¿Por qué debemos llamar
al nuestro: “Continente Andino" y/o
“Andinia”?
Jallalla a nuestro
continente andino libre y soberano
por Javier Lajo; javierlajo@hotmail.com
20-3-2016
La palabra “andino”, deviene del vocablo que nombra la cordillera de “Los Andes” y ésta, a su vez,
proviene de “los antis” que son los
habitantes del “Antisuyu”, que es una de las cuatro zonas o regiones en
que estaba repartido el territorio de la Confederación Inka.
Se sabe que Lima, como la capital del Virreinato del Perú, fue una
ciudad amurallada para protegerla frente al acoso militar de las huestes
guerreras de los Inkas que luego de la invasión y ocupación en los siglos XVI y
XVII principalmente, se rebelaron a lo largo y ancho de la cordillera, desde
donde “bajaban” fieramente a combatir al invasor español. Ante estas
incursiones y ataques, no solo en Lima sino en el Cusco y en otros
fortines-ciudades que los españoles fundaron en la Costa, Sierra y Selva de lo
que hoy es Colombia, Ecuador, Perú y Chile, la alarma era: ¡Ahí vienen los
indios de los Antis!, por decir los “salvajes”, los “selvícolas” y finalmente
los “chunchos” que denota la actitud de un “indio” guerrero, rebelde, huraño, hosco,
“chusco”, “chúcaro”, en pocas palabras un “anti” es un indio indomable,
invencible; tal como lo fue Juan Santos Atawallpa, Inka rebelde, de la Selva y
Sierra central del Perú, que combatió toda su vida y “nunca fue derrotado”.
Todo eso encierra y quiere decir “Los
Antis”, la raíz que ha generado el concepto de “los Andes”. Es decir la actitud
de “resistencia invencible” generada en este continente que fue moldeando el
sagrado nombre de los guerreros del Antisuyu, que reiteramos, es de donde
deriva el nombre de la cordillera de Los Andes, que es el nombre de aquel macizo
de montañas que constituye la columna vertebral de todo el continente.
Pero no solo es la actitud del guerrero militante que se opone
hasta hoy a la feroz agresión contraria, invasiva y genocida, que significa la
permanente actitud colonizadora de occidente que irrumpe, invade y ocupa
territorios continentales, en la forma por ejemplo de empresas transnacionales
mineras de “tajo abierto” y que destruyen cabeceras de cuenca dejando un forado
de varios kilómetros de ancho y de profundidad. Es también un cúmulo de
argumentos y razones por lo que deberíamos llamar “Continente Andino” o simplemente “Andinia”,
desde hoy con más exigencia a nuestro continente mal llamado “América” por los
colonizadores, porque es un continente que resiste a la ocupación, al
avasallamiento, que resiste secularmente a la “conquista”. Y porque un colonizador no tiene ningún
derecho a ponerle nombre a la tierra que invade y ocupa por la fuerza y el
exterminio, nada más contrario e ilegítimo de esta acción criminal y
anti-humana.
La tradición nos habla también del “Anti” como el sol en el
naciente, de “Inti” como el sol en el cenit y “Kunti” como el sol en el
poniente; correspondientemente la toponimia del total de nuestro continente,
significaría el continente del sol en el naciente.
Es la mejor y más relevante “toponimia” (antis: andes: Andino), la
espina dorsal del continente o el accidente geográfico más relevante que
condiciona y explica el resto del territorio continental, que por el oeste hace
descender sus ríos, irrigando los valles occidentales de los Andes con la
abundante agua que aflora en miles de glaciares andinos o Apus, que crean y
forjan, a su vez, los miles de ríos y vertientes orientales que surten el agua
que formará la “Amazonía” (que es un vocablo igualmente infeliz, creado por
los colonialistas y que debemos cambiar;
porque, ¿qué tienen que hacer aquellas jinetas a caballo que combatiera el
griego Hércules?), selvas en muchos casos vírgenes, que guardan la mayor
reserva de agua del planeta y cuyos territorios desde sus orígenes, conforman
la mayor cuenca hidrográfica en el mundo, con un volumen de agua impresionante;
igualmente sucede con el Río de la Plata, y un tanto menos las cuencas del
Orinoco y el Paraná, sus principales afluentes tributarios surgen y bajan
principalmente, desde el macizo andino. También podemos invocar a nuestros
hermanos de la mal llamada “amazonía” para que trabajen y recuperen el
verdadero nombre del río que el colonialismo le llama “Amazonas”. La historia registra
la crónica del cura Gaspar de Carbajal capellán que acompañó a la expedición
que en 1541 encabezaron Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana, por el río
“Parawanaz” o “Parawanazú”, en la búsqueda del mítico reino del “Dorado”,
crónica escrita por este cura dominico que llama al gran río por su nombre
verdadero: Parawanazú.
