Tuesday, December 04, 2012

La Haya: ¡cuando el silencio es patriótico!*

Señal de Alerta

por Herbert Mujica Rojas

4-12-2012


La Haya: ¡cuando el silencio es patriótico!*

http://perusupropiarespuesta.com/la-haya-cuando-el-silencio-es-patriotico/

 

El equipo diplomático-jurídico que está exponiendo las tesis peruanas en la Corte Internacional de Justicia de La Haya lleva la voz cantante de manera exclusiva. La prensa nacional puede reproducir, subrayar, destacar las líneas centrales de la estrategia que no sólo debe impulsarse en la CIJ sino también en Perú.


Cuando las hordas de angurrientos visitantes de sets televisivos, estaciones radiales o páginas de diarios en blanco y negro, atiborran de mil y un pareceres, en un país de ciegos en que el tuerto es rey, sólo se produce confusión. El cuerpo social del Perú NO puede mostrar una pizca de desbarajuste, cuando su equipo está haciendo las cosas bien en La Haya. ¿No debería la prensa acordar un silencio patriótico, a excepción de los boletines oficiales de Cancillería?


En La Haya hay un contencioso de límites entre Perú y Chile y una tarea fundamental, de cualquier bando, es oír, reflexionar y actuar in situ. Aquí correspondería, por una causa nacional, la mudez momentánea de los incontinentes que no hesitan en decir naderías e intrascendencias. ¿No parece ridículo leer buenos deseos sobre lo que hace el grupo peruano en La Haya? ¿acaso podrían decir lo contrario? La aberrante ociosidad de esa clase de titulares y expresiones son de un nivel ¡inaceptable!.


Cuando el silencio es patriótico, es menester que sólo repiquen las altaneras explicaciones de quienes no ven nada nuevo en el horizonte. De repente esa es la explicación que se dan ellos mismos ante evidencias potentes que amenguan sus tesis en eficacia y realidad jurídica (si alguna vez las tuvieron). He allí un acápite trascendental para el análisis, la identificación de las claras debilidades del oponente.


La prensa nacional debe comprender que en este caso son bastante palurdas las rutinas corrientes de llamar por teléfono, citar a declarar o insistir con personajes que dicen, literalmente, cualquier cosa. El pueblo merece información de primera calidad -la que viene de La Haya- y un cartabón noticioso desde la Cancillería con tareas y la preparación del buen deportista que sabe que la justa recién comienza.


Hemos oído hasta la saciedad de parte del presidente chileno Piñera y varios de sus altos funcionarios la cantinela, no tan exacta, que su país es respetuoso de la jurisprudencia internacional. Baste con decir que la guerra de rapiña terminó en 1883 con la paz de Ancón impuesta por las bayonetas foráneas en todo el país y que en 1884, casi de igual modo, se ratificó dicho documento y su protocolo complementario. Pero, recién en 1929 Tacna volvió a la heredad nacional y Arica quedó en manos de Chile. ¿Puede llamarse a eso, respeto a los tratados?


Hay mucho más en juego en La Haya. Más allá de los límites y reclamaciones peruanas es posible, también, distinguir caminos de avenida y horizonte para pueblos a los que la paz debe congratular como palancas de desarrollo, desde sus sociedades civiles y eso comporta el aprendizaje de entenderse, la humildad de las disculpas y la sinceridad, si eso es posible, de un trabajo conjunto, la tan anhelada complementariedad digna y sin afeites o farsas.


Estoy cierto que una disciplina atenta aprehenderá la utilidad del silencio como herramienta patriótica, señaladamente en un caso como el actual. Perú tiene que encontrar su propia respuesta, pendiente desde 1879. En la riqueza y actuación, en cualquier caso, de su pueblo, están compelidos, los gobiernos y el Estado peruano, a hallar esa contestación. El reto viene desde hace decenas de años, es hora de acometer la aventura creadora de un país libre, justo y culto.


Nunca antes tuvo Perú, o cualquier gobierno, la mesa servida de aprovechar con imaginación la oportunidad. Nadie tiene el derecho a perder la chance o al desperdicio de la coyuntura. Todos deben estar en sus puestos y listos al llamado en cualquier momento.


Obvio, pues, exigir un gran comando central con tareas concretas y silencios que permitan escuchar las torpezas ajenas. Sembrar la confusión y falsas expectativas representa un crimen contra la sociedad. Y que irresponsables se hagan cómplices de esta tarea disociadora, una traición a la Patria.


Perú se debe su propia respuesta.

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*http://www.voltairenet.org/article176838.html?var_mode=calcul





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