDECH proclama a
Víctor Raúl postulante al Premio Nobel de la Paz. Sin duda una manifestación
opositora no armada contra el régimen del general Pinochet.
Simultáneamente, no sin sacrificios pecuniarios y dificultades con la censura,
se reedita la obra magna que comentamos. Recuerdo que se hizo un canje
semiclandestino de cien ejemplares que viajan a Buenos Aires y la retribución
son cien de “Historia de la nación latinoamericana” editada por Peña y Lillo.
Mientras “El antimperialismo y el APRA” –hoy- continúa resplandeciente, la
estructura partidaria generada con tanta creatividad por Haya apenas si respira
asfixiada en el sarcófago de una democracia inspirada por el modelo neoliberal.
Prof.
Pedro Godoy P.
Centro
de Estudios Chilenos CEDECh
www.premionacionaldeducacion.blogspot.com
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