Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
9-1-2006
Alan-Lourdes: ¡así no la ven!
Alan García tildó a Lourdes Flores como la candidata de un banquero y derechista soberbia. La aludida contestó y recordó que el aprista había vivido un decenio sin fuente conocida de ingresos. Al menos pública y acreditadamente. ¿Quién tiene la razón? ¿Lourdes o Alan? ¿O los dos? Ciertamente que Lourdes Flores es la candidata de San Dionisio Romero Seminario, el banquero de los banqueros y socio de Vladimiro Montesinos y no es menos evidente que hasta hoy García nunca ha difundido cómo sufragó ese decenio en que estuvo en la capital francesa. Hay verdades en todas direcciones.
¿Cuánto de ideológico o programático hay en las “propuestas” de ambos candidatos? Nada o muy poco. Probablemente la avenida del dicterio perjudique a los dos y beneficie a un tercero que acaba de expresar que los empresarios que le pidan favores por sus contribuciones “pueden irse al diablo” como dijo Ollanta Humala en días recientes al marcar distancia, entre otros, de, ¡precisamente! San Dionisio Romero Seminario.
Mañana, de seguir esta discutible avenida, Alan García recordará que la Flores votó de la mano de Fernando Olivera –y contra él- una ley con nombre propio y también que fue una de las cómplices del regalo de Tiwinza al Ecuador. Pero Lourdes cuestionará la presencia de Luis Giampietri, el frío militar que ordenó el repase de terroristas vencidos y en el suelo, en El Frontón en 1986. O hará remembranza del desmadre vergonzoso que fue el gobierno aprista entre 1985-1990. Entonces el voluntarismo, estupidez pseudo-sociológica creada para darle tono intelectual a un conjunto de torpezas, ganó a la serenidad y lo que debió haber sido el primer de muchos gobiernos apristas, naufragó en inflación, desesperanza, sangre y desprestigio inocultable de una democracia insuficiente y corroída por una tremenda corrupción.
Curiosamente la falta de pasado político, porque es militar de carrera, favorece a Ollanta Humala. Pero ¿hasta cuándo dura eso? El pasar de los días va exigiendo que el candidato Humala precise grandes avenidas y temas que deben aclarar sus posiciones. A diferencia de Lourdes Flores que es una entreguista con antecedentes y que privilegia la adhesión traidora del Perú a la Convención del Mar, Humala coincide con García en su oposición terminante. Ninguno de los tres ha dicho algo sobre lo acontecido en noviembre de 1999, cuando una comisión proditora mal negoció el cumplimiento del Artículo 5to del Tratado del 3 de junio de 1929, con Chile y aceptó la posición sureña en Arica. ¿El próximo Congreso y gobierno, tendrán los pantalones para aclarar este asunto y reivindicar la posición peruana y, además, sindicar a todos los fautores y enjuiciarlos por delito lesa patria?
Ninguno de los tres candidatos se adentra en la denuncia del profundo daño social que está impulsando la acción de sectas religiosas que lavan cerebros, capturan bienes inmuebles y fabrican cuadros políticos con ideas totalitarias y reaccionarias. ¿O sus credos católicos no les hacen diferenciar la fe de las acciones protervas y cancerosas de estos grupos fanáticos?
Si continúan por esta perversa, y muy tradicional como deleznable, avenida de insultos, Alan ni Lourdes, la ven. Y, en cambio, Humala ratifica lo que empieza a ser un sentimiento popular muy marcado, desde taxis hasta puestos de periódico, desde el campo a las urbes y desde el sur al norte y oriente. El fenómeno de sintonía que posee Ollanta es un hecho que no necesita de mayor demostración. Como lo es también, su clamorosa ausencia de planteamientos y enormes vacíos con respecto a política exterior, manejo económico, repotenciación del agro, diseño energético, análisis sobre las concesiones y privatizaciones y concepción de política diplomática y relación con Brasil, China, Chile, Bolivia, entre otras alternativas.
Tengo por cierto que el cansancio del elector y repudio por ineficaces, encuentra blancos fáciles en quienes tienen años de presencia como es el caso de Alan García y Lourdes Flores. Lo que debiera ser carta favorable, juega contra ellos porque sus respectivos movimientos han cumplido un papel lamentable e indecoroso desde el Parlamento o en defensa –casi inexistente- de las grandes mayorías. Además, discurren por el verbo formal y engañoso. En cambio, la simpleza de llamar al pan, pan; y al vino, vino; como sí lo hace Humala, le diferencia y singulariza. Y eso es algo que cualquiera puede constatar al margen de simpatías o antipatías.
Ciertamente Humala tendría que ser muy inocente para desperdiciar un capital político que no lo tiene entre sus forjadores pero sí entre sus beneficiarios. Y podría hacerlo si deja entrar en sus listas parlamentarias a la enorme multitud de logreros y vivos que ya empiezan a rodearle con cuentos mil y promesas dos mil. La mejor carta es la de aquellos que dan todo de sí, por el país, por la historia y sin pedir nada a cambio o como premio.
Alan-Lourdes: ¡así no la ven!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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