El voto
“empático-étnico” impostor de los Fujimori
por Pablo Masías; pmasías@yahoo.com
por Pablo Masías; pmasías@yahoo.com
31-3-2016
Desde que su padre ganó a Vargas Llosa en las elecciones del año
1990 y Keiko encabeza la intención de voto en las actuales elecciones, los
Fujimori demuestran un innegable apoyo popular.
¿Pero qué explica su aceptación electoral?
Así como hace 26 años, el “chinito” ganó al “candidato de lujo” de
los criollos (descendientes de los españoles), por una inesperada “empatía–étnica”,
que explicamos por sus rasgos orientales (parecidos a los andinos); su hija
ahora goza de un significativo tercio del electorado, por la misma motivación
étnica. Pero falaz e impostora, porque ella (como su padre) no es andina,
serrana, quechua o aimara, ni siquiera shipiba.
A pesar que últimamente el maquillaje ha mejorado su simpatía y el
aprendizaje su desenvolvimiento, no se le puede considerar un “paradigma
político” por su oratoria y comunicación, que han mejorado desde cuando era congresista
(2006-2011) y avergonzaba a su bancada cada vez que intervenía en el hemiciclo.
Las clases de oratoria y expresión corporal, además de la eliminación de
algunos kilos que le sobran, han tenido sus resultados, aunque todavía hay
muchos a los que les sigue cayendo “gorda”.
Cuando el padre de Keiko derrotó en las urnas a Vargas Llosa, el
voto “étnico–empático” lo favoreció. Al no ser un paradigma político, ni menos
cuando se medía con la locuacidad y
calidad del ahora proclamado Premio Nobel de literatura, sólo la empatía que
produjo en los electores sus rasgos orientales (como los de su hija) hicieron
que votaran por él; y no por el vate, ahora también nacionalizado español. Los
electores de aquella época tuvieron que escoger entre el descendiente de los
invasores españoles y el “chinito” que con poncho y chullo se les parecía
tanto. Y no lo escogieron racionalmente, de manera consciente; sino
emotivamente, porque les “cayó bien”,
empáticamente… Comprendieron sus emociones y hasta pudieron ponerse en su lugar,
porque los orientales también eran y son víctimas de la discriminación racial
de los criollos, descendientes de los conquistadores. En esa oportunidad, una
señorona de San Isidro (Lima) dijo “hasta un chino quiere ser presidente del
Perú”, expresando la discriminación a la
que también estaban sometidos los orientales en el Perú, ya que lo natural era
que fueran presidentes los criollos y con “aspecto decente” como Fernando
Belaunde, José Luis Bustamante y Rivero y hasta Alan García, mestizo, que
aceptaron porque habla bien. Y así como lo son Kuczynski, Barnechea, Mendoza,
Flores Araoz, Guerra, Olivera, etc.
Fujimori (chino), Toledo (indígena), Humala (mestizo), son los que
han venido a desentonar… El actual apoyo electoral de Keiko, no puede ser
explicado por el gobierno de su padre, con el que no ha no ha tenido ninguna
contemplación en deslindar, reconociendo que hubo corrupción y se cometieron
diversos delitos. Y es que no puede decir otra cosa, cuando Alberto Kenya, está
encarcelado por delitos de violación de los derechos humanos (asesinatos de la
Cantuta y el de los Barrios Altos) y de corrupción, entre muchos como por la
compra de las editoriales de los medios de comunicación en la “salita del SIN”
por su más estrecho operador Valdimiro Montesinos.
No son muchos votos los que le aportan los que creen que Fujimori
salvó al Perú de la inflación y del terrorismo y que su hija Keiko debe ser
elegida para reivindicarlo y hasta excarcelarlo. Por lo demás, la empatía que
producen los Fujimori (padre e hija), en los electores andinos es la misma. Sus
rasgos orientales son muy parecidos a los indígenas de la Sierra y hasta de la
Selva; y nítidamente diferentes a los rasgos de los criollos.
