Thursday, June 11, 2009

Horas de lucha

Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
28-5-2003

Anticipando las añagazas ambiciosas de ciertos, hoy funcionarios al
más alto nivel, años atrás esta crónica se escribió durante una huelga
de los maestros y las trompeaduras de entonces. Me atrevería a decir
que tales palabras tienen alguna –lamentable, sin duda- confirmación
en los dolorosos hechos actuales. Hoy deberíamos guardar luto
respetuoso por los caídos en Bagua e imponer (tal cual ha sugerido con
lucidez indignada el colega Ismael León), por la voluntad general de
los pueblos si al gobierno del señor García no se le ocurre hacerlo,
un alto en el camino de la confrontación e instalar la reflexión para
entender que esa violencia absurda, desaforada, sin una pizca de
sentido revolucionario o constructor, puede ahogarnos. Y ese aniego,
precisamente ése, es el que provocaría risa, solaz y satisfacción
allende las fronteras. Nuestros políticos de juguete, periodistas
miopes o tercos en su conservadurismo estático, no quieren, se niegan
tozudamente a ver los peligros de la situación. ¡Después seremos, como
siempre, los campeones del análisis! Y también de los ayes, esos que
se escuchan desde cuando llegaron los ibéricos a "conquistar" al
imperio incaico que se caía sólo en su decadencia evidente.
(11-6-2009, herbert mujica rojas).

Horas de lucha

En el Perú hay pandillas políticas cuyo único y exclusivo fin es el de
tumbarse, no al gobierno de Toledo, ¡a cualquier régimen que
medianamente opte por el sistema democrático como patrón y regla de su
manejo! Los extremos se juntan y en este revoltijo se unen los
delincuentes fujimoristas y los ultras de todo pelaje y también, por
cierto, los poderosos que no están acostumbrados a ganar dinero en
medio de huelgas e "inestabilidad social", a ellos complace exaccionar
al país en medio de lagunas de "paz" y siempre bajo el predominio de
aquella sentencia ominosa del azúcar caro y el cholo barato.

Diez años embalsados, de profunda rabia contenida, de inconmensurable
y oprobiosa inmoralidad en la cosa pública han envilecido la acción
gubernamental. Cualquier inquilino de Palacio habría tenido resultados
muy similares a los actuales porque la tormenta política se columbraba
en el horizonte y tarde o temprano iba a explotar lo dejado por la
caterva fujimorista y no resuelta, siquiera en borrador, por el
mediocre gobierno de transición de Valentín Paniagua. Bien lo ha
analizado Mirko Lauer en un lúcido artículo y también lo había
prefigurado Juan Sheput en sendas exégesis periodísticas.

Nada de esto puede o debe contribuir a limpiar el pasivo del actual
gobierno. La administración Toledo ha pecado de excesiva demora o
reflexión tardía frente a temas que eran –y siguen siendo- de
urticante solución. Un partido más bien joven como Perú Posible sin la
organización cuajada y ya con las riendas en la mano no ha podido dar
al régimen el soporte popular en las calles y en las bases de la
sociedad para contrarrestar exitosamente la avalancha de reclamos,
justos sin duda, pero cuya vorágine multitudinaria harían trastabillar
hasta al más sereno.

¡Es hora señores de gritar urbi et orbi que el Perú es más grande que
sus problemas! ¡Que no hay grupo por encima de la colectividad que se
llama Perú! ¡Ha llegado el momento de pensar en conjunto y por encima
de parroquias, ambiciones minúsculas y granjerías de gordos infames
cuyo único sueño estriba en volver a poner sus anchas y rollizas
posaderas en cualquier sillón de Palacio! El camino a Palacio no
siempre es el derrotero de las grandes causas del país, a veces no es
más que una mascarada porque los que determinan qué y qué no se hace,
son otros.

¿Alguien puede dudar de la justicia de las demandas del magisterio y
de otros muchos sectores? Pero, lo puntual que favorece a una porción
ciudadana no debe –jamás- convertirse en pedrea, paliza, dicterio,
contra quienes no son parte hoy de ese grupo. ¿Qué culpa tienen los
pasajeros que viajan por el territorio nacional y son parados en
estaciones que no son las que corresponden? ¿Quiere decir que hay que
pasar hambre y poner los frutos y las papas en la pista, o derramar
leche por los puentes cuando hay gente que padece por falta de
alimentos? ¿No estamos convirtiendo en un cruel sainete, en una
tragicomedia, la promesa de la vida peruana?

¿Dónde están los líderes que dicen defender la democracia? La
democracia y su reivindicación tienen que constituir la bandera
flameante de todas las reivindicaciones políticas, económicas y
sociales del Perú. Cuando se habla de democracia partidaria y los
votos que se pueden conseguir merced a episódicas campañas, entonces
la payasada se descubre y lo insincero y zafio del tema muestra como
el lobo, sus orejas traidoras. Y esto tiene que ser análisis de esos
grupos que se creen en el derecho de ser los próximos gobernantes.
Sobre todo aquél que quiere retornar a Palacio porque su vanidad
infinita así se lo dicta, que no un intento revolucionario de cambiar
las cosas.

Ha poco se tomó conocimiento que la gente cree que la prensa manipula
informaciones y es poco fiable. Ello debía constituir un duro reto
para todos los medios. El sacudirse de semejante percepción ciudadana,
tendría que ser a partir de mañana, acicate y espoleo de nuestras
mejores voluntades cívicas para decir la verdad y afirmar la
democracia de los más y no la de los menos, de esos que pagan para que
aparezcan versiones parciales, sesgadas, contra-natura, siempre a
favor de los grandes imperios que destrozan primero y luego preguntan
por la filiación.

Maestros, soldados, gobernantes, periodistas, diplomáticos, empleadas
del hogar, estudiantes escolares y universitarios, todos somos
peruanos y hay que empezar a pensar en este país como un todo y un
porvenir unitario que nos debe encontrar preparados para convivir con
otros países no en términos de inferiores sino como partes iguales de
una gran Comunidad Latinoamericana de Naciones. ¡Es hora de reaccionar
y negociar acuerdos que paulatinamente consigan las mejores y más
justas reivindicaciones para todos los postergados!

Pero jamás debemos, nuevamente, caer por los precipicios ruinosos de
quienes nos orientan hacia la nada o a la anomia de años atrás. ¿Tanto
cuesta a los peruanos ser peruanos y ejercer un legado sólido de
historia que anhela su gran reconciliación nacional? Y hablamos de una
lectura que destierre las fábulas que han creado los poderosos que
sólo glorifican al blanco y al de apellido ficticiamente noble cuando
aquí los peruanos vivimos en un país ocupado por gente cuya raíz
apenas si frisa los 500 años.

Ni peruanos bamba, ni izquierdas caviares, ni lunáticos terroristas.
Hagamos del Perú un país libre, justo y culto.

Y comencemos con la prensa y con la política.

Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz.

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