Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
20-9-2023
La tentación militarista
https://senaldealerta.pe/la-tentacion-militarista/
Con la delicada torpeza de un elefante en vidriería, algunos
sectores municipales, vienen empujando el adefesio que significaría que los
soldados –militares- “salgan a las calles” porque así lo demanda la acción
criminal de malhechores, delincuentes y asesinos.
El señor Rafael López Aliaga, alcalde cuestionadísimo de
Lima, ha sido el primero y más importante en publicitar la modificación del rol
de cada quien entre nuestras confundidas gentes.
En castellano, idioma algo extraño a criollos políticos y
autoridades, eso representa la abdicación civil más miserable para,
supuestamente, conseguir torcerle el brazo artero a los hampones que menudean
en todo el país con su secuela sangrienta de crímenes.
¿No son los institutos armados los encargados de resguardar
nuestras fronteras, apoyar en acciones de ayuda social a lugares difíciles,
construir infraestructura de emergencia y solo esos ámbitos son tarea enorme?
¿Qué sabe un soldado de las mañas, triquiñuelas,
organizaciones maleantes dedicadas a robar, extorsionar y descalabrar cualquier
sociedad ahora con las variantes de asesinatos selectivos y ajustes de cuentas
con plomo en la cabeza?
La ciudadanía más joven no vivió lo que puede ocurrir en un
país militarizado. Entre 1968-1980 la administración burocrática del Estado,
sus ministerios y entidades casi en un 100% estuvo a cargo de militares. Las
colisiones con los civiles fueron menú diario y los hechos violentos
frecuentes.
Si bien los militares carecen de esta clase especial de
entrenamiento contra los cacos, nadie puede impedir que empiecen a aprender las
rutinas abusivas en que son expertos los amigos de lo ajeno. Y lo más dramático
es que resultaría imposible impedir la agresión contra civiles inermes que no
tienen ¡nada que ver! con la delincuencia organizada.
Supongamos, práctica común, que los tribunales no siempre
muy honestos, decreten embargos en forma de secuestro, dinamizados por bancos
angurrientos, y que, de cambiarse los roles, ahora también tendrían el apoyo
militar en sus acciones. ¿Qué no?
Por deformaciones extrañas e inexplicables, un alto oficial
del Ejército, llámese general, puede zaherir a su regalado gusto a un general
de la PNP. Tienen el mismo grado, pero la desigualdad es patética. Y no la he
inventado yo.
¿Quiénes estarían al mando de la “lucha” contra la
delincuencia? ¿la PNP? Imposible descartar la de broncas a producirse cuando
algún militar considere que no “está bajo las órdenes” de ningún oficial de la
PNP.
¿Y qué tal si a algún soldado o policía se le escapa un tiro
y troncha la vida de algún elemento civil que carezca de ligazón con los
rufianes?
Es decir, quienes crean que la militarización del país es
una medida sabia, se equivocan confundiendo abdicación miserable de una labor
civil en favor de quienes están entrenados para otra naturaleza de actividades.
¿Qué exigirían los institutos militares? Algo elemental:
leyes de protección e impunidad para sus efectivos en horas de trabajo. O
juzgados especiales y privativos para solamente ellos. O sea estaríamos creando
un fuero militar de protección ante posibles excesos en los patrullajes.
Los que no han vivido calles con multitud de elementos
armados con ametralladoras, fusiles potentes y rostros poco amistosos, hoy se
desgañitan clamando por la militarización.
Seamos objetivos, al gobierno de doña Dina Boluarte, le
faltan aún 3 años. Así lo han manifestado los del Ejecutivo y su comparsa el
Congreso. Sueldos, protocolos, influencias, sinecuras de todo calibre, frivolidades
opíparas, menos pensar por y para el Perú, son goces irrenunciables para estos
funcionarios públicos.
¿Hasta qué momento tienen respaldo militar y luego que
eventualmente, les retiren ese apoyo, qué ocurriría? Con el país militarizado y
prácticamente tomado, instalarse en Palacio no resultaría muy complicado. Con
el alborozo de los turiferarios de siempre que navegan con bandera de bobos ¡en
todos los gobiernos!
El remedio, militarización, puede salir más caro que la
enfermedad, violencia y falta de seguridad.
¿O es un paulatino y cínico golpismo para demostrar quién o
quiénes mandan o, mejor dicho, administran las órdenes de ultramar y sus
instrucciones entreguistas?
¿Qué dicen los clubes electorales, alias, partidos
políticos? Esas gavillas están demasiado ocupadas en ver cómo se meten a los
ministerios y a sus procesos de licitación, si fueran de urgencia, mejor.
Total, el Estado es un cliente que gasta millones de millones y a veces, compra
baratijas que sí son rentables en comisiones a los agentes nativos.
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