por Herbert Mujica Rojas
7-5-2007
Se transcribe a continuación un interesante –como polémico texto-
sobre las ONGs, entidades a las que el autor reputa como mal llamadas
no gubernamentales, porque sostiene que sí tienen financiamiento, en
no pocos casos, de órganos de esa calidad. El debate está abierto.
Agradécese la gentileza de Pueblo Continente al autorizar expresamente
la reproducción del material. (Herbert Mujica Rojas)
ONG : ¿mal necesario o generosidad calculada?
Parte I
por Francis Windey*, especial para Pueblo Continente
Los medios de prensa han presentado el reciente debate sobre la nueva
ley de ONGs como un enfrentamiento entre la izquierda y la derecha.
Fue de buen tono presentar por un bando las ONGs como factor de
progreso y de libertad, o, por otro bando, como agentes de la
subversión y enemigos de la libre empresa. Sin embargo, esta
simplificación no corresponde a la realidad del terreno, ni siquiera
de las ideologías vigentes.
Un mito que se debe corregir es el de la denominación «no
gubernamental». En Europa es bien sabido que las ONGs reciben
subsidios en forma de recursos financieros o humanos de parte del
Estado o de la Comisión Europea. Dime quién te financia y te diré para
quién trabajas, así se podría resumir la situación. Cierto, las
grandes ONGs tienen recursos propios gracias a las donaciones del
público. Pero muchos proyectos suyos reciben un apoyo muy importante
del Estado. Los proyectos específicos de desarrollo en el tercer mundo
reciben a veces el 80% o más de su financiamiento gracias a fondos
gubernamentales o de la Comisión Europea. Otras ONGs han sabido captar
la simpatía de grandes donadores del sector empresarial y así es que
su objetividad e integridad pueden sufrir. Pero este último aspecto
está generalmente ocultado por la prensa y los militantes.
Mejor prueba de eso son las interconexiones frecuentes entre el
personal de las ONGs y el mundo político. Muchos fundadores o
directivos de ONGs se encuentran tarde o temprano reclutados por la
oligarquía política, recibiendo cargos y puestos importantes a nivel
de parlamento o de gobierno. Tal fue el caso de Bernard Kouchner,
fundador de la ONG Médicos sin Fronteras, luego congresista del
parlamento francés, ministro de cooperación internacional o de salud
de varios gobiernos socialistas. En Bélgica se presenta igualmente tal
interpenetración: varios diputados y senadores actuales han sido
dirigentes de la rama belga de Médicos sin Fronteras y uno de ellos
llegó incluso a ser ministro de la cooperación internacional de
Bélgica en los últimos años de la década de los 90. Un dirigente de
Oxfan y de la cúpula de ONGs CNCD fue escogido por el partido
socialista belga como senador en el 2003. Es que el cuerpo político
busca personalidades conocidas por el público y la prensa.
Pero existe el movimiento inverso del mundo político hacia la esfera
ONG. No es ningún secreto cómo en Bélgica, asesores de ministros
logran ser cooptados en estos organismos. Y esta situación existe en
numerosos países. Ambas partes tienen así un poderoso interés en eso.
Por un lado, las ONGs aseguran la continuidad de su financiamiento.
Por otro lado, el personal político garantiza un empleo remunerado y
mantiene vigente la esperanza de más notoriedad electoral.
Así que, finalmente, es un mito pensar que las ONGs son organizaciones
independientes y «no gubernamentales». Ningún ente es independiente
hacia su benefactor, por nobles que parezcan sus objetivos.
Se puede distinguir varios tipos de ONGs por implantación o por sector
de actividades. En claro existen ONGs nacionales y ONGs
internacionales activas mayormente en sectores de desarrollo (rural o
urbano, salud pública, agricultura, organización social), emergencia
(ayudas puntuales durante catástrofes), defensa legal y promoción de
derechos, medio ambiente. Estas dos últimas categorías son las más
controvertidas y suscitan preguntas y angustias de parte de la
derecha, de las oligarquías y del mundo empresarial nacional e
internacional. Analizaremos estas más en adelante.
La problemática ONG existe tanto en el Perú como en otros países,
incluso los países industrializados.