Es pues la extensión geográfica, otro de los argumentos que suman
a nuestro propósito, de llamar a las cosas por su nombre, ya que la “Cordillera
Matriz Andina” va desde la Patagonia hasta Alaska. Estrechándose y
sumergiéndose en el estrecho o istmo de Panamá y surgiendo luego otra vez
poderosa, en las cordilleras de lo hasta hoy llamado “Centro-América”, que dan
forma a los volcanes que son la viga maestra del territorio de Panamá, pasando
por Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala, complejizándose luego en
México, Estados Unidos, Canadá y finalmente Alaska, territorios donde le
cambian de nombre.
Los Andes tienen pues una influencia
matriz y condicionante de sus glaciares, montañas, valles y planicies tanto
de sus vertientes orientales hacia el Este -que gustaron y supieron ocupar los
europeos y sus “críos” descendientes, comúnmente llamados criollos- y también
la cordillera Andina es la matriz de los valles y planicies “occidentales” que
bajan al Atlántico por el oeste para formar la selva hoy llamada
“ilegítimamente”: Amazónica. Es también el contrafuerte andino el que formando
una muralla, impide que las nubes cargadas de agua pasen al mar del Pacífico,
obligándolas a descargar sus aguas en las miles de cuencas que bajan al llano
amazónico o aguas fluviales que cayendo en la selva alta de los Andes, baja
luego por los innumerables ríos hacia la “amazonía”. Cabe aquí también
referirse y explicar que nuestro río “Parawanazú”, nace en una de las quebradas
o cuenca del nevado Kiwisha, del distrito de Lari, provincia de Caylloma,
Región Arequipa del sur-andino, territorio del ancestral y milenario pueblo
Puquina, siendo el río más largo (con 7,062 Kms) y más caudaloso del mundo, con
un volumen de agua mayor que los de los ríos Nilo, Yangtse y Misisipi juntos.
Otro argumento importante es que la evolución socioeconómica de
los pueblos originarios del continente se produjo en Los Andes, la suficiente
agricultura y ganadería que potenció y produjo la mega-diversidad agropecuaria
de todo el planeta. Así, los primeros cultivos en el mundo, que fueron el
zapallo loche o “Nachoc”, domesticado entre Cajamarca y Lambayeque del norte
peruano, con 10 mil años de antigüedad,
mucho antes que el trigo cultivado en el “creciente fértil” (Medio Oriente).
(Ver Jared Diamond; “Armas, Gérmenes y Acero”- Premio Pulitzer, 2007. Edit.
Debolsillo), para hablar de un ejemplo nomás, porque la lista de germoplasma
que la domesticación de cultivos en Los Andes han otorgado al planeta, es muy
larga, pues de los alimentos más comunes, al menos 200 son del continente
Andino, como la papa, el tomate, la calabaza, los frijoles y el cacao; y
el 90% de las calorías que alimentan el
mundo procede de un pequeño número de plantas, entre los que figuran como más
importantes el maíz, y la papa.
El concepto de “lo andino”, es pues, el continente que defiende la
vida, porque en nuestro continente
Andino todo se opone a la muerte, nuestros pueblos son la defensa humana a la
depredación ecológica y al exterminio a la que nos ha llevado la aventura
colonialista europea occidental que se inicia en el siglo XV y que en solo 10
años (1492-1595) exterminó a la mitad de la humanidad en Asia, África, Andinia
y Oceanía, y cuyos “logros” y resultados han intentado inútilmente
globalizarse, encontrando su límite de contención o “frontera” invencible en el
continente Andino. Y sobre todo, “lo andino” significa lo producido y aportado
por nuestro continente, al resto del mundo para que sobreviva la vida –valga la
redundancia-.
"Andinia" y continente “Andino”, además no solo es un
vocablo, sino que ahora es un “concepto”
que pertenece a la herencia resistente de la gran Confederación del
Tawantinsuyu, que implica hoy en día a más de 20 millones de habitantes de
múltiples y diferentes etnias. Y nos podemos preguntar ¿Por qué hasta el día de
hoy no se conocían estas poblaciones de Pueblos tan poderosos como resistentes
a la colonización? Pues la respuesta es obvia, los mecanismos que supo
implantar el colonialismo desde el siglo XV han sido y siguen siendo tan
fuertes, cruentos y voraces, que hacen aparecer estos nuestros pueblos
poderosos, como poblaciones insignificantes, nimios, débiles mentales, carentes
de filosofía, ciencia y tecnología e incapaces de ganarle a la guerra de
exterminio iniciada por el colonialismo y la invasión de 1492. Ojo… y a esto suma implicarnos a todos con el
nombre título y/o gentilicio de un pequeño pueblo como es el pueblo Kuna. Claro
que esto no implica en absoluto, desmerecer ni mucho menos despreciar al pueblo
Kuna.
