Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
30-9-2022
Luna, el intocable en Cancillería
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Hay personajes a quienes ninguna sanción, de cualquier tipo,
pareciera alcanzarles. De algún modo han tenido patente de corso para
incursionar en venganzas personales, degollinas masivas y ¡encima! han vivido
largos y muy bien remunerados años fuera del país. Todo un privilegio.
Pocos meses atrás, el embajador Fortunato Quesada afirmó que
el diplomático Ricardo Luna, cuando ocupaba el alto cargo de canciller del
gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, le había “ordenado” comportarse como un
topo, es decir, una correa de transmisión de los acontecimientos de su oficina.
Quesada estaba encargado de Protocolo en Palacio de Gobierno.
En lenguaje llano, le indicó que debía ser un correveidile
listo para informar sobre los puntos más sensibles de la agenda presidencial.
¿Era esto normal o ético o se estipula en alguna parte de
reglamento, resolución o directiva oficial de Cancillería la práctica del
soplonaje en el entorno del presidente de la República?
Hasta donde sabemos, salvo disposición secreta, eso NO existe y es una simple inmoralidad
con características de delito, considerando la importancia del funcionario espiado.
Quesada evaluó que su lealtad al cargo, Protocolo en
Palacio, y sobre todo, para con el presidente, le impedían caminar por tan
indecorosa avenida y simplemente informó a Kuczynski y recibió instrucciones de
cumplir su trabajo.
El embajador Ricardo Luna tuvo dos alfiles que secundaron su
atrabiliaria directiva: Néstor Popolizio y Hugo de Zela.
¿Se ha analizado, juzgado y sancionado este despropósito en
la Cancillería? El señor Luna vive feliz sin que nadie en su ministerio le
recuerde esta situación tan cuestionable y que fue el origen de una maniobra
artera el 2018 y que defenestró, con instrucciones y guión precisos, al jefe de
Misión en Israel.
¿Qué debe hacer un canciller? Poner su colaboración
orientadora en política internacional de tal manera que Perú impulse acciones
conforme a sus intereses geopolíticos latinoamericanos y mundiales.
Entonces ¿para qué quería el titular de Relaciones
Exteriores, Ricardo Luna, saber el pormenor del quehacer del presidente PPK? No
era su misión comisionar a alguien para que fungiera de topo en Palacio.
¿Qué garantía existe que el mal saber no sea usado con fines
protervos y extorsionadores? ¡Ninguna!
Entonces una conclusión demoledora respecto de este enojoso
capítulo en el Ministerio de Relaciones Exteriores, es que el acto fue vil,
inmoral, impropio.
¿Paga el pueblo con sus tributos a funcionarios muy bien
rentados para que se porten como lo haría cualquier desequilibrado de la calle?
¿Por qué, ni siquiera una comisión simple indagó o investigó
este asunto?
Los trabajadores de Cancillería, empleados simples y
funcionarios, personal diplomático dentro y fuera del Perú, son tan solo empleados
públicos. Si cruzan la línea de lo legal y moral, entonces pueden ser
enjuiciados y hasta, si el caso es muy grave, terminar en la cárcel. Pretender
que Relaciones Exteriores es una isla, constituye una aberración.
Cuando la noche de los cuchillos largos que representó la
expulsión de 117 diplomáticos en diciembre de 1992, fue en Washington DC. y en
la casa de un embajador, el planeamiento de la masacre.
Nadie movió durante extensos nueve años al embajador Ricardo
Luna de Washington DC, representante ante EEUU.
El 2016 Luna protagonizó una participación polémica en los
ascensos de Cancillería que requirió la adición de 2 plazas a embajadores.
Ya hemos contado el encargo de muy mal gusto que pretendió
que el embajador Quesada cumpliera según su instrucción.
Luna se negó a movilizar a los países del continente para la
aplicación de la Carta Democrática de la OEA durante la crisis gubernamental
del 2017.
Ya con Vizcarra aceptó ser su funcionario en Unesco y superó
la circunstancia que había sido canciller del renunciante PPK. La lealtad, en
algunos personajes, no es una línea distintiva.
¿No es un intocable en Cancillería el embajador Ricardo
Luna?