Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
16-9-2003
Cabilderos, tarifas y SOAT médico
Hay un parlamentario que ha entendido su labor como la de un
cabildero. ¿Qué es cabildear? Según el Larousse y la decencia, es:
"procurar con maña, ganarse las voluntades en una corporación o
cabildo". De origen ítalo, ojos claros, bastante alto, maneja un
Mercedes Benz cuya propietaria es una testaferra y su más célebre
comportamiento ciudadano ha sido el de ser compinche, socio y alfil
del ex-alcalde de Lima, Alberto Andrade.
¿Cuáles son las aseguradoras que han sufragado a este individuo la
campaña para que los médicos tengan un seguro contra negligencias en
el desempeño de su delicada y no pocas veces incomprendida labor? Los
galenos peruanos en su inmensa mayoría apenas si superan el
equivalente a los US$ 300 que les paga el Estado. En cambio, el
cabildero de marras, suma a los US$ 10 mil que gana en el establo
congresal todo lo que ha robado en su cargo de defensor legal de la
discutida gestión del ex-alcalde.
¿Cómo funcionan las aseguradoras? Antes de otorgar los beneficios,
revisan, pelo por pelo, cualquier caso. Pueden pasar, meses o semanas
y depende mucho de quién sea el afectado, y de la prima que se pague
por el seguro. En cualquier caso existe el peligro latente que el
dinero llegue tarde o nunca y que los juicios entrampen a todos los
protagonistas. Pero ¡aquí la madre del cordero!, las aseguradoras
cobraron mucho antes las mensualidades que, multiplicadas por decenas
de miles de médicos, representan un filón muy atractivo para estas
empresas. Ese es su negocio y así es en todo el mundo.
Aquí la inconducta estriba en que el cabildero de marras siempre
empuja "leyes" que favorecen a bolsones económicos poderosos que no
buscan hacer negocios limpios sino simplemente enriquecerse y
aprovechar la presencia de un filibustero que no sólo sería capaz de
vender a su familia sino de hasta discutir el precio.
¿Se acuerda del cabildero? Hace pocos meses se agarró de las mechas
con otro parlamentario, Rafael Rey, y siempre hace noticia ¡por
supuesto! luego de haber finiquitado los tratos comerciales que
alquilan su voz y su mediocre verbo para cabildear en las comisiones y
en el pleno del Congreso. Nulo en intelectualidad alguna, es capaz de
confundir un plato con una computadora personal y alguna vez,
preguntado sobre quién fue el autor de aquella frase: "Me moriré en
París", contestó ufano: "Miguel Grau antes de la explosión en
Angamos".
Sin embargo resuelve las reglas de tres en dos movimientos, y los ojos
zarcos destellan cuando ve dólares que cuenta con fruición de mercader
callejero. Su cerebro es un embeleco crematístico y a todo pone
precio, tarifa y un mínimo, "porque tiene un nombre y un prestigio que
defender". Ejemplo del no ejemplo, hasta hoy no responde en ninguno de
los más de 80 juicios penales que tiene por su desempeño en la
Municipalidad de Lima cuando la nefasta época de Andrade.
Pero, según fuentes fidedignas, Andrade está por ser superado por el
actual inquilino. El jueves, salvo que algún duende de esa casa
editora negocie el silencio, está por aparecer en Caretas una valiente
denuncia de las trapacerías y negociados que viene llevando a cabo,
con la colaboración de ex-delincuentes del SIN, el hoy burgomaestre de
la ciudad.
Despreciable por donde se le mire, el cabildero de quien hablamos y a
quien usted ya ha identificado, tiene hermanas y primos metidos en
todas partes. Y también no pocos amigotes y compinches. Esta es la
clase de miserables a los que hay que, como los espartanos, tirar
desde la cima del Taigeto. En el Perú improvisaremos alguna otra
montaña, acaso el Huascarán.
Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.
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