Los Andes pues constituyen muchos millones de habitantes de
pueblos que resisten en múltiples formas políticas, culturales, económicas y
religiosas a la ocupación y depredación occidental. Valga el magnífico ejemplo
que nos da la movilización espiritualista o peregrinación más grande del
planeta, que es la “marcha del gran poder” del Koyllu Ritti donde más de
100,000 hermanos “antis”, se reúnen cada año en el plenilunio del mes de Junio
en la quebrada de Sinakara en la cordillera del Ausangate en las alturas del
Cusco para celebrar este rito y peregrinación y culto del “Taytanchis” Koyllu
Ritti, cuyo significado literal es “Estrella de la Nieve” y que nos faltaría
papel para explicar su significado hermético.
Entre los intelectuales y público en general se usa ya comúnmente
el vocablo “Mundo andino” para referirse no solo al espacio geográfico sino a
los pueblos que lo habitan, siendo su característica principal de este mundo
“la reciprocidad” del runa –ser humano- con la “Pachamama” –o naturaleza-,
relación de equilibrio mutuo que provoca la complementariedad, como sustento de
la convivencia humanos–naturaleza.
Estos argumentos nos dan buenas razones del porqué le llamamos a
nuestro continente "Andino" o "Andinia" y no atarnos a un
vocablo de la lengua Kuna que integra junto con unos 15 dialectos el idioma “chibcha”,
con el que por una propuesta sorpresiva y sin mayor argumentación se nos quiere
llamar a todos desde este dialecto con el gentilicio de “Abyayaleños”, que
rigurosamente tendrían los siguientes significados: Los “Tierraleños en edad
fértil” o “terrestres maduros”, o “Tierranos abundantes”, o “Tierraleños
ensangrentados” o “Tierreños fértiles”… etc”, significados que, a su vez, están
también contenidos en los cientos de lenguas alternativas del continente y que
no se justifica ni mucho menos que tengamos que dar preferencia a un vocablo
del pueblo Kuna. Repito “pequeño” –no por despreciarlo- sino en relación
numérica a otros pueblos que como el pueblo Quechua, de cuyo idioma proviene el
vocablo y concepto de “Los Andes”, está integrado en la actualidad por más de 10 millones de
habitantes, solo en el Perú, según datos del Banco Mundial, imaginamos que este
banco de los ricos puede asignar otra cantidad similar a los quechuas de
Colombia, Ecuador, Bolivia, Argentina y Chile… cifra que ya resulta increíble
para todos aquellos que “invisibilizan” y menosprecian al poderoso y resistente
pueblo Quechua, legítimo heredero de la Confederación del Tawantinsuyu. Y aquí
vale hacer la referencia de lo que es también “arma eficaz” del colonialismo,
el seguir llamando al Tawantinsuyu: Imperio, y no como lo reafirmó y argumentó,
nuestra célebre historiadora María Rostoworoski, que Tawantinsuyu significa Confederación.
Es ocioso continuar este debate sobre si fue un “Imperio” o fue una
Confederación.
En conclusión, tampoco se justifica que el continente lleve el
nombre de “Abya Yala” porque “fue por allí que desembarcaron los invasores
europeos”, esto argumenta que por el contrario ese lugar debería ser de
“abominable recordación”.
Concluyendo diremos que, lejos de significados confusos e
intrascendentes, como los que se derivan de un vocablo –Abya Yala- de uno de
los 15 dialectos “chibcha”, que es el dialecto Kuna (le llamamos así por
rigurosidad lingüística y no por desmerecer esta ramificación de la compleja y
múltiple lengua chibcha) que de asumirla como nombre del continente nos
llevaría a significados gentilicios tan curiosos como difusos tal como están
reseñados líneas arriba (“Tierralenses ensangrentados”… y otros menos
curiosos). En cambio nuestro gentilicio
originado en el quechua continental:
“Andino”, nos otorga legítimamente un gentilicio que nos da un significado
noble y sustancioso frente a la predadora globalización occidental, como pueblos e individuos “resistentes”,
“indomables”, “invencibles”, “anti”-colonialistas etc. a los habitantes del
Continente Andino. Concepto y gentilicio inequívoco para pueblos de un
continente que se ha negado a morir y más aún, pueblos que representan y
proponen hoy en día una alternativa de sistema de vida originario y
equilibrado: El Sumaq Kawsay, cuyo mejor significado es -si se trata de lucir
conceptualmente los vocablos- la “Espléndida Existencia”, o el Continente
Andino donde la “vida se produce, se cría y resiste en su plenitud”, o
simplemente donde sus pueblos poseen el
“arte de vivir bien”, “que es una
propuesta para todo el mundo, lejos de las etnias y las razas, para que la vida
no muera sobre el planeta, como producto de la depredación anti-vida que es el
colonial-capitalismo occidental, frente al que resiste invencible el Continente
Andino.
Javier Lajo, Chuquiago Marka, marzo del 2016
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