por Herbert Mujica Rojas
28-2-2008
¡Mariscales de escritorio!
¿Son las marchas más "legítimas" cuando cuentan muertos, hijos del
pueblo, entre sus lamentables saldos o resúmenes? ¿cuántos mariscales
de escritorio, generales de cuatro paredes o almirantes de tina, han
caído o son "mártires" de estas jornadas inadmisiblemente violentas,
de uno y otro lado? La respuesta es inequívoca y dramática: los
humildes son carne de cañón. Los farsantes caminan con el pasaporte en
el bolsillo y la agenda plena en números telefónicos de personajes
influyentes ¡por si acaso!
Las protestas son legítimas, la evidente injusticia que la desigualdad
ambiente en el país, desde siempre, justifica que la gente demande
mejores reglas del juego. Es innecesario, hasta bastardo, emitir
toneladas de palabras "doctrinarias" sobre el porqué se sale a
protestar. Pero no hay legitimidad, sino crimen, cuando
irresponsablemente se iguala: muertes con "éxito".
Dos son las condiciones fundamentales e irrecusables en las marchas.
La primera: que los dirigentes convocantes, bajo promesa pública y sin
ningún pretexto admisible, estén en primera fila, al frente de sus
dirigidos. Segunda: que todos los que salen a marchar y protestar,
vuelvan al final de la jornada, a sus casas, sanos y salvos. Si hay
detenidos, los equipos legales tienen el imperativo deber de evitar el
ensañamiento policial. Claro que si los apresados lo son en posesión
de armas de fuego o artefactos extraños, esta circunstancia debe ser
exhaustivamente investigada y determinada para yugular la creación de
chivos expiatorios.
Por tanto, las muertes por violencia, de uno u otro lado, no se
justifican y son de las peores aberraciones abominables que puedan
existir en cualquier protesta. En Perú hay manadas de mercenarios
elucubrando, via el ataque sañudo a las fuerzas del orden, la
ocurrencia de víctimas. Ni la policía puede tener facultades
criminales pero tampoco los protestantes pueden creerse en el derecho
de hacer cuanto les venga en gana.
Razonemos con claridad: cuando algunos desadaptados destrozan pistas,
postes, dependencias públicas o privadas, hay la perversa opinión que
con ello se ataca al gobierno. ¡Error impresionante! Lo único que se
hace es ocasionar daño al Estado que tendrá que reponer lo destruido.
¿Y con qué dinero? Con el que tributa el sufrido pueblo peruano, por
tanto, a más daño, más perjuicio para el bolsillo del hombre común de
la calle. Sabido es que a los grandotes importa un bledo que esto
ocurra porque ¡o no pagan impuestos o los escamotean vía asesores
contables ladrones que se encargan de manejar sus papeles! En esto son
especialistas las organizaciones de nuevos gángsteres que tienen
¡doble contabilidad! y por eso defienden sus secretos rateriles.
Los protestantes tienen la obligación ineludible de exigir que sus
líderes, conduzcan las marchas y que encaucen el esfuerzo constructivo
y democrático cívico por las avenidas de la vida. ¡No puede existir,
siquiera la premisa de muertos porque no estamos en guerra civil y la
policía o las fuerzas armadas están integradas por hombres y mujeres
del pueblo, también!
Es evidente que un gobierno que lanza leyes, que recula, que a
posteriori deja la potestad de su aplicación a los gobiernos
regionales, no hace sino protagonizar un ridículo estentóreo. Que la
prensa complaciente y amigota, con excepciones, no lo haga notar, es
un asunto común, una raya más al tigre en la acrítica y mercenaria
prensa nacional. Que no se ataque los grandes negociados so pretexto
del progreso económico del Perú, es tradición. Más no por ello, una
realidad que no deba cambiarse con suma urgencia. ¡Pero no a costa de
la muerte de inocentes! Y nótese: ¡nunca los generales de cuatro
paredes, los mariscales de escritorio o los almirantes de tina,
figuran entre los caídos! Ellos, más bien, son los que salen a los
miedos de información, siguen ganando sus mensualidades como si nada
ocurriera y siempre cuentan con amigos que les ayudarán a disimular
cómo tiran las piedras y esconden las manos! ¡Sinverguenzas!
Los dirigentes en primera fila y a proteger la vida de los
protestantes. ¡Y no hay pretexto que valga frente a estos reclamos de
suyo justos, impecables, simples!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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