Sólo si el voto es consciente, la razón reemplaza al sentimiento y
se sustituye el voto “empático”. En ese caso, se toma en cuenta la trayectoria
de los Fujimori, del primero como gobernante, considerando sus logros de
gobierno y también sus delitos, faltas y desaciertos. O de hija, en su relación
con el padre y también con la madre. (Una mala hija no podría ser buena
presidenta). No es confiable ni creíble una hija que usurpa el cargo de primera
dama a su madre en conflicto con su padre y que se calla cuando la torturan
hasta casi matarla. Y en el colmo del cinismo, carente de todo arrepentimiento,
sólo dice que carga una “mochila” del gobierno de su padre. (Ahora le exige a
su madre que haga campaña por ella, para hacer dudar de su ya conocida conducta).
Pero ¿cuántos lo saben? No todos leen los periódicos ni conocen esa historia; o
la conocen tan endeblemente, que ante el primer desmentido, creen en la
inocente versión de la hija.
En la medida en que los electores conozcan la trayectoria de Keiko
como hija; y la crean, el desencanto es irreversible. Y desde ese momento el
voto deja de ser empático y se vuelve racional.
Y mientras la campaña sólo sea de dimes y diretes y de algunas
propuestas efectistas que ni siquiera se logran digerir, el “encanto” de la
Fujimori se mantiene. La empatía, que es completamente falaz, porque a pesar
del parecido de los rasgos, los electores andinos no son parecidos a la
Fujimori que usufructuó las gollerías del régimen de su padre. Y es impostora,
en la medida que a sabiendas de que es falsa esa empatía, la fomenta y estimula,
habría que averiguar cuántos trajes indígenas de la diferentes etnias del país
componen el ajuar de la “princesa” nipona.
Una madre andina, inmigrante de Puno a Arequipa, que trabaja de
vendedora ambulante de fruta en la puerta del mercado San Camilo, es
completamente diferente a Keiko, a pesar de sus ojos rasgados, de sus pómulos
salientes, de su cara achatada, del cabello lacio y negro y de su baja estatura.
Ella trabaja para vivir, Keiko no. Todo lo tiene regalado desde que nació,
incluyendo su residencia de 10 años en Palacio de gobierno y su vida
universitaria en los EEUU.
Si Keiko caminara por el mismo mercado, sin que la reconocieran
como candidata, recibiría piropos de algún desprevenido estibador andino. Y de
eso se aprovecha ella y quienes dirigen su campaña, pero no para lograr improductivos
piropos, sino decisivos votos. Eso explica por qué después de meses de campaña
efectiva, de haber visitado muchas ciudades del país, no aumenta su aceptación
electoral. Si se hace un poco de aritmética, no ganaría en una segunda vuelta,
así efectivamente pasara a ella. Porque los que le negaron el voto en la
primera vuelta, no tendrían ningún motivo para votar por ella en la segunda. Salvo
que hicieran creer que su contendor es peor que ella. ¿Pero serían peor que
ella Alfredo Barnechea o Verónica Mendoza? Se fomentaría el voto por el “mal
menor”. Así le ganó Alan García a Ollanta en el año 2006. Y así le ganarían a Keiko,
no sólo por la mochila que carga, cualquier candidato, en el actual proceso. Lo
que significa que a pesar de beneficiarse con el voto “empático–étnico” falaz e
impostor, la “china” no tendría posibilidades. Peor, si como consecuencia de la
campaña, se derrite esa ventaja, exhibiendo la verdad, quitándole la careta “de
andina” que le pone la benéfica empatía electoral.
Finalmente, como ya no quedan candidatos étnicos andinos, por la
eliminación de Acuña, el retiro de Cerrón y por ser minoritarias etnias de la Selva
las que representaría Hilario, sólo quedan candidatos con el modelo “paradigmático”,
que fue el que lucieron Haya de la Torre o Belaunde Terry, como los actuales: Barnechea, Mendoza, Diez
Canseco, Guerra García, Olivera.
La población andina y los sectores populares, sólo tienen la
posibilidad de hacer “valer su voto étnico” negociando una asamblea
constituyente con los “paradigmáticos” de la segunda vuelta. Prerrequisito
indispensable para hacer algún cambio al “sacralizado” sistema capitalista neoliberal.
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