Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
7-4-2005
¡Banqueros a la cárcel!
¿Alguien puede creer que una mísera moneda de S/. 0.10 pueda ser
movida o transferida o gastada sin conocimiento del inmenso control
minucioso que aplican los bancos a sus fondos en moneda nacional o en
dólares? Día que pasa, día que trae la monumental verdad evidente de
lo que ha ocurrido en los últimos días: los bancos sabían
perfectamente sobre el lote de dólares falsos, pero a alguien, de esos
vivos que cobran muy caro sus asesorías para ver si aciertan, se le
ocurrió que era mejor no decir nada, circularla entre el público y
después hacerse los bobos. ¿Quién pone en chirona a los representantes
del poder real en el Perú: los bancos?
La presentación que hicieron ayer los técnicos y asesores de los
bancos en la comisión parlamentaria no fue convincente. Y no podía
serlo porque casi todas las publicaciones están haciendo revelaciones
puntuales de cómo los bancos tenían con anticipación culposa,
información sobre el intríngulis de los dólares falsos. ¿Por qué
actuaron con tanta torpeza?
Notemos, eso sí, que para algunos analistas, la suma falsificada (algo
así como US$ 260 mil dólares) es una minucia que no produciría pánico
ni indignación. Total, aquí hemos hecho contratos tributarios con
empresas eléctricas que por ese artilugio leguleyo han dejado de pagar
decenas de millones de dólares al fisco. Hace poco ocurrieron los
sucesos de Huaraz porque los de Antamina se hicieron los suecos con
US$ 140 millones. De modo que, ¡apenas US$ 260 mil dólares no eran un
tema como para preocuparse!
El Perú es el campo de experimentación más grotesco de las
privatizaciones y los incumplimientos de la ley de que se tenga
memoria en América Latina. Aquí se regaló a una empresa de apenas US$
3 mil dólares de capital social, como Lima Airport Partners, el
Aeropuerto Jorge Chávez. La Pampilla y parte fundamental de su
accionariado fue comprado por Repsol al precio obsequio de US$ 180
millones de dólares. Matarani, el puerto estratégico, constituye una
vergüenza que no puede ser revertida porque se otorgó como presea al
compinche de Vladimiro Montesinos, el banquero de los banqueros, San
Dionisio Romero Seminario.
Entonces, ¿por qué preocuparse o hacerse problemas por apenas US$ 260
mil dólares puestos a disposición de desprotegidos clientes que no
tenían cómo saber de la falsificación tema del cual sí conocían los
bancos que callaron en todos los idiomas posibles? ¡Bah! ¡En el Perú
la Defensoría del Pueblo, como en Andahuaylas, no funciona sino para
gloria transitoria de un badulaque que está adherido al cargo como una
garrapata irredenta. La Contraloría le echa la culpa al BCR y hemos
entrado a la dinámica del trompo para dar vueltas y morir por falta de
impulso y aliento.
A estos banqueros, al Estado y a todos los que resulten responsables
en una investigación penal por asociación para delinquir, habría que
meterlos en la cárcel. ¿Alguien ha visto a alguno de estos cogotudos
rimbombantes que hablan de globalización, inversión, pero que jamás
ponen de la suya, sino de los empréstitos o contratos mañosos, con
traje a rayas y en el fondo de alguna celda que es su hábitat natural?
Soñar no cuesta nada, pero demandar justicia, aunque sea una quimera
en un país en que la ley se hace con facturas y comisiones, tiene,
alguna vez, que constituir un derecho inalienable, justo y permanente.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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