Sunedu y autonomía universitaria
por Joan Guimaray; joanguimaray@gmail.com
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13-5-2022
Cuando la ideología nos recluta, la razón nos abandona y el
sano juicio se nos hace elusivo, no cabe duda que el ritual urbano es la
repetición mecánica, el cafre paporreo y el vulgar estribillo.
Por eso, los asuntos como la función de la Sunedu y la
autonomía universitaria que bien podían haber servido para esclarecedoras
discusiones o ilustrativos debates, van quedando sólo en ridículas voces quejumbrosas,
en penoso griterío de reclamos y en caricaturescas lamentaciones. Pues, unos
dicen que la ley que modifica la composición de los miembros de la Sunedu
acabará con la calidad de la “educación” universitaria. Otros sostienen que ya
no recibirán la ayuda del Ministerio de Educación que les llegaba a través de
ese organismo. Y casi al unísono, aseguran que la nueva ley aprobada por el Congreso
es un retroceso, puesto que “promueve el retorno” de la Asamblea Nacional de
Rectores.
Entonces, el estudiante que no va a la universidad en pos
del saber, sino del título, se la cree y protesta contra la nueva ley. El
egresado que cree que su título acredita que es un profesional inteligente, se
indigna. El profesor que cumple medianamente su labor, se enfada. Las
autoridades universitarias que ignoran minuciosamente el concepto de la
universidad y la noción de la autonomía, cuestionan la nueva ley, cierran filas
y se pronuncian en defensa de la calidad de la “educación” universitaria. Y el
superintendente de la Sunedu, preocupado por conservar su puesto, inquieto por
mantener su plaza, desesperado por su trabajo, se defiende mediante la falacia,
el sofisma y el paralogismo.
Y, que nadie diga que la verdad es irrespetuosa, calumniosa
u ofensiva. Pues, la ley que restablece la autonomía de las universidades, lo
único que modifica es la composición de los miembros de la Sunedu, a fin de que
ésta no dependa del Ministerio de Educación, sino más bien, tenga una absoluta
independencia para que no sea manipulada por ningún gobierno de turno.
Precisamente por eso, todos los argumentos vertidos en defensa de la actual
Sunedu carecen de verdad y rigurosidad, puesto que, en el caso específico de la
SUNEDU, los mecanismos de selección, elección o designación de nuevos miembros,
deberán de establecerse recién en la reglamentación de la nueva ley. Eso sí,
instrumento que al parecer, ha sido omitido a propósito, y que por tanto, el presidente
está obligado a observar y no promulgar la ley.
De modo que, al margen de que la ley que modifica la
composición de los miembros de la Sunedu haya sido aprobada por un Congreso
atiborrado de medianías, la nueva norma le da una relativa solidez a la
institución. Y, si su reglamentación acoge las exigencias necesarias para la
rigurosa selección de sus miembros, la Sunedu podría ser una respetable
institución.
Pero, eso sólo será posible, cuando aquellos defensores de
la actual Sunedu, en lugar de estar dedicados a confundir a la población,
decidan exigir la reglamentación y obligar que en ella se contemple, que los
miembros, tanto de las universidades como de las otras instituciones, ingresen
a formar parte de esta institución a través del concurso público.
Aunque claro está, aquí también el problema es la falta de
lucidez, la carencia de ideas, la escasez de agudeza. Y al final, la necesidad
de una institución como la Sunedu no es sino el resultado de la propia
incompetencia de las autoridades universitarias, de aquellos que aún no
entienden que en materia del conocimiento, la universidad es la institución
suprema de una República, por ser creadora de nuevos pensamientos, generadora
de nuevas ideas, productora de flamantes paradigmas. Y precisamente por esa
superior condición que posee, requiere de una autonomía real y plena. Algo de
lo que jamás entenderán los rectores que claman ayuda y asesoría al ministerio
que colapsó la instrucción básica y que no ha podido reflotarla.
El día en que luego de una revisión conceptual, logremos
distinguir que la educación es distinta de la instrucción, nos daremos cuenta
también de que la universidad en esencia de su origen que procede de universĭtas, es casi equivalente a studium generale, y no es como ahora:
instruccional, comercial, mercantil y utilitaria como creen los cretinos y los
fenicios.
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