La derecha que siempre hace de la libre asociación su ideología y se
ufana siempre del término «libertad» (como lo hizo para impedir la
estatización de la banca en 1987) quiere negar este derecho a sectores
populares. Está de acuerdo con la libertad en lo económico pero quiere
regular una vez que sus intereses están amenazados. Y es cierto que
ven con preocupación cómo ONGs denuncian empresas sospechosas de
contaminar el medio ambiente o de defender derechos de propiedad
comunitaria en tierras codiciadas. Se vio así en los últimos años
conflictos en Ilo, Perú, con una trasnacional de producción energética
y llamadas organizaciones populares y programas radiales de ONGs por
asuntos de contaminación. También en Yanacocha (Cajamarca) o en la
selva donde comunidades indígenas se enfrentan regularmente con
grandes empresas internacionales. También le preocupa a la derecha y a
algunos sectores del Estado el activismo en la defensa de los derechos
humanos. El escándalo poco investigado sobre las presuntas
esterilizaciones prácticadas en zonas de la sierra sur en el período
de Fujimori es un ejemplo típico de las tensiones que pueden occurrir
cuando las sospechas están comunicadas solamente por ONGs y no llegan
a una investigación debida de parte de las autoridades, al punto que
la comunidad internacional está más al tanto de esta denuncia que el
mismo pueblo peruano (se vio a Javier Diez Canseco por las pantallas
de televisión en Europa en 1998).
Sin embargo, y lastimosamente para los «ideólogos», el problema no se
reduce a una dicotomía «blanco» y «negro», suerte de dialéctica
destinada al fracaso. Pues imaginarse que las ONGs son buenas o son
malas esquiva el verdadero panorama y falsifica el debate. Se puede en
realidad analizar la problemática ONG por tres ángulos: uno de la
seguridad nacional, un segundo de la pertinencia del proyecto y del
cumplimiento de los objetivos, un tercero acerca de la buena
administración de los recursos y del buen manejo. Y también habría que
incluir en el término ONG a las «fundaciones» y los «think tanks»
(grupos de reflexión).
Hablando de seguridad nacional, consta que el problema está creciendo
con el tiempo. En verdad, existe desde hace tiempo. Vemos a nivel
internacional cómo algunas ONGs financiadas por occidente juegan un
papel desestablizador, por no decir subversivo, en países de la
ex-URSS, poniendo trabas a los objetivos geo-estratégicos de Rusia.
Las llamadas revoluciones «naranja», « tulipán», «terciopelo», etc.
eran de hecho golpes de Estado habiendo aprovechado, al inicio,
pequeñas protestas con la ayuda de toda una logística costosa pagadas
por agencias extranjeras. Y es que varias asociaciones con proyección
internacional están financiadas por potencias políticas como Estados
Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania. No es ningún secreto decir que
la Marcha de los Cuatro Suyos fue financiada por el multimillonario
«filántropo» húngaro-americano George Soros. Claro que eso puede ser
interpretado como un apoyo a la democracia, pero ¿qué quiere decir
este término confuso de «democracia» cuando la mayoría de los medios
de comunicación (escrita, oral, televisivo) están en manos de grupos
económicos poderosos propalando una visión conforme a sus intereses
propios y resultando finalmente en persecuciones continuas en contra
de líderes opositores como Alan García? Así que el debate es de
actualidad, importante. Pero en los años 80, muchas ONGs peruanas,
ligadas a ONGs internacionales por su financiamiento y hermanamiento
ideológico, se dedicaban en apoyar movimientos sociales urbanos o
rurales (democráticos) en contra del gobierno del entonces presidente
Alan García. Fue el caso de algunas huelgas campesinas en el Cusco,
donde fueron mejor organizadas y con mayor impacto donde las
comunidades recibían asesoramiento de ONGs pagadas por el extranjero.
Claro, todo eso es parte de la libertad de expresión pero toca el tema
de la seguridad nacional, y eso vale también para grandes empresas
privadas –siempre alabadas por la oligarquía– que con su poder
financiero pueden movilizar el aparato judicial y represivo a su favor
(el caso de Cajamarca es interesante al respecto), tal como lo
demostraron algunas trasnacionales en Chile durante el pronunciamiento
de Pinochet.
La mejor prueba de la pertinencia de esta constatación es la
determinación del senado de EEUU de ligar la desregulación de ONG a la
firma del TLC peruano. Así lo dice el documento "Organizaciones No
Gubernamentales y promoción de la democracia: voz para el pueblo", que
según el diario peruano La República «podría dañar las percepciones
del compromiso de García con el proceso democrático peruano»… De esta
manera vemos que los aspectos económicos no son sino otra fachada de
una voluntad de dominación politica… .
Se utiliza de la misma manera a algunas ONG para «certificar» a un
país (y así ejercer una presión diplomática) como se hace para la
lucha contra la droga, la lucha contra el terrorismo, la «buena
gobernabilidad».
La respuesta de algunos países ha sido variable. Rusia ha sometido las
ONG a condiciones de regulaciones extremadamente severas, provocando
la fuga de varias organizaciones financiadas por occidente. Venezuela
tambien está sometiendo las ONGs a un control estricto.
Personalmente pienso que solamente un aparato de Estado bien
organizado puede velar por la seguridad nacional y popular, contando
con un servicio de inteligencia bien manejado, patriota y popular.
________________________________________
*El Dr. Francis Windey, compañero de nacionalidad belga, tiene lazos
muy estrechos con Perú y es colaborador del portal Pueblo Continente.
Tiene experiencia en proyectos de cooperación internacional y conoce
el manejo de las ONG tanto en Latinoamérica como en Europa.
Parte II
ONG: ¿mal necesario o una generosidad calculada?
por Francis Windey
Las ONGs se han convertido en Europa y en el mundo occidental como una
nueva vaca sagrada. En un mundo post-marxista y en una era de
globalización están bastante idealizadas. Los medios de comunicación
las pintan con los colores de la santidad y en realidad han construido
una imagen casi mística de ellas. Por ejemplo, un periódico belga de
gran difusion, Le Soir, ha inaugurado hace poco una serie de
entrevistas a militantes de grandes ONGs presentados casi como los
nuevos caballeros del tiempo moderno. La campaña mediática recibió el
título: Le Soir se levanta con la gente que se levanta. Y es que la
prensa y los medios de comunicación saben cómo provocar las emociones
populares con imágenes o testimonios de "trabajadores humanitarios"
empeñados en aliviar los problemas en las cuatro partes del mundo,
donde un terremoto o un tsunami, donde una hambruna o una guerra
civil, donde masacres o intolerancia. Imágenes tan efectivas que están
cargadas de mensajes subliminales hábilmente utilizadas por poderes
políticos para llevar a cabo ideas difíciles de hacer pasar de otro
modo en la opinión pública. Es así como se ha forjado, por ejemplo, el
concepto de "derecho de injerencia (intervención)", o sea una versión
moderna de la "guerra justa" tal como se utilizó para justificar el
bombardeo de Serbia en 1999. Uno de los difusores de este
aristotelismo contemporáneo es Bernard Kouchner, fundador de Médicos
Sin Fronteras y luego de Médicos del Mundo. Tal tesis se encuentra
todavía entre los que quieren mandar tropas al Darfour, en Sudán. Los
americanos también pretextaron de ayuda humanitaria para desembarcar
en Somalia en el 1993.
A veces el fenómeno ONG estalla en países donde el Estado es
inexistente o ha olvidado sus responsabilidades hacia la población. O
puede ser la consecuencia de la voluntad de países "donantes". Así fue
el caso del ex-Zaire, ahora conocido como República Democrática de
Congo. El gobierno de Joseph Desiré Mobutu era entonces bien famoso
por su rapacidad, corrupción, abusos contra los derechos humanos
además por una pésima gestión económica y financiera. Está situación
duraba desde el año 1964 y estaba soportada con una paciencia infinita
y algo cómplice por las potencias occidentales con el fin de contener
el avance comunista en Africa; pero después de la caída del Muro de
Berlín, los donantes de antes tomaron sanciones financieras y
suspendieron las donaciones al Estado zairiano como modo de presión
para el establecimiento de un régimen demócratico al estilo
occidental. Terminada la cooperación bilateral, la ayuda humanitaria
solamente podía proceder a través de ONGs internacionales teniendo
"hermanamiento" con asociaciones locales. Se vio así el florecimiento
de cientos de ONGs locales deseosas de recibir las jugosas donaciones
internacionales. Era la única manera de proporcionar un apoyo de
salud, de alimentación o de educación a una población cada vez más
empobrecida. Así es que el caos del gobierno, acoplado a una voluntad
de "privatización" de los donantes de Europa y Estados Unidos,
determinó una "ONG-isación" de este infeliz país de Africa. Por colmo
de la élite corrupta de la dictadura mobutista, varias naciones
subsidiarion ONGs de defensa de derechos humanos y de democratización.
Bélgica la ex-potencia colonial, financió varias asociaciones con este
propósito, mientras los americanos, excelentes conocedores de la
situación política, mandaban desde Estados Unidos "voluntarios" para
predicar las "buenas maneras" democráticas. Eso incomodaba bastante al
gobierno zairiano y el acoso a estas organizaciones apoyadas desde el
exterior llegó a arrestos, pesquisas, confiscación de material.
Incluso arrestaron a un "voluntario" americano de la National
Endowment for Democracy (una fundación ligada en los 80 al coronel
Oliver North) en el interior del país para un corto interrogatorio,
pero con valentía el joven sacó una bandera americana cantando himnos
sobre la libertad... Fue luego liberado y llevado a Kinshasa.
Cuando en abril 1994 occurió el genocidio de varios cientos de miles
de ruandeses de la etnia tutsi por millares de milicianos de la etnia
hutu, los guerrilleros tutsis basados en Tanzania entraron en Ruanda y
tomaron la capital Kigali, luego llegaron a ocupar todo el infeliz
país provocando así un éxodo de un millión de hutus. Estos refugiados
se asentaron en Zaire, más exactamente en la zona fronteriza con
Ruanda, en el Kivu Norte (Goma, Rutshuru, Bukavu, el parque natural de
La Ruindi). Se improvisaron varios campamientos de refugiados con los
auspicios del Alto Comisariado para los Refugiados de la ONU; luego
estalló una severa epidemia de cólera. Ahí apareció la "internacional
humanitaria". Se vio así cómo ONGs internacionales de salud luchaban
entre ellas para recaudar fondos para luchar contra este drama
bastante mediatizado en Europa. ¿Quién iba a cosechar más fondos
girados por el generoso público emocionado por las horrorosas imágenes
de este flagelo humano? ¿Quién iba a ocupar más espacio físico en los
campamentos de Goma y Bukavu y captar con esta pequeña conquista más
atención mediática y consecuentemente atraer todavía más notoriedad y
dinero público o estatal?
Pero ahí no terminó el asunto en la zona fronteriza de Zaire con
Ruanda. Es que varios elementos de las milicias hutus (los temibles
interahamwes) se habían infiltrado en los campamentos de refugiados,
aprovechando este escudo humano para lanzar ataques contra el país
vecino Ruanda y su nuevo régimen tutsi. El hecho fue denunciado por
algunas ONGs y varias de ellas decidieron irse del lugar para no
arriesgar un apoyo escondido a los genocidas interahamwes. Sin embargo
no todas las ONGs actuaron así, se callaron y prosiguieron la ayuda
practicando una política de avestruz, aprovechando algunos intereses
geopolíticos. Claro, siempre con la mano en el corazón y proclamas de
humanidad.
El régimen ruandés tutsi sabía que existían complicidades en el
gobierno mobutista. Para contrarrestar la inseguridad en la frontera,
decidieron apoyar la insurgencia rebelde de Laurent Desiré Kabila, un
ex-compañero del Che Guevarra en la guerrila congolesa de 1965. Las
tropas ruandesas se unieron a las fuerzas guerrilleras e invadieron el
Kivu, tomando Bukavu y Goma. Los franceses, que apoyaban a la mayoría
étnica hutu, querían estabilizar la situación militar, congelarla e
impedir un avance de los rebeldes y ruandeses hasta la capital
Kinshasa, ubicada a casi 2000 kilómetros de Kivu. Otras potencias
europeas también preferían la preservación de un régimen mobutista
ablandado y reformado por elementos moderados pro-capitalistas. Estos
países tomaron pretexto de la grave situación humanitaria de los
refugiados hutus de la banda fronteriza para pedir al Consejo de
Seguridad de la ONU un cese el fuego y el envío de tropas de resguardo
de la paz. Claro que las potencias interesadas utilizaron algunas ONGs
conocidas para sensibilizar a la opinión pública sobre la lamentable
suerte de los refugiados hutus ocultando, sin embargo, el papel
peligroso de las milicias interahamwes. Para impedir el envío de la
fuerza de paz de la ONU, el gobierno tutsi de Ruanda ordenó el
bombardeo de la zona ocupada por los refugiados que de inmediato se
dispersaron y avanzaron dentro de la jungla montañosa de Kivu y
Kisangani.
Al parecer, las tropas rebeldes apoyadas por los ruandeses tutsis,
cometieron masacres durante su avance hasta la capital Kinshasa. Por
lo menos así lo denunciaron algunas ONGs. Cuando Kabila llegó a ser
presidente auto-proclamado de Zaire en mayo de 1997, de pronto
bautizada República Democrática de Congo, la prensa internacional
habló muy poco del asunto, al contrario de los medios franceses, más
afines a Mobutu y los hutus. Es que mientras, las trasnacionales, más
que todo anglosajonas, estaban negociando con Kabila y los ex-rebeldes
victoriosos el reparto de la torta minera. También las potencias
financieras exigían reformas estructurales ecónomicas para volver a
negociar la tremenda deuda congolesa (que, en realidad, estaba perdida
en las cuentas secretas del régimen mobutista). Sin embargo, Kabila
quería, al parecer, proteger el patrimonio y los recursos nacionales.
Entonces, la prensa empezó de nuevo a hablar de las masacres de
refugiados hutus por las tropas de Kabila, ocultando el papel de los
"padrinos" ruandeses tutsis. Se utilizó nuevamente testimonios de ONGs
para desacreditar al gobierno de Kabila. También se seguía con el
financiamiento de ONGs de derechos humanos para denunciar los abusos
del nuevo presidente.
Conocemos la secuela: una nueva guerra fomentada por Ruanda y el
asesinato del presidente Kabila en circunstancias jamás esclarecidas.
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