Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
24-8-2004
El ocaso de los líderes
Ese capitán de multitudes
que se llamó Haya de la Torre afirmó alguna vez: “no hay buenas o malas masas,
sólo hay buenos y malos dirigentes”. Y, precisamente, he allí la gran
dificultad contemporánea del Perú: no hay adalides. A lo más, veletas
acomodaticias según como sople el viento y, a veces, resbalan por terrenos
fangosos, inseguros y no pocas veces tropiezan y se rompen las muelas. De tanto
improvisar, el perfil príncipe de tal o cual partido, es hoy un monigote listo para
servir a los apetitos electoralistas de quienes tienen el timón.
Ciertamente que los
tiempos de las grandes figuras singulares que al sólo conjuro de su voz moral y
fuerte, convocaban a las multitudes, ha pasado a un plano inferior. Si se lee
con atención la biografía de los políticos peruanos de los últimos 30 ó 40
años, todos ostentan un impresionante ramillete de claudicaciones. La una más
grosera que la anterior. Ni honra a la palabra y, mucho menos, lealtad a las
ideas. Vigorosa y lamentable predilección hacia los puestos y al silencio que
cubre cualquier maroma o conciliábulo. ¡Eso sí, sólo entran los del cogollo,
los amigotes y los que hacen los negocios!
Por tanto, ¿qué se puede
esperar de un país guiado por taifas o pandillas? ¡Poco, muy poco! El cenáculo,
reunión oligárquica de amiguísimos, piensa por el resto y sólo provee
soluciones llave en mano, donde la llave es el dólar y la mano la de quienes
siempre se embolsican los dineros que vienen del monstruo imperialista Estados
Unidos. Los pretextos son variopintos: el analfabetismo, los derechos humanos,
los niños, el sistema electoral, las mesas de concertación, temas que se
convierten en caricaturas y adefesios por parte de estas grandes sanguijuelas
profesionales.
Una revolución punitiva que
castigue severamente a todos los que han hecho de la política vil negociado
culpable; un encuentro con el genuino Perú que reivindique a sus provincias y a
su gente fuerte al mando inobjetable de sus pueblos, son giros de una sinfonía
social que aguarda a sus portaestandartes e iluminados con vocación
democrática.
La democracia no es el
adefesio o embeleco por el cual la gente vota en las urnas. ¿Acaso no se viene
escogiendo a los mismos mediocres y míseros de siempre? Este grupo político ya
fracasó y no tiene remedio. Son un cáncer terminal al que hay que erradicar con
la fuerza del ciclón que no deja piedra sobre piedra para comenzar de cero y
con gente limpia de cuerpo y alma. ¿Qué nación puede edificar nada si tiene en
sí misma los bacilos de su morbo incurable? ¡Ninguna!
Conviene repetir que la
prensa también observa un comportamiento dictado por los grandes patrones. No
es la noticia en sí, sino lo que conviene que la gente piense que deba ser el
tema o el foco. Los fraudes oficialistas pasan como temas policiales, cuando
también son monumentales estafas políticas y lo que merecen esos facinerosos es
simplemente el calabozo. Pero, tal parece que hay muchos peces
gordos........... ¡y de distinta estatura!
No hay buenas ni malas
masas, sólo hay buenos y malos dirigentes.
¡Atentos a la historia;
las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el
gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto
infame y tácito de hablar a media voz!
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*Publicado originalmente en la Red Voltaire el 24-8-2004 https://www.voltairenet.org/article121927.html