Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
27-8-2003
Belmont: fracaso y muerte
Si, como dicen numerosos medios, la premier Merino se impuso y logró
el levantamiento del programa que Belmont "transmitía" en Canal 7,
ocurre un signo positivo que fortalece su mandato. Desafortunadamente,
si es cierto que detrás del mismo individuo estaban Olivera y
asociados, se comprobaría que el canibalismo político es una práctica
cancerosa que tiene vigencia sorprendente en nuestros pagos. De
cualquier manera el intríngulis ha servido para evidenciar un fracaso
más de RBC y decretar su virtual muerte pública.
Apostrofar a cualquier otro, valiéndose de un canal sufragado por los
contribuyentes, no es sólo una impostura: ¡es un robo a secas! Belmont
zahirió a César Hildebrandt y no hizo mayor caso a las llamadas de
atención y como buen matoncito de sexta o séptima categoría qie es,
advirtió a la Merino: "esto es cosa de hombres". ¿Qué quiso decir, que
sólo los de este sexo tienen el patrimonio de decir barbaridades de
marca mayor como casi todas las cosas que ha dicho durante su vida
pública?
Pocos años atrás, este "hombre de medios" se permitió preguntarle a
boca de jarro a una cantante invidente: ¿qué se sentía cantar a
ciegas? A lo que la aludida respondió con paciencia y compasión por
semejante exabrupto. Belmont también zahirió con su acostumbrado
retraso mental a Susana Giménez a quien interrogó sobre cómo era
dormir desnuda. Un error había dejado a la vedette sin maletas en el
Perú. Y así por el estilo, la multitud de groserías, que él calificaba
de criollismos o giros populares, llenarían tomos completos gruesos y
vergonzantes.
Invocar a un escritorzuelo de alquiler que vomitó el esperpento El
Enano para referirse a Hildebrandt, fue otra de las últimas hazañas de
Belmont. Es obvio que el grupo económico, ahora engrandecido con dos
canales, un radio y dos diarios que representa El Comercio, empresa
que brindó el dinero al mercenario de marras, no encontró mejor
"respuesta" a CH para retrucar las verdades que le refería éste en su
programa televisivo de entonces. Hay odios que son inmortales y éste
es uno de ellos.
Nuestra televisión inventa o "posiciona" a imbéciles puros como
"figuras" o "expertos mediáticos". Y este es un caso que ya tiene
larguísimos años. Belmont simboliza la frivolidad más escabrosa
revestida de un tinte populista que pretende enajenar el idioma de la
calle. En lugar de reivindicar el castellano y su rica galería de
términos, este tipo, nos hundía en la replana de alcantarilla.
No hay licencia posible para quien abuse de un medio que ni siquiera
es privado sino de los contribuyentes. Belmont se pasó de la raya pero
no hizo nada extraordinario: soez, vulgar, palurdo a carta cabal,
discurrió por los cauces que siempre usó, sólo que esta vez estuvo en
el lugar más inadecuado. Además su adulación constituyó un ejercicio
repugnante del que cualquier ciudadano se avergonzaría con creces. La
envidia y la sobonería son taras que aquí han encontrado madrigueras
feraces y sueldos envidiables.
Ojalá que Beatriz Merino continúe afirmando su presencia serena en el
cargo que ostenta. No sería nada raro que también todos estos sucesos
hayan sido manotazos y balbuceos de quienes siguen creyendo que Perú
es un potrero y una chacra para hacer negocios y favorecer a
parientes, hermanos o queridas.
Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.
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