Cuba-EEUU: el difícil entendimiento entre una república y un
imperio
por José Suarez Danós; suariquez@hotmail.com
30-1-2015
El
triunfo de la Revolución Cubana en 1959 y el acuerdo entre Cuba y EEUU del 17
de diciembre del 2014 anunciando la intención de ambos gobiernos de restablecer
relaciones diplomáticas luego de 54 años de distanciamiento, marcan toda una
etapa histórica.
En
La Habana, Cuba, el autor de estas líneas pudo conocer recientemente las
expectativas que dicho acontecimiento ha generado en esa nación.
Caracterizados
en forma general por su amabilidad, elocuencia -políglotas en su mayoría-,
profundos conocedores de su historia y sabedores de los destinos de su nación,
los ciudadanos cubanos expresan acompañar plenamente a su gobierno en esa
decisión política.
Para
ello atribuyen principalmente razones de orden humanitario, como el hecho que
por cada familia cubana de cinco personas, una de ellas esté residiendo en EEUU
Y lo
anómalo que destacan de esta situación, es que disposiciones migratorias
impuestas arbitrariamente por Washington, impiden el reencuentro entre esos
familiares mientras que EEUU auspicia el libre tránsito mundial para mercancías
y capitales.
Consideran
además que para normalizar relaciones, la potencia debe acabar primeramente con
el injusto bloqueo económico impuesto contra Cuba que afecta diariamente a sus
vidas –así continúe agraviándolos-.
Luego
de concluida la segunda ronda de conversaciones diplomáticas efectuadas el 21 y
22 de enero en La Habana –la primera fue de carácter secreto en Canadá-, lo
puntual para Cuba y EEUU, es que ambos gobiernos habrían alcanzado los
objetivos mínimos que se plantearon.
Para
Cuba, aquél convertido en anhelo nacional y causa patriótica de liberar de
cárceles estadounidenses a sus tres agentes anti-terroristas, injustamente
acusados y condenados por espionaje -por presión de George Bush-.
Y
para Washington el no menos importante, de excarcelar al agente sionista estadounidense
Alan Gross descubierto en Cuba espiando para la USAID, delito por el que
cumplía pena de prisión.
Por
su finalidad ulterior, la devolución de Gross era esencial para el gobierno de
Barack Obama; le permitía cumplir con imposiciones del gobierno de Israel,
atenuar exigencias del partido republicano en el Congreso –soporte del sionismo
en EEUU- y reducir presiones provenientes de los poderosos lobbies pro-israelitas.
Pero
algo que se deben haber planteado ambos gobiernos antes de iniciar la segunda
ronda de conversaciones, es por supuesto: ¿cuáles serían los objetivos
diplomáticos máximos a ser alcanzados por cada país aprovechando esta aparente
“distensión”?
A simple
entender el objetivo general del gobierno de EEUU, sigue y seguirá siendo el
mismo: cambiar el sistema político, económico y social de Cuba para restablecer
el status quo existente antes de 1959.
No
cabe otra deducción desde que Obama y su encargada diplomática para Cuba
-Roberta Jacobson- han manifestado concluyentemente que “en relación a Cuba la
estrategia de los EEUU sigue siendo la misma, pero ahora con diferentes
tácticas”.
Por
otro lado, el contexto global en que se iniciaron las conversaciones no parece
ser el más apropiado, si se tiene en cuenta que EEUU se halla en la
efervescencia de su agresividad imperial hacia el mundo.
Lo
ha hecho saber el discurso de Obama que argumenta ahora la existencia de una
pretendida y falaz (¿divina?) “excepcionalidad estadounidense”, para "sancionar"
y bombardear naciones –ya sin diferencia alguna con el Tercer Reich-.
En
ese orden de cosas la maximización de las aspiraciones diplomáticas del
Departamento de Estado estaría centrada en tres objetivos, sin otorgar muchas
concesiones a Cuba.
El
primero de ellos –por su inmediatez- impedir que se frustre la próxima “Cumbre
de las Américas” en Panamá –auspiciada por EEUU para abril 2015- ante decisión
del 78% de gobiernos latinoamericanos de no asistir, caso Cuba fuera impedida
de participar por habituales censuras de Washington –que para este encuentro no
aplicará-.
Ingenuamente
el Departamento de Estado considera que "ello" permitirá a EEUU “romper su propio aislamiento de
Latinoamérica”, facilitándole “congraciarse” en esa cita con sus gobiernos.
Empero,
el segundo objetivo máximo pretendido por Washington -altamente prioritario y
su mayor aspiración- es introducir en Cuba un “caballo de Troya” con apariencia
de “diplomacia” –la embajada que propone-, para luego poder subvertir ese país
con una nueva versión de sus ya conocidas “revoluciones de colores”.
Un
tercer objetivo máximo –difícil de alcanzar- es pretender “desvincular
ideológicamente a Cuba de gobiernos progresistas de América” –principalmente
Venezuela-, a fin “que las izquierdas de Latinoamérica pierdan rumbo político”
y que “sus gobiernos trastabillen en el poder”.
En
cuanto al objetivo máximo de Cuba éste tendría connotación diferente, pues sin
proponérselo, desnudaría el endeble andamiaje de "democracia", "derechos
humanos" y "derecho internacional", empleado por EEUU como
argumento de imposición.
Se
centraría en lograr reivindicaciones ante la arbitrariedad vecinal, ante la
violación a las normativas del derecho internacional y al desconocimiento por
parte de EEUU de los principios básicos de la soberanía cubana amparados por la
ONU.
Ese
gobierno habría dividido su objetivo máximo también en tres, lo que se ratificaría
con lo expresado por el presidente cubano Raúl Castro en su discurso ante la
III Cumbre de la “CELAC” efectuada en Costa Rica -28 y 29 de enero pasados-.
El
primer objetivo máximo de la diplomacia cubana -y principal- sería obtener que EEUU
levante totalmente el bloqueo económico, comercial y financiero dispuesto contra
Cuba desde hace 54 años –octubre 1960-.
El
segundo -no menos importante- que EEUU devuelva a Cuba el territorio soberano
usurpado en Guantánamo, que caracteriza al imperio como colonizador y
torturador -por crímenes de lesa humanidad cometidos en dicho lugar-.
Y el
tercero -materia de sucesivas tratativas- de establecer con EEUU relaciones
económicas, comerciales, culturales, científicas y tecnológicas de provecho
para Cuba, en la medida que ello no involucre exigencias estadounidenses para
que abdique parcial o totalmente de su soberanía.
En
el contexto de las rondas de conversaciones que se deben producir más adelante,
las ventajas en cuanto a capacidad diplomática de hecho parecen estar del lado
cubano toda vez de la profesionalidad de su Cancillería -agigantada a partir de
1959-.
En
contraparte el Departamento de Estado reestructurado desde 1997 en
“Departamento de la Guerra” para agredir a Yugoslavia, ante su carencia de
recursos diplomáticos se vislumbra apele al único planteamiento que conoce –la imposición o la coerción-.
El
primer semestre del 2015 aclarará las inquietudes pre-existentes sobre el tema.
Como
cierre de esta nota formulamos un reconocimiento al pueblo cubano por la
gratitud
que
mantiene hacia dos peruanos notables identificados con sus luchas, como el
Coronel Leoncio Prado Gutiérrez, héroe del Perú y prócer de Cuba, y el ex
presidente Juan Velasco Alvarado (1968-1975), gobernante solidario con ese
pueblo